Ramón Cadena

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Cuando el Estado de Derecho ha perdido el rumbo y se ha convertido en una dictadura, es muy fácil recetarse un aumento considerable como regalo de Navidad. Eso es lo que ha sucedido con las y los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, golpistas que se han mantenido en el poder ilegal e inconstitucionalmente, por más de tres años. Si la Presidenta de la Corte Suprema de Justicia ganaba más de cuarenta mil quetzales, a partir del aumento, ganará más de setenta mil. Eso sí, todos los trabajadores y trabajadoras, el proletariado de Guatemala, recibirán un aumento insignificante, que no alcanza ni para la canasta básica.

Así, ni modo. Aunque la Justicia esté en trapos de cucaracha y sea inexistente en Guatemala; aunque la Justicia carezca de independencia judicial y de ese elemento esencial como lo es la imparcialidad de las y los jueces que la imparten; aunque los derechos humanos de la gente estén siendo violados con total impunidad; aunque se trate de una Corte Suprema de Justicia de facto, que está ahí gracias a los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad de Guatemala y que fuera designada para encarcelar y destituir a los pocos buenos jueces y juezas que tiene el Poder Judicial, el aumento tenía que venir, sí o sí. Había que pagarle los favores y premiar a las y los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y castigar a quienes lucharon en contra del crimen organizado. Premios para quienes promueven la corrupción, palos para quienes la combaten. Así es la realidad en las dictaduras.

Días atrás, salió al exilio el Juez Miguel Ángel Gálvez; y antes, ya habían salido la Jueza Erika Aifán, el Fiscal de la FECI Francisco Sandoval, las exfiscales Generales Thelma Aldana y Claudia Paz y Paz y muchos otros operadores y operadoras de justicia que lucharon en forma valiente e independiente en contra del crimen organizado y la corrupción que ha venido afectando Guatemala. Otros como la abogada Virginia Laparra y el periodista José Rubén Zamora, fueron detenidos arbitrariamente. Exilio, detenciones arbitrarias, destituciones ilegales, son los castigos que recibieron juezas y jueces honestos, abogados, abogadas, periodistas, dirigentes comunitarios u operadores de justicia que lucharon a favor del Estado de Derecho.

Y es muy triste, penoso, angustiante, vergonzoso y contradictorio, tener que reconocer que esta persecución fue orquestada y diseñada, con el apoyo de la actual Corte Suprema de Justicia. La que fue premiada con un aumento considerable a su salario, mientras que las y los operadores de justicia independientes, honestos y valientes recibieron el castigo ejemplar del exilio, la cárcel o la destitución.

Mientras tanto, la Comunidad Internacional, salvo muy raras excepciones, siguió soñando con construir un Estado de Derecho, en un contexto de dictadura; siguió apoyando a la dictadura con fondos considerables, disque tratando de “fortalecer” las instituciones “democráticas”. Vaya contradicción: la Comunidad Internacional sabe muy bien que, en esta realidad que vivimos en la actualidad, su apoyo irá directamente a fortalecer al crimen organizado.

Así las cosas, el pueblo de Guatemala, el pueblo trabajador, el verdadero proletariado, seguirá muriéndose de hambre. La teoría de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, creada por la misma Comunidad Internacional, seguirá enflaqueciendo y, muy pronto, agonizando por inanición. Pareciera que a los países de la Comunidad Internacional, no les importó ni la dictadura, ni el severo daño que ha causado a la Democracia, al Estado de Derecho y a la población guatemalteca.

Quiere que desaparezca el principio de discriminación positiva o la tesis de que las poblaciones vulnerables necesitan el apoyo del Estado, para lograr más igualdad, principio que la misma Comunidad Internacional planteó en las Cien Reglas de Brasilia y que siga la fiesta del año nuevo con los típicos sonidos secos de cohetes y el rico sabor de los tamales calientes. Que siga la dictadura; que el Estado de Derecho siga ausente y que se siga afectando la independencia del Poder Judicial. Esos parecen ser los deseos de fin de año de la Comunidad Internacional.

Ahora que han sido cooptados los tribunales de Mayor Riesgo, la lucha contra crímenes graves como la corrupción y el genocidio, ha recibido un duro golpe. Muchas personas se han autoevaluado y quieren saber qué se puede hacer ante esta situación. Qué puede hacer el pueblo de Guatemala para detener el deterioro progresivo del Estado de Derecho. En mi opinión, lo primero es organizarnos; lo segundo es participar y seguir resistiendo con optimismo y esperanza. Lo tercero, lo más difícil de todo, es construir e implementar un movimiento popular que le dé jaque mate a la Dictadura. Un movimiento popular que termine con la concentración de poder y con las injusticias y persecución que la dictadura conlleva. Estoy seguro que se puede lograr si nos lo proponemos.

Si bien el Pacto de Corruptos logró revertir los tímidos logros que la justicia había alcanzado y afectar los casos paradigmáticos anticorrupción, no todo está perdido. Por ejemplo, entre otros, logró anular la orden de captura que existía en contra del juez corrupto Mynor Moto, así como anular los testimonios en contra de Baldizón y Sinibaldi en el caso Odebrecht. Sin embargo, creo firmemente que no todo está perdido; que no todo ha sido devorado por la tempestad de la regresión. Vendrán mejores tiempos, más democráticos y el Estado de Derecho se recuperará de esta grave enfermedad que le está afectando. Mientras los bosques de Guatemala sigan roncando en las noches frías de nuestro invierno seco y mientras el viento siga doblando sus ramas y produciendo un movimiento que nos llena de placer el alma, habrá esperanza y la lucha seguirá.

Vamos a derrotar a la dictadura. Y aunque las y los magistrados de la Corte Suprema de Justicia de facto reciban semejante aumento injustificado, ilegal, arbitrario y dictatorial y se llenen los bolsillos con dinero robado, que no les pertenece, vamos a derrotar el autoritarismo. La sabiduría del pueblo de Guatemala ha dicho que vamos a resistir y a vencer y así será.

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