Ramón Cadena

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La retórica del desarrollo del comunismo y su supuesta invasión a Guatemala, nos está volviendo a afectar seriamente. A partir de los Acuerdos de Paz el comunismo no está prohibido. Esto es algo que la “Fundación” contra el Terrorismo no quiere entender. Dicha “Fundación”, que promueve el Terrorismo bajo la dirección de Ricardo Méndez Ruiz, es la que nos está imponiendo en esta ocasión la idea nefasta que el comunismo es una enfermedad mortal y que los cambios sociales que nuestro país necesita son su invento. Como si luchar en contra de la extrema pobreza que existe en Guatemala, fuera un pecado y estuviera prohibida por los principios democráticos.

Esa tendencia a ver hasta en la sopa que nos alimenta el fantasma del comunismo, ya nos hizo sufrir una violencia extrema en la época de la Dictadura Militar y nos está volviendo a torturar en el presente. Nos recuerda a Ríos Montt, con sus discursos dominicales, llamando al vacío a gritos díscolos: “Comunista, comunista, le hablo a usted comunista…” Pensamos que esos días de locura habían quedado sepultados para siempre en la tumba del pasado, junto con todas las crueldades cometidas por los militares guatemaltecos.

Para lograr la reconciliación de un país, después de un conflicto armado interno tan destructivo como el que vivimos en el pasado, es necesario que la población y las autoridades del gobierno practiquemos la tolerancia y que nos comprometamos seriamente con la búsqueda de la paz y con la reconciliación. Algo que no hace ni la “Fundación” terrorista, ni su director Méndez Ruiz, ni las autoridades del Gobierno de Guatemala, ni la hija del Genocida General Ríos Montt, Zury Ríos quien hoy, con total descaro, abraza a los grupos indígenas que su padre persiguió y masacró.

El resentimiento que tienen en sus corazones no les deja buscar verdaderamente la reconciliación en nuestro país. Y lo peor es que siguen sembrando odio, rencor y violencia. Viven cautivos de su propio odio y rencor hacia aquellos que lucharon por los derechos de la sociedad guatemalteca durante la guerra. Su desprecio hacia los Pueblos Indígenas, no los deja dormir tranquilos. Además, siguen temiendo que algún día serán castigados y siguen viendo micos aparejados a la sombra del comunismo.

Ni los militares, ni las autoridades civiles de los gobiernos militares (que siempre actuaron sumisos y complacientes), quisieron nunca reconocer que en Guatemala se estaba violando seriamente el Derecho Internacional Humanitario. Tuvo que venir una jueza como la que necesitamos tener en Guatemala a montones, una jueza como Jassmin Barrios, para que se reconociera que hubo violaciones gravísimas al Derecho Internacional Humanitario y para que así, impusiera una sentencia ejemplar al Genocida díscolo que gritaba los domingos en la tele, buscando comunistas en la sopa del General Méndez Ruiz, temeroso que una vez se hubiese tragado la sopa, saliera el veneno.

Tuvimos que tener jueces como Pablo Xitumul, como Miguel Ángel Gálvez o como Ericka Aifán o Carlos Ruano, para comprender que, en el Estado de Derecho, la Justicia se tiene que regir por el marco que impone la ley y el Derecho Internacional. Ahora es diferente: las y los jueces de la impunidad, han afilado sus uñas y se ensañan en contra de José Rubén Zamora, periodista honesto y valiente o en contra de Virginia Laparra, abogada honesta y comprometida con el Estado de Derecho y en contra de muchos otros abogados y abogadas, fiscales y jueces y juezas que han luchado con la ley en la mano, en contra de la impunidad y corrupción.

¿Los avances que experimentamos fueron fruto del comunismo? Claro que no. Así lo afirman quienes creen que nuestra sociedad debe permanecer inmóvil, frente a tantas desigualdades; que la Justicia tiene que seguir existiendo sólo para beneficiar a un grupito de corruptos. El proceso electoral está diseñado precisamente para ello. El fraude electoral que se avecina, permitirá que continúe el vampiro de la corrupción, chupándole la sangre al Pueblo de Guatemala. Y si con nuestro silencio lo seguimos permitiendo, seremos tan impunes como ellos, seremos sus cómplices.

Las y los familiares de las víctimas merecen tener un reconocimiento especial, un premio a su valentía. Ellos y ellas son quienes han mantenido vivos los casos de búsqueda de justicia. Gracias a su tenacidad, llegamos hasta el punto que la justicia requería para luego buscar la reconciliación. Lástima que las autoridades bajo el liderazgo de Giammattei nunca lo comprendieron y afectaron con toda crueldad el derecho a la justicia y a la reparación de las víctimas o de las y los familiares de las víctimas de graves violaciones a sus derechos.

Estas víctimas, con sus abogados y abogadas, siempre han buscado justicia. Y lograron que las y los jueces finalmente reconocieran los principios de la doctrina moderna del Derecho Penal sobre la doctrina clásica: entre otros, la búsqueda de justicia de los crímenes graves, de los crímenes internacionales, no puede ser afectada por la prescripción, son imprescriptibles, su acción nunca muere por el paso del tiempo; quienes cometieron dichos crímenes, no pueden ser beneficiados con ningún tipo de amnistía, nunca no se puede perdonar a quienes los cometen; en dichos crímenes nunca se puede alegar irretroactividad y la desaparición forzada debe ser considerada como un delito continuado, mientras la persona detenida desaparecida, no aparezca.

Ríos Montt y sus secuaces cometieron crímenes gravísimos, considerados por la Comunidad Internacional, como los crímenes más graves, que afectan seriamente a la humanidad entera. No afectaron únicamente a las y los guatemaltecos. Afectaron a toda la humanidad que habita el planeta Tierra. Aun así, las y los diputados ultra conservadores siguen luchando para que una amnistía general les beneficie. Es una vergüenza lo que quieren hacer. Perdonar el genocidio, la desaparición forzada, la tortura, la ejecución extrajudicial. En fin, perdonar a quienes cometieron los crímenes más graves, recogidos en nuestro Código Penal (en el artículo 378 Delitos contra los Deberes de Humanidad y en otros artículos).

Ríos Montt, Méndez Ruiz, los hermanos Lucas García y muchos otros militares conocían muy bien sus deberes humanitarios: los incumplieron. Ahora que no venga la hija de Ríos Montt a negar los crímenes que su padre cometió y a tratar de ser Presidenta (inconstitucionalmente), para que, desde dicha alta investidura, se dedique a defender a su padre el General Genocida.

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