Siendo positivos, vivimos un en país como ha sido señalado por propios y extraños, «divino».
Nuestra querida Guatemala, debido a su multietnicidad, variedad de climas y a la capacidad productiva de su población, ha sido nombrada como el “país de la eterna primavera”, un término bien puesto y merecido, porque somos en verdad una Guatemala hermosa, que se puede comprobar al visitar el país, sus ciudades de colores, con muchas áreas verdes, calles arboladas, que hacen de ellas jardines; barrancos que las circundan y volcanes vigilantes, somos un pueblo pacífico, pero fácil de enojar, que rara vez se envalentona, acostumbrados a respetar, con algunas limitaciones.
La naturaleza nos hace vivir en sintonía con los árboles, introducirnos al verde que nos rodea, que nuestro cuerpo se roce con las hojas de los arbustos que nos transmiten paz, desarrollando la capacidad de ser receptores de un efecto holístico que nos da seguridad y equilibrio en la vida diaria.
Mientras en otros continentes y países, las bajas y altas temperaturas, hacen estragos, aquí, en la mayoría de las regiones de nuestro país, gozamos de climas apropiados, concedidos por la naturaleza, que hasta esconde la basura.
Y qué decir de la herencia de la cultura de nuestros antepasados los mayas, los tlaxcaltecas, náhualts, españoles, africanos, europeos y ahora asiáticos, esta mezcla racial, ha permitido a pesar de los pesares conservar lo que tenemos.
Pero la eterna primavera y nuestra población esconden que andamos en la calle de la amargura, debido a razones históricas y actuales. La mayoría de los guatemaltecos viven en condiciones marginales, sometidos a un estado social de pobreza, provocado por la falta de educación, salud, trabajo y justicia, por falta de visión de gobiernos desalmados y aprovechados, que han aprendido a vivir a expensas de esas ingratas condiciones sociales, no permitiendo la libertad de trabajo digno, ni de los emprendimientos para conseguir el desarrollo, ya que ser empresario en Guatemala es difícil, complicado y perseguido; por todo esto, nuestra juventud ha migrado y los que no, el 25 de junio pasado en la primera vuelta de la elección, con su voto, dieron un manotazo a sistema, recordando el sacrificio de la maestra María Chinchilla en 1944, poniendo a los políticos en problemas, subiendo a la segunda posición de la elección a Bernardo Arévalo, un desconocido.
Hoy, nuestra querida Guatemala tiene una oportunidad, para generar durante los años venideros el desarrollo tan esperado y ojalá en esta segunda vuelta electoral, sepamos distinguir entre lo bueno y lo malo, para tener la oportunidad de elegir un gobierno responsable, capaz, sin ataduras, que nos permita conducirnos por un ambiente de paz e igualdad, para lograr vivir y convivir en una primavera total, que como guatemaltecos nos merecemos. Si esto sucede, el nuevo gobierno puede desarrollar una verdadera identidad guatemalteca que costará mucho, sobre todo por la desarmonía social causada por políticos, falsos profetas y supuestos dirigentes que creen tener la verdad absoluta, limitando nuestra libertad, asustándonos con el petate del muerto.
Para terminar, he visto a los candidatos, llamándome la atención el candidato Arévalo, lo he escuchado, lo siento preparado, respetuoso, amable, natural, alegre, esperamos los guatemaltecos que se rodee de guatemaltecos capaces y honestos y como dice la frase de Gómez Carrillo de hace más de 150 años, “Guatemala, Guatemala si tu clima te gobernara”.