Emerson Salguero
Licenciado en Relaciones Internacionales con especialización en Políticas Públicas, Consultor de Asuntos Públicos y programas de Juventudes. Embajador de la Paz por One Young World y la Comisión Europea. Promoviendo la participación ciudadana, electoral y política de las juventudes en la asociación Involúcrate.
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Uno de los requisitos para ser presidente y vicepresidente de Guatemala es contar con 40 años, mientras en otros países de Latinoamérica y Europa la edad mínima es de 35 años. Para optar a ser ministro de Estado se debe tener 30 años, cuando en otros países el único requisito es ser mayor de edad y cumplir con los estudios y experiencia que soliciten.
Guatemala no cuenta con una Ley de Juventudes que promueva nuestros derechos y cree un marco legal que incluya a las personas jóvenes en las políticas públicas y en la toma de decisiones. En el Congreso existen alrededor de 25 iniciativas de ley en favor de las juventudes, sin embargo, no hay voluntad política para discutirlas o aprobarlas.
Por otro lado, según la Unión Interparlamentaria (2019), la edad promedio de las y los diputados de la Legislatura 2020-2024 de Guatemala fue de 47 años y las juventudes menores de 30 años representaron el 6.88%, ocupando 11 escaños de 160 en el Congreso. Mientras que en la actual legislatura 2024-2028 entraron 35 diputados menores de 35 años, representando el 21.88%. Se observa que el avance ha sido mínimo en la participación política juvenil. De acuerdo con datos de 2023 del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), la inversión pública en juventudes es solamente de 5.6% y la mayoría se invierte en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) y en el Ministerio de Educación. Además, únicamente, 113 alcaldías de 340 municipios han abierto oficinas municipales de Juventud. Por otro lado, frases y estigmas por parte de políticos y funcionarios públicos como: “tú qué vas a saber si no tienes edad”, “los jóvenes no tienen la experiencia”, “los jóvenes son irresponsables”, “no me contradigas, aquí el adulto soy yo”, “cuando tengan la edad correcta podrás participar en política”, “la juventud no merece estos espacios”, “los jóvenes están perdidos”, influyen a limitar nuestra participación.
Estos son ejemplos del adultocentrismo estatal y político que ha bloqueado el desarrollo de las juventudes en Guatemala. ¿Cómo queremos hacer el relevo generacional si el adultocentrismo nos impone limitaciones en el Estado y en la política? El adultocentrismo se refiere a la superioridad, hegemonía o cualquier acción o comportamiento por parte de los adultos sobre las juventudes, adolescentes o la niñez, limitándonos los espacios o poniendo en duda nuestras capacidades por el solo hecho de tener menos edad o experiencia. Es cuando un adulto mayor ejerce poder sobre nosotros las y los jóvenes imponiendo su voluntad o autoridad a través de la marginación y la exclusión en espacios políticos, económicos, sociales y culturales; discriminación, estigmatización o faltas de respeto.
La política en Guatemala ha estado dominada por el adultocentrismo. Esto ha generado barreras para las juventudes en el sector público y en la participación política-electoral. Los adultos mayores olvidan que las juventudes tenemos los mismos derechos, minimizan nuestras propuestas e ideas. No nos quieren escuchar o descalifican nuestras necesidades y sentimientos, y se les olvida que ellos y ellas también fueron jóvenes.
La única instancia que representa a las juventudes es el Consejo Nacional de Juventud (CONJUVE). Esta institución no nos representa realmente, su trabajo ha sido ineficiente, lleno de corrupción y los gobiernos de turno lo han utilizado para pagar favores a través de plazas. Mientras que en las organizaciones políticas se crean Secretarías de Juventud de cartón solo para aparentar que incluyen a las juventudes, pero en los listados a concejalías, sindicalías y diputaciones, las personas jóvenes están en los últimos puestos.
Es momento que se haga el relevo generacional, que los adultos mayores comprendan que es importante generar una relación intergeneracional en la que se desarrollen espacios de inclusión para las y los jóvenes. Asimismo, nosotros podamos aprender de las experiencias y trayectorias de los adultos mayores. Es un ganar-ganar en el que intercambiaremos ideas y perspectivas.
Ese discurso de la vieja política “las juventudes no se quieren involucrar”, es una total mentira. Los y las jóvenes nos queremos involucrar, hacer escuchar nuestra voz y servir a Guatemala. Sin embargo, existen pocos espacios para nosotros y los mismos adultos mayores nos han impuesto barreras y no somos prioridad en sus agendas. ¡Juventudes, dejemos de ser espectadores y seamos protagonistas en Guatemala! Necesitamos un relevo generacional. Es momento que las juventudes empecemos a involucrarnos en la toma de decisiones públicas y construir una nueva clase política joven, transparente y capaz de hacer un cambio real en el país. No cometamos los mismos errores de la vieja política.