Ramón Cadena

Llegamos con bastante dificultad simplemente porque “Waze” no se puso las pilas.  Pero llegamos.  Ya nos esperaban cinco periodistas, cuatro mujeres y un hombre, que querían transmitir la noticia sobre nuestra visita a la abogada Virginia Laparra.  Sin embargo, no pudieron entrar al Mariscal Zavala.  Para ingresar a cualquier centro de detención en Guatemala, se necesita que las o los periodistas tengan un permiso especial que les permita entrar con sus herramientas de trabajo. Por ello, hacer un reportaje sobre una persona detenida, no es fácil para la prensa.  Y menos cuando la persona a visitar es Virginia Laparra, ex fiscal de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI) de Quetzaltenango, detenida arbitrariamente en el Mariscal Zavala y perseguida política.  Se le quiere mantener encerrada entre cuatro paredes, para que no “moleste”. Para que no defienda la Justicia.  Para que no se ocupe de la lucha contra la impunidad.

Mi amigo Marco Antonio Sagastume Gemmel camina con pasos largos y rápidos, a ritmo de cumbia y evocando durante todo el trayecto a su familia, a sus nietas, a sus hijas. Lanzando con soltura y sin jactancia, conocimientos en derechos humanos.  Siempre camina rápido.  Desde que lo conozco. Y siempre regala sus conocimientos en Derechos Humanos.  Con generosidad, sin egoísmos.  Más de treinta libros escritos a lo largo de su vida, sugieren con toda certeza que se dedicó a cultivar su intelecto y a estudiar el derecho y la literatura.  Poco a poco, logramos acercarnos a la celda de Virginia.  Me llamó la atención que ya habiendo superado todos los diferentes protocolos de seguridad, de la nada surgió uno más: anotarnos en un libro especial que registra los nombres de las personas que visitan a Virginia Laparra.

O sea que una guardia del Sistema Penitenciario, anota en un libro especial, los nombres y números de identificación de las personas que visitan a esta abogada. Algo que es inconstitucional e ilegal.  No se puede tener registros especiales de personas y este es uno de ellos. Todas aquellas personas que visitamos a Virginia para expresarle nuestro cariño, o para analizar aspectos legales o simplemente para saludarla, quedamos registrados en este libro especial.  Es una mala práctica que viene de la época de la guerra, que deberíamos haber superado ya. Como sociedad democrática que deberíamos ser.  En el contexto de la vigilancia absoluta que existe en Guatemala, esto puede parecer normal.  Sin embargo, en todas las visitas a personas detenidas arbitrariamente que hice en el pasado en otras cárceles del país, nunca vi algo similar: que el propio sistema penitenciario, en forma descarada, haya organizado un registro de tal naturaleza.

La licenciada la parra tiene una personalidad fuerte.  Lo primero que me llama la atención, es que tiene plena conciencia sobre el papel que debe cumplir un abogado o abogada en la defensa del Estado de Derecho.  Sabe que la conducta de las y los ciudadanos se debe regir por el Derecho, para no tener que enfrentarse con la Justicia.  Ella tiene plena conciencia que el ejercicio del poder público, está sujeto al imperio de la ley.  De tal forma que todo lo que haga un funcionario público, sin el respaldo legal, es nulo.  Virginia se emociona al hablar sobre este tema. Gesticula, se ríe, casi llora, vuelve a gesticular, se voltea hacia su litera, toma en sus manos un file y sin decirlo, defiende su profesión, está orgullosa de ser abogada que lucha contra la impunidad, que defiende el Estado de Derecho y sabe que, precisamente por ello, se encuentra arbitrariamente detenida.  Creo que toda su vida profesional ha intentado vencer a la impunidad y establecer la responsabilidad penal de las y los funcionarios públicos que actúan al margen de la ley.

Sus éxitos profesionales no han sido fáciles.  Entró al Ministerio Público por oposición, es decir, se tuvo que someter a diferentes pruebas en las que compitió con otros abogados y abogadas.  Logró obtener la plaza.  Luego, sin llamarlo así por su nombre, sufrió acoso sexual, ya que le hacían la típica insinuación indirecta de “colaborar”, para poder ser promovida.  Se resistió a ello; sin embargo, pasado el tiempo obtuvo su ascenso por méritos.  En su sangre lleva ese afán de hacer justicia.  La prueba que está soportando, siendo perseguida por el propio sistema de justicia, solo la va a fortalecer aún más. Hay que saber sufrir y encontrar el camino que nos lleva a la solución del problema.  Sin embargo, le han robado su libertad.  Aunque sea temporalmente, ya que no es un robo eterno.  Una persona tan entera como Virginia, va a lograr su libertad y va a seguir el camino de la justicia.  La puedo visualizar en el futuro, haciendo siempre ese esfuerzo grande por vencer la impunidad.  Me siento reconfortado porque su temple me asegura que la lucha seguirá con abogadas del nivel de Virginia.

Actualmente, vive en un lugar inhóspito.  Rodeada de lobos que quieren devorarla.  Claro que en este lugar, está mejor que en otros centros penitenciarios.  Sin embargo, se deben mejorar sus condiciones para respetar estándares internacionales relativos a la detención de una persona.  La persecución de que es objeto, ya la afectó a ella y a su familia.  A su madre y a su hermano, quienes también son abogados; a su padre y a su otro hermano, que buscaron el camino de los números, en lugar del largo y difícil camino de la justicia.  Todos ellos tienen el ADN de la cultura de la legalidad en la sangre.  La criminalización que enfrenta Virginia, no sólo la afecta a ella y a su familia.  A mí me afecta, afecta a las y los estudiantes de derecho, de sociología y de cualquier otra disciplina; afecta a toda la sociedad guatemalteca.  Yo, personalmente, me siento frustrado con esta persecución; porque se reprime a una buena abogada y la amenaza el mismo sistema de justicia, el Pacto de Corruptos, el Crimen Organizado.

Ese lugar inhóspito en el que vive, rodeada de lobos con piel de oveja, lo está transformando con amor y sabiduría en su hogar temporal, en su rincón único y predilecto, en su nueva oficina.  La cama superior de una de las dos literas que hay en su habitación, la ha convertido con mucho cariño en su librera y allí ha organizado su biblioteca.  Aproximadamente una docena de libros exponen el conocimiento, las teorías jurídicas y muchas palabras sabias que diferentes autores han hilvanado en forma coherente, hasta terminar siendo las páginas de un libro.  Pronto estará ahí, toda la obra jurídica que Maco ha escrito. Y los de otros autores que yo le voy a regalar y los que otras personas le querrán obsequiar.  El sábado cumple dos meses de estar detenida arbitrariamente y todos sus amigos y amigas le seguiremos llevando libros y otros regalos, para que siga estudiando, aprendiendo y leyendo mientras la justicia irracionalmente enfurecida y sin venda en los ojos, la persigue.

Las paredes de block de su habitación, manchadas por el típico descuido de un centro penitenciario, las ha adornado de diferente forma: con una fotografía y cartas de sus hijas; con un dibujo infantil, pero de mucho contenido social.  Las cartas expresan la admiración de sus hijas, por tener una madre cabal, honesta, legal y luchadora.  El caso de Virginia Laparra expresa esa tortura que se le está aplicando a ella y que se aplica en todo caso de persecución.  Pero también describe muy bien el valor y la energía que ella y todas las personas detenidas arbitrariamente tienen.  No hay duda: la cárcel libera y fortalece el espíritu. Y a quien verdaderamente castiga es a los torturadores.

Falta que el Director del Sistema Penitenciario le autorice tener una computadora, ya que así ella podrá escribir con mayor facilidad.  Necesita la computadora para fines intelectuales.  No la quiere para planear su escape, ni para presentar amparos, que es lo que atemoriza a sus torturadores.  Así es que no deben sentir miedo.  Sus torturadores podrán dormir tranquilos sabiendo que no serán perseguidos; sin embargo, será su conciencia enferma, la que no los dejará dormir.

Virginia sufre persecución y su caso no tiene ninguna razón de ser.  La libertad condicionada debería beneficiarla, ya que ni hay peligro de fuga, ni su libertad condicionada se va a convertir en un peligro de obstaculizar la justicia.  Lo que si va a hacer siempre Virginia, es defenderse con la ley en la mano.  Necesita una computadora.  Y muchas y muchos estamos dispuestos a regalarle una.  Por la computadora no nos debemos preocupar; lo que si es necesario, es que busquemos el permiso del Director del Sistema Penitenciario, para que Virginia pueda tener la computadora en su celda.

Virginia no es una delincuente y mucho menos una delincuente “peligrosa”.  La están tratando como tal, porque la quieren hacer sentir mal.  La quieren oprimir y torturar.  El odio que sienten contra ella, provoca que a todos los que llegamos a verla nos pongan en un registro especial, que no nos quieran dejar entrar con anteojos o con plumas para tomar nota de algún dato curioso.  Es importante que todos y todas sepan que las y los abogados, estamos acostumbrados a llevar, por lo menos, una pluma en la bolsa de nuestra camisa.  También es bueno saber que los anteojos son útiles para ver bien, para leer, para estudiar.  Ni son un arma, ni son letales, ni sirven para el mal. Yo uso anteojos desde los siete años aproximadamente.  Sin anteojos no puedo ver nada.

  • Hay un odio presente en la atmósfera que rodea a Virginia. Éste la quiere mantener en prisión.  Y mi amigo Maco, cuando ya vamos recorriendo el mismo camino pero de vuelta, para salir del Mariscal Zavala, nuevamente me da una lección acerca del perdón.  Hay que aprender a sufrir, pero también a perdonar.  Si no, la vida nos puede poner en el rumbo equivocado.  Mandela perdonó a sus carceleros.  Y Maco, que representó la causa de Mandela en el continente americano, convence hasta a las piedras, para que perdonen a la naturaleza por el frío que trae la noche.  Fue un privilegio haber podido recorrer ese camino sereno y boscoso con Maco; camino que nos llevó a la biblioteca de Virginia Laparra.

La prensa guatemalteca es maravillosa.  Pero no se les deja entrar a ningún centro penitenciario para que cumplan su función de informar.    En el caso de una guerra, las y los periodistas gozan de un estatuto especial.  Hay un derecho de acceso a la información, incluso en caso de guerra.  Y entonces, no entiendo por qué se les veda su derecho a cubrir la noticia en un centro penitenciario.

Me llamó la atención el interés de las y los periodistas de visitar a Virginia Laparra.  Dice mucho de ella y de ellos.  Si alguien quiere o aprecia a una persona, tratará de expresárselo.  Y la prensa quiere hacerlo.  Quiere además, hacer un reportaje sobre este caso de detención arbitraria.  Pero el muro de la impunidad no lo permite y prefiere mantener a Virginia apartada de la prensa; encerrada y apartada de la sociedad, porque es una persona y una profesional, peligrosamente honesta, capaz e inteligente.

 

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