Ramón Cadena
Navegar el río Usumacinta, demuestra lo pequeño que es el ser humano frente al poderío de la naturaleza. Los remolinos que la pequeña embarcación va esquivando o partiendo en dos, según lo decida con destreza y rapidez nuestro lanchero Velardino Salvatierra, alias simplemente “Vela”, van quedando atrás, para seguir produciendo en el futuro, olas grandes o bien succionando todo lo que encuentra a su paso para llevarlo al fondo, sumergirlo y ponerlo a soñar. Todos los objetos se convierten en martillos que, clavando el tiempo en el fondo del agua, seguirán produciendo remolinos y éstos, seguirán succionando a golpes el pasado y llevándoselo al fondo del Usumacinta.
El río se hace ancho y manso en algunos casos y en otros se hace angosto y con muchos tumbos, altos y fornidos. Según don Umercindo, este cambio en el perfil del río, es debido a la tala de árboles. “Si no hay árboles, la corriente va desbaratando la borda del río, ya que no hay raíces para detener la tierra”, afirma. “Precisamente, por ello, a este paso angosto le llamamos Raudales del Chico Zapote”, sentencia mostrando el orgullo que siente por su tierra. “Del lado guatemalteco hay chico zapote y sus raíces detienen la tierra.”, remata somatando su machete sobre una piedra.
Vamos río abajo y si seguimos navegando en esa dirección, podremos llegar al punto del mapa en el que el río se despide, nos deja, para ingresar todo él, a territorio de México. “Si seguimos navegando a favor de la corriente, llegaremos al punto en el que deja de ser la frontera que divide a dos países hermanos, para adquirir todo él la nacionalidad mexicana y luego desembocar con su fuerte cauce en la Laguna de Términos y finalmente, en el Golfo de México. Después de un buen tiempo, no sé cuánto, el agua dulce del río se convierte en agua salada de mar. Poco a poco se finaliza el proceso de transformación del agua.”, afirma don Umercindo.
El Río Usumacinta nace en Guatemala y atraviesa varios departamentos, disfrazado de culebra y cambiando su identidad. Misteriosamente, cambia su nombre y caprichosamente, según sea la topografía de los territorios, cambia su curso. Navega con el nombre de Río Negro o Río Chixoy que, en la década de los ochentas, fue robado a sus verdaderos dueños, para utilizar su cauce y generar energía eléctrica.
Con el nombre de Río Negro, navega hacia el futuro en el Departamento de El Quiché y pasa por Sacapulas velozmente. Entra al departamento de El Petén con el nombre de Río La Pasión. Recorre dos países: México y Guatemala, sirviendo de frontera entre ambos. A veces, cuando todavía navega como “Río la Pasión” recibe el apodo de “río manso”, el que no hace tumbos y que avanza con la paz en las manos; el que fue seriamente contaminado por la empresa REPSA en junio de 2015 y nunca se logró curar.
Con su transitar, confluyen varios ríos que se le unen y fusionan, mezclando su esqueleto. El Río Salinas, en el lugar conocido como el Altar de los Sacrificios, en Guatemala y el Río Lacantún, en el lugar conocido como Benemérito de Las Américas, en territorio mexicano. Popularmente, se dice que se unen los tres grandes monstruos y así, el Usumacinta como remolino gigante, inicia su recorrido hacia el Golfo de México, rastreando las huellas que dejó el futuro.
En la década de los ochentas, se construyó la Hidroeléctrica Chixoy, gracias al cauce del Río Negro. Lamentablemente, fue construida con la sangre de los Pueblos Achí, Pocomchí y Q´eqchí ya que provocó las cinco masacres de la comunidad Río Negro. Las y los comunitarios no estaban de acuerdo con dejar sus tierras y cederlas, para construir una hidroeléctrica. Nació rociada de sangre y así, llena de sangre, sigue brindando energía a un sector de la población. Los pocos sobrevivientes de la masacre, tuvieron que desplazarse forzosamente para salvar sus vidas. Parte de nuestra historia quedó sumergida en el fondo del embalse. Centros espirituales, cosechas, viviendas, todo. Hasta la vida de los pueblos quedó soterrada.
Si bien es la hidroeléctrica más grande de Guatemala, muchas familias que viven en pueblos pequeños del municipio de Rabinal y otros, no gozan de los beneficios que trae la energía eléctrica para el buen vivir. En una ocasión, hace años, la visitamos. Nos dio tristeza y al mismo tiempo mucho coraje, ver cómo los altos postes de energía eléctrica rodeaban una comunidad que no tenía el fluido vital y vivía en plena obscuridad y, a veces, a la luz tenue de una candela.
La rebeldía que provoca la explotación y la miseria, hizo que las 33 Comunidades Afectadas por la Construcción de la Hidroeléctrica Chixoy se organizaran y presentaran una solicitud de reparación de daños. La negociación con el Estado de Guatemala, de más de diez años, dio origen al Plan de Reparaciones. Si bien la reparación individual fue concluida, la reparación colectiva sigue todavía pendiente. El gobierno de Giammattei se resiste a cumplir, aun cuando el Plan de Reparación de Daños fue aprobado por el Estado de Guatemala años atrás, con la mediación de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y testigos de honor como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) y algunas embajadas de países amigos como la de Suiza y otras.
El Plan de reparaciones no alcanzó a poner en el banquillo de los acusados al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ni al Banco Mundial (BM), aunque el dinero de dichos bancos sirvió para construir una hidroeléctrica violando los derechos de las comunidades y matando gente. Ambos fueron cómplices del Ejército y del Estado de Guatemala. Sin embargo, las autoridades siguen sin hacer nada para cumplir con el Plan de Reparaciones que aprobaron y firmaron y los bancos guardan silencio.
Llama mucho la atención una de las medidas de no repetición del plan (Cambio Paradigmático). Ésta se estableció para prevenir que en el futuro se construyeran hidroeléctricas sin el consentimiento de las comunidades afectadas. Con dicha medida, se esperaba que la historia no se volvería a repetir. Sin embargo, las autoridades no han mostrado ningún arrepentimiento, ni aprendido la lección y aparentemente, pretenden seguir construyendo hidroeléctricas, sin el consentimiento de las comunidades.
Es así como el Plan Puebla-Panamá y el Tren Maya, es decir, el Plan Neoliberal para América Latina, se pretende implementar, sin el consentimiento de las comunidades que serán afectadas. Ya sabemos que el Neoliberalismo se olvida de los derechos de las comunidades. Eso no está en discusión. Lo que sí está, es que tanto el Gobierno de México como el de Guatemala, sigan pensando en construir tres, dos o una hidroeléctrica, aprovechando el cauce del Río Usumacinta y sin el consentimiento, ni consulta a los Pueblos originarios que serán afectados.
De llegar a construirse, el sitio arqueológico de Piedras Negras quedaría sumergido en el fondo del embalse. Los pueblos aledaños desaparecerían y también sus viviendas y personas. Las autoridades estarían repitiendo la historia de la Hidroeléctrica Chixoy, provocando más desplazamientos forzados y obligando a las personas a migrar al norte, en búsqueda de un mejor futuro. Por ello, construir una o varias hidroeléctricas con la sangre de la gente en el Río Usumacinta es inaceptable. Ni el Banco Interamericano de Desarrollo, ni el Banco Mundial, deberían dar fondos para este proyecto que mata. Esto que digo no es estar en contra del desarrollo. Todo lo contrario: es estar a favor de un desarrollo que defienda los derechos de las personas y que, por el contrario, no los viole.