Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raul Molina

Los pueblos discriminados del continente han levantado la voz para, en adelante, conmemorar el 12 de octubre de manera propia. No más la que peninsulares y Criollos, y la oligarquía y la burguesía como sus herederas, han querido celebrar. Colón fue el primero en llegar a este continente; pero todo lo que aconteció después de su llegada quita cualquier mérito a su aventura atlántica. Fue una invasión codiciosa que violentó para siempre a las culturas existentes, a las cuales despojó de territorios, tierras, recursos y autodeterminación. Fue despiadada con los pueblos indígenas, a quienes convirtió en esclavos, al principio, y luego en siervos, para incrementar la riqueza del imperio español. También violentó el continente africano, cuya población fue diezmada, para crear y sostener la esclavitud. Al generar una nueva composición étnica, la del mestizo, también la discriminó y relegó a labores secundarias, transformándose en sector popular. Así, lejos de celebrar la llegada europea, se rescata el día como fecha conmemorativa de la dignidad y la resistencia de los pueblos indígenas, afrodescendientes y sectores populares.

Pese a la pandemia, se convocó a marcha conmemorativa, con participación de pueblos indígenas –Garífunas, Mayas y Xinkas- y sectores populares. Se dio en medio de la lucha por desalojar las estructuras criminales y corruptas que se han apoderado del Estado. Se planteó la necesidad de que presidente y gobierno renuncien, al igual que toda la escoria infiltrada en las instituciones del Estado y sus tres Poderes. En cierto momento, hubo ataques contra monumentos públicos y la derecha ha exigido represión, con su epíteto de “vandalismo” para los actos cometidos. Si los hicieron integrantes legítimos de la manifestación –no infiltrados en ella- sería un acto de ira contra la ignominia, como se hace contra estatuas de Colón en muchos lugares del mundo, igual que la destrucción reciente de monumentos de la Confederación en la Guerra Civil de EE.UU. o la muy publicitada demolición de la estatua de Saddam Hussein en Irak. Esta ira se acumula al ver el saqueo por parte del Estado y su total impunidad. Las y los políticos debiesen estar agradecidos de que el encono haya sido contra las estatuas y no hacia ellos. La violencia contra los símbolos de la opresión es un anticipo de la condena que sus abusos y robos merecen. ¿Y si quienes manifestaron no causaron la destrucción? Siguiendo el “modelo chileno”, en donde el gobierno utilizó carabineros infiltrados para causar destrozos durante las manifestaciones en Chile, para acusar a las protestas ciudadanas de “vandalismo”, podría ser que agentes encubiertos destruyeran, para amedrentar a la capas medias y justificar la represión. El Ministro Reyes tiene el antecedente de que recién nombrado se dio el primer acto de violencia en manifestación en cinco años. Fue la aún inexplicada y sospechosa quema de instalaciones del Congreso. La destrucción de estatuas de Colón y Reyna Barrios puede ser una acción extrema, si bien justa, de quienes rechazan lo que sus figuras representan o, simplemente, ser una estratagema más del ministro represivo.

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