Raul Molina
Es historia probada que, durante la “Guerra Fría”, Washington alineó a los ejércitos de América Latina y los “reconstruyó” bajo la llamada “Doctrina de Seguridad Nacional” (todavía vigente en Guatemala, pese a que fue abandonada en casi toda la región). Según ésta, hay que inventar un “enemigo interno”, para que el Estado, la clase dominante y las fuerzas armadas puedan reprimirlo y mantener el control del país y sus recursos -Estados Unidos creó como tal el comunismo y luego la insurgencia, y más tarde, el “terrorismo internacional”, conduciendo invariablemente a que el “enemigo interno” fueran los propios pueblos con aspiración liberadora.
Hoy, en Guatemala el “enemigo interno” somos todos los que no agachamos la cabeza frente a la dictadura de la corrupción y procuramos tener un Estado con honestidad y compromiso social. La alianza oficialista, que incluye a todas las variantes corruptas, percibe como “enemigos” a los pocos diputados que resisten y a las fuerzas políticas progresistas. En el MP y el sistema de justicia se ha atropellado con aplanadora a las personas probas que se han desempeñado como fiscales, jueces o magistrados; son sus “enemigas” las personas premiadas nacional e internacionalmente por su desempeño, y el ataque contra ellas ha estado lleno de odio y venganza. Igual ocurre con periodistas que han criticado la insaciable corrupción y la grosera impunidad, como ocurre con José Rubén Zamora. Otros periodistas menos conocidos han llevado peor suerte, algunos de ellos ya muertos o en el exilio. La prensa que critica es definida como “enemiga interna” y se buscan toda clase de subterfugios para amordazarla, incluidas limitaciones de recursos físicos y económicos –y ahora falsas acusaciones de “lavado de dinero”- y aún el retorcimiento por mujeres arpías de la “Ley contra el feminicidio”.
Otras personalidades han sido incorporadas, igualmente, a la “lista del zopilote”, incluidos los poseedores de las treintaicuatro cuentas de twitter investigadas por Giammattei y la enorme cantidad de personas espiadas ilegalmente por militares, la SAAS y Fundaterror. Dirigentes de derechos humanos, incluido el PDH, y los universitarios que se resisten a aceptar al falso rector de la USAC también son vistos como “enemigo interno”, y se apresta el régimen a lanzar a sus huestes antimotines contra sus manifestaciones pacíficas, con inversiones millonarias en armamento represivo. El movimiento social y popular está también en la mira represiva, con más de doscientos presos políticos, desde defensores del medio ambiente, campesinos y religiosos con sensibilidad social, hasta las organizaciones de mujeres y de jóvenes, al igual que los pueblos indígenas. Engrosan todas y todos la “lista del zopilote”, que es nutrida por exmilitares, que defienden rabiosamente su impunidad, y los grandes potentados del agro, que se niegan a reconocer que todas las tierras del territorio nacional fueron robadas a los Mayas desde 1524, y quieren acallar el reclamo de que la tierra sea para quienes la trabajan. Como puede apreciarse, el “enemigo interno” somos todos los que buscamos justicia y justicia social.