Raul Molina
La miopía de los “poderosos” frente a la indignación ciudadana por los abusos, crímenes y actos de corrupción, puede llevar al país a un estallido social. No es que el estallido se planifique; no ocurrió en 2015 en el país ni en 2019 en Chile. Las condiciones en Guatemala, sin embargo, llevan a un proceso de acumulación de ira y desesperación. Llora sangre al ver a las sanguijuelas en el Congreso aprovechar oportunidades, particularmente tragedias del Pueblo, para aumentar sus descarados robos. Da rabia que los Poderes y las instituciones del Estado hayan sido asaltados, colocando en ellos a sinvergüenzas, que con todo descaro actúan a favor de los mafiosos y en contra de la gente honesta. La serie de ataques contra quienes aportaron a la lucha contra la corrupción y la impunidad, hoy historia -Guatemala es el tercer país más corrupto del continente americano- es una pesadilla que no termina. Al hacerse del poder recurren a la venganza, persiguiendo peor que si fueran criminales a jueces, magistrados, fiscales y otros operadores de justicia. Igual ha sido contra defensores de derechos humanos, defensores de tierras, territorios y recursos, al igual que periodistas y funcionarios probos. Enardece la riqueza mal habida, mientras que la población pasa toda serie de penurias y limitaciones, incluidos empresarios y capas medias. Ahora nos roban los pocos fondos que quedaban para vacunas, para satisfacer la codicia de politiqueros en los veintidós departamentos.
Todo estallido se produce con un detonante. Contra Otto Pérez fue el “agüita de Amatitlán” de Baldetti. Contra Piñera, en Chile, fue el aumento del precio del metro. En su desprecio al movimiento social, la mafia que gobierna ha venido oprimiendo y reprimiendo a grandes sectores campesinos, ha irrespetado a los pueblos indígenas, desprecia a las organizaciones de mujeres e ignora las protestas populares; peor, se dispone a robarse las elecciones generales a como dé lugar. Con el asalto a la Usac, ha pretendido colocar a un remedo de rector, campeón de la corrupción en la universidad, pensando que basta la represión policíaca -y con una ley antidemocrática, que quieren aprobar, represión violenta también con el ejército- contra los universitarios que han tomado las instalaciones universitarias para exigir nuevo proceso electoral. Esto puede ser el detonante para el estallido social, porque detrás de cada estudiante agredido hay una familia y comunidad; docentes, investigadores y trabajadores tienen amplio respaldo social; y la población en resistencia reconoce a la Usac como la universidad del Pueblo. El gobierno, con su incompetente dictadorzuelo, cree que aumentando y fortaleciendo a las fuerzas armadas y de seguridad logrará controlar la situación. ¿Podrá imaginarse este irresponsable mandatario qué ocurrirá el día en que las masas campesinas y trabajadoras, los pueblos originarios, el movimiento popular, el movimiento social, y las y los migrantes se sumen a las y los universitarios en digna y heroica resistencia? Por sostener a un napoleoncito de opereta se les caerá el teatro encima. Indefectible futuro, solo falta el cuándo.