Jóvenes por la Transparencia

post author
Joseph Castillo
Redes:
Substack: https://substack.com/@josephcastillo
LinkedIn: https://www.linkedin.com/in/joseph-castillo-developer

La palabra «genocidio» nace a partir de las cenizas de la tragedia y el horror, una palabra que, desafortunadamente, fue creada específicamente por la persecución y la historia que mi pueblo, el pueblo judío, vivió. Por eso, cuando se nos acusa de cometer genocidio en el contexto de la guerra actual en Gaza, tales afirmaciones requieren una mirada crítica y evidencia sólida.

A menudo, los argumentos presentados se basan en una premisa simplista en la que porque hay muerte de civiles esto implica automáticamente genocidio, sin considerar la intención o el contexto más amplio. Es aquí donde se manifiesta una antigua estrategia: repetir una mentira lo suficiente hasta que se perciba como verdad.

La ironía de la acusación es palpable. Se nos difama por lo que ellos (Hamas) admiten querer hacerles a los judíos. El 7 de octubre fue un recordatorio claro de las intenciones de nuestro enemigo: si tuvieran el control, nos exterminaron sin pensarlo dos veces. Fue el propio líder de Hamas quien proclamó abiertamente su plan de ejecutar estos actos una y otra vez, diciendo: «Israel es un país que no tiene lugar en nuestra tierra. Debemos eliminarlo. No nos avergonzamos de decir esto, con toda la fuerza. Debemos enseñarle una lección a Israel y lo haremos una y otra vez. Esta es solo la primera vez, y habrá una segunda, una tercera, una cuarta.” Las denuncias de genocidio nacen de una incomprensión total del conflicto, fomentada por la propaganda y el adoctrinamiento de este estado islámico extremista.

Abiertamente, nos indican que su lucha va más allá de meras disputas territoriales o descontento por las condiciones de vida; es, sin equívoco, una guerra alimentada por extremismos religiosos. Esto lo podemos ver claramente en su Constitución política. En este documento hace referencia a un Jadiz (documentos religioso que recoge las tradiciones y enseñanzas de Mahoma) que ilustra una visión perturbadora del día del juicio en el que  los judíos se esconderán detrás de piedras y árboles, y estos hablarán para revelar su escondite diciendo: «Oh musulmán, oh siervo de Alá, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo».

Históricamente, esta no es la primera vez que el pueblo judío enfrenta tales adversidades. Como recitamos en la Hagadá de Pesaj, «En cada generación se levantan contra nosotros para destruirnos. Y el Santo, bendito sea, nos salva de sus manos». Aunque no siempre prefiero invocar la intervención divina como explicación, parece ser la única lógica ante la resiliente supervivencia judía. Hemos sobrevivido a los egipcios, a los persas, a los griegos, a los romanos, a los nazis; hemos prevalecido dispersos, en muchas ocasiones desarmados, y después de un Holocausto devastador, los refugiados enfrentaron a cinco países árabes de mayor capacidad militar, y aun así, triunfamos. Salimos de nuestro exilio y regresamos a nuestro hogar, un retorno que fue profetizado en las escrituras judías. La protección divina es, por tanto, la única explicación lógica a nuestra persistencia a través de los siglos.

Podrías pensar, «Ah, este enfoque religioso es porque el conflicto nunca se soluciona.» Pero quiero aclararte: el hecho de que regresemos a nuestra casa, y sea guiado por mi fe, no implica que no quiera paz en la región, en la tierra hay suficiente espacio para vivir en paz con nuestros hermanos palestinos. El judaísmo, en su esencia, promueve la paz y la preservación de la vida. Mis creencias y mi fe no son un obstáculo para este fin; al contrario, son la brújula moral que me guía hacia la construcción de un mundo mejor.

Si piensas que mi enfoque es erróneo o me catalogas de fanático religioso, te aliento a que reflexiones sobre la notable historia de resistencia del pueblo judío, cuyo curso y supervivencia han sido detalladamente predichos por nuestras profecías.

Permíteme ofrecerte un breve resumen de estas predicciones y sus citas: enfrentaremos el exilio (Deuteronomio 4:27) y, aunque seamos pocos en número (Deuteronomio 28:62), nuestra influencia se extenderá ampliamente (Isaías 49:6). Atravesaremos por períodos de persecución (Deuteronomio 28:65-67), pero no seremos derrotados (Levítico 26:44). Y después de milenios de exilio, regresaremos a nuestra tierra ancestral (Ezequiel 36:24).

La precisión con la que estas profecías se han cumplido a través de la historia me hacen concluir que la explicación lógica a nuestra continua existencia no es una mera “coincidencia” sino un plan divino.

Quiero hacer un llamado genuino a nuestros hermanos musulmanes para que renuncien a la violencia y acepten nuestra existencia permanente en la tierra de Israel. No nos vamos a ir a ningún lado. Nuestro deseo es unir fuerzas como aliados en la construcción de un futuro lleno de esperanza. Podemos soñar un mundo sin guerras, un mundo donde «No alzará más espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4). Esta esperanza, este sueño de paz, es el legado que debemos esparcir a través del mundo.

Actualmente, las naciones del mundo se encuentran ante una decisión crítica: convertirse en nuestros socios en la creación de un mundo con justicia, bondad y paz, o escoger el camino del conflicto. Si optan por la alianza, juntos podremos forjar un mundo más justo y pacífico. Sin embargo, si se inclinan por la confrontación, enfrentarán el mismo destino que aquellos que han intentado, sin éxito, subyugar al pueblo judío a lo largo de la historia.

«El cielo y la tierra son testigos de que hoy les he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Yo les aconsejo, a ustedes y a sus descendientes, que elijan la vida» (Deuteronomio 30:19).

Hoy debemos elegir la vida.

Artículo anteriorDetenido tránsito de Palín hacia la capital por accidente de camión
Artículo siguienteLa otra mejilla