Ramón Cadena

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El requerimiento de un sector de la Sociedad en torno a la unidad de los partidos de izquierda, no fue atendido por dichos partidos y el electorado lo sufrió. Provocó confusión e incertidumbre. Cada uno de la y los candidatos prefirió ir solo (Thelma Cabrera, Manuel Villacorta, Bernardo Arévalo y Amílcar Pop). Y después de las elecciones, únicamente a Semilla le sonó la flauta; hoy, será contrincante de la por tercera vez candidata corrupta Sandra Torres. El juego limpio, ético y honesto de Bernardo Arévalo, tendrá que enfrentarse a los trucos, estrategias sucias y maromas de la experta en cometer delitos y armar y desarmar caminos, alrededor del fraude de ley. Me refiero a la eterna perdedora candidata Sandra Torres.

Bernardo Arévalo competirá, pues, en la segunda vuelta, con una mujer que ha defendido y protegido los intereses del Pacto de Corruptos y a sus integrantes mafiosos; a una mujer que enfrentó la cárcel y los tribunales acusada de haber lavado dinero del narcotráfico y que fue dejada en libertad gracias a la impunidad que promovió su protectora la jueza Claudette Domínguez. Su libertad era necesaria para que pudiera participar en el actual proceso electoral. Y una vez lo logró, la vimos dando discursos y ofreciendo entrevistas vacías de contenido político, pero llenas de mentiras, que es lo que sabe hacer muy bien: mentir, mentir y mentir. Siguió ofreciendo bienes materiales a cambio de votos y sonriéndole sarcásticamente a la Social Democracia, cuando la UNE no es socialdemócrata, sino un brazo político de la corrupción e impunidad que existen en Guatemala.

Otro de los integrantes del Pacto de Corruptos, Ricardo Méndez Ruiz, en pasadas elecciones férreo opositor de Sandra Torres, esta vez tendrá que escoger entre la “exguerrillera” y el “comunista” (como él mismo los ha calificado). Vaya decisión para quien abandera la lucha contra la izquierda y para quien atribuye la lucha a favor del Estado de Derecho, únicamente a los sectores de izquierda. Probablemente, arremeterá en contra de Bernardo Arévalo y las elecciones “viciadas”. Viciadas, eso sí, por el mismo Pacto de Corruptos, el que, con actos ilegales, típicos de la mafia guatemalteca, está haciendo todo lo posible para obstaculizar el proceso electoral.

El voto nulo fue el gran ganador en las elecciones recientes. En la Segunda vuelta, el voto nulo no tiene sentido. En la primera vuelta, el Pueblo se expresó en contra de los actos de corrupción de políticos de este gobierno y de gobiernos anteriores. En su gran mayoría, estos votos fueron una expresión del hartazgo del Pueblo ante un sistema corrupto. Pero un porcentaje menor (se desconoce la cifra exacta), fue la expresión de un rechazo a la poca disponibilidad de la y los candidatos de izquierda, para unirse y presentarse en las elecciones como frente común.

A diferencia del pesimismo del voto nulo, una expresión optimista del Pueblo de Guatemala, le dio un pase a segunda vuelta a otro gran ganador. El cansancio y rechazo frente a los actos de corrupción de funcionarios tradicionales, votó por la propuesta de un partido político joven, integrado, principalmente, por jóvenes socialdemócratas. Me refiero al Partido Semilla y Bernardo Arévalo, heredero del legado de su padre, el doctor Juan José Arévalo Bermejo.

A diferencia del pesimismo que conllevaba el voto nulo en la primera vuelta, (que como ya dije, representaba en unos casos, un voto de rechazo a la izquierda por no poder o querer llegar a acuerdos de unidad y, en otros, un voto de rechazo a un sistema corrupto), surgió el voto optimista, que creyó en la propuesta de Semilla y en su candidato Bernardo Arévalo.

De llegar a ser proclamado el próximo Primer Mandatario de Guatemala, no sólo tendrá que dar respuesta a múltiples demandas a favor de la igualdad, sino que tendrá que ser pulcro y muy transparente en el uso de los recursos públicos y en la lucha contra la corrupción, tendrá que restablecer una relación constructiva y fundamentada en la confianza mutua con las organizaciones no gubernamentales (ONGs) de Guatemala y el mundo; tendrá que basar las relaciones internacionales en el principio de cooperación, no en el de soberanía absoluta y tendrá que liderar un proceso de reconstrucción nacional que, paulatinamente, ponga fin a los efectos tan nocivos que produjo la dictadura en Guatemala. En general, tendrá que hacer renacer el Estado de Derecho.

He escuchado la propuesta de Semilla y Bernardo en torno a la lucha contra la corrupción e impunidad y me parece bien estructurada y fundamentada. Quisiera escuchar cómo va a combatir el racismo que existe en Guatemala y a tratar el tema de la consulta a Pueblos Indígenas y el desarrollo colectivo en sus territorios, para terminar con la extrema pobreza en que viven. Sabiendo que la escritora Anabella Giracca es experta en este tema y que además es alta dirigente de Semilla, se espera una respuesta contundente y se generan muchas expectativas, en un Pueblo que ya no cree en nadie, ni en nada.

La segunda vuelta en este proceso, tan viciado en su primera fase, será de definiciones: o gana el Pacto de Corruptos, o gana Semilla, Bernardo y la Democracia y el Estado de Derecho. Indudablemente, todos los sectores democráticos en Guatemala queremos el triunfo del Estado de Derecho sobre la Dictadura y sobre la opresión que representa y abandera el llamado Pacto de Corruptos. Este resultado es vital para lograr vivir en democracia en nuestro futuro inmediato.

Sandra Torres no puede ni debe llegar a la presidencia de la República de Guatemala, ya que es una política corrupta quien, desde su alta investidura, probablemente defendería los intereses del Pacto de Corruptos. Ya lo dijo con total descaro y mirando hacia el horizonte tan enredado que tenemos: “No hay nada que reprocharle a la Fiscal General, Consuelo Porras.” Sandra Torres la necesita para garantizar la impunidad de sus actos de corrupción.

Posición muy contraria la de Bernardo y Semilla, que creen que Consuelo Porras, como Fiscal General, es una de las piezas principales de Giammattei para lograr la corrupción de los actos de las y los funcionarios de gobierno, quien se robó la justicia, se la llevó a casa, la encerró en la gaveta de su mesita de noche y así, con total descaro, sumió al Pueblo de Guatemala en una obscuridad absoluta, en una noche obscura interminable. Habrá que destituirla inmediatamente para que la luz de la justicia, alumbre nuevamente.

Ahora, en la segunda vuelta, es el momento de mostrar la fuerza de la unidad de los partidos de izquierda; organizarnos, con autonomía ideológica y partidaria, claro está, alrededor de la candidatura de Bernardo y el Movimiento Semilla. Su triunfo será el triunfo de todo el Pueblo de Guatemala. Esta fuerza la necesita Bernardo para gobernar. Sólo así podrá enfrentarse al Congreso de la República que, a pesar del triunfo de Semilla, mantiene considerables grupos corruptos, que pretenden impulsar una agenda regresiva.

Juan José Arévalo Bermejo fue un humanista, excelente Presidente de la República y pedagogo. Su obra literaria es vasta e importantísima para la vida en Guatemala. En su libro “El Candidato Blanco y el Huracán”, parece hablarle al futuro, parece que le escribiera en el año 1945, a su hijo Bernardo, previendo futuros acontecimientos que le tocará vivir a su hijo en el año 2023; parece que lo aconsejara y hablara con cariño en 1945, para prepararlo para una misión tan complicada e importante, como la que debería enfrentar setenta y ocho años después.

Dice así: “¿Habrá vivido alguna vez Guatemala otra época de una semejante felicidad popular? El arevalismo, a mis propios ojos, había ascendido desde una formación política hasta una borbollante exaltación colectiva en la que la alegría, el placer, llegaron al paroxismo. Su fuerza expansiva no encontraba diques. Confieso que, pasados los primeros instantes de vanidad, muy natural en cualquier líder amado, llegué a sentir miedo (una vez más) de aquel pueblo que así se expresaba, y que lo hacía porque tenía en Arévalo una fe que trasponía las lindes de lo político y tocaba a ratos en la entrega mítico-religiosa. Llegué a tener miedo de no saber responder a los requerimientos populares: sentía a menudo la presión de no estar yo a la altura de tan grandiosas expectativas. ¿Iba a ser Arévalo un presidente más, cobarde ante los problemas del país, traidor a los sagrados anhelos que así, hasta con lágrimas de histeria, expresaba la multitud? No pocas veces sentí ese miedo de mi popularidad: miedo de no estar a la altura de tamañas esperanzas. La imagen de un presidente traidor a las ansias populares me fue “trabajando” el alma. ¡No: esta vez no! Ese pueblo “macho” de 1944 merecía otro tipo de gobernantes… ¡A intentarlo, Juan José!” (páginas 383 y 384).

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