Jóvenes por la Transparencia

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Deyna Gonzalez
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«Las mujeres pertenecen a todos los lugares donde se toman decisiones».

 Ruth Bader Ginsburg

Hace unos días atrás, pasó una situación complicada dentro del Congreso. Dejando las peleas y el circo que se arma cada día que hay una plenaria, me intentaré enfocar en un evento importante a analizar. El jueves 15 de febrero, el diputado Orlando Blanco por medio de un vivo realizado en el Congreso hizo un comentario soez a una diputada de otra bancada, en este caso a Shirley Rivera.

A partir de allí, las redes se volvieron locas con comentarios felicitando al diputado Blanco por haberse atrevido a decirle eso, mientras que por otro lado estaban quienes defendían a la diputada, haciendo saber como algo imperdonable la violencia que vivió dentro del Congreso.  No, mi interés no va en saber si estuvo bien o mal lo que haya dicho (sabiendo claramente que un Congreso es una representación de las diferentes comunidades y grupos sociales del país y que por lo mismo, todos como guatemaltecos esperamos un mínimo de profesionalidad de parte de los diputados) sino en cómo este escenario en específico dio a relucir la violencia política en contra de la mujer. Pero no solo en cómo esta persona en específico la recibió, sino también en cómo ella misma había sido participe en otras ocasiones en las que se cometía violencia a otras mujeres dentro del Congreso, y cómo entonces las había ignorado.

No poder alzar la voz sobre este tipo de violencias se debe a que las mujeres han sido calladas. Nuestro poder siempre se ha visto limitado por cualquier persona que se sienta superior, ya sea por el puesto, la clase, o los ideales que representa; mientras seguimos siendo violentadas, cuestionadas, oprimidas y desvalorizadas.

Ser mujer dentro de un área en la que el hombre predomina nos ha puesto desde hace mucho en desventaja. En una posición en la que es normal sufrir acoso y violencia, en la que los comentarios se basan en que no lograremos nada a pesar de que cumplamos con los favores que nos impongan, provocando que las mujeres que nos representan en el Congreso, y en otros puestos, nos dejen atrás y no velen por nuestras necesidades.

De esto viene entonces la situación central conforme al evento comentado. Sabemos lo mal que estuvo el diputado al realizar el comentario, pero también nos hizo darnos cuenta de cómo este suceso no es el primero puertas adentro del Congreso, sino que han sido varias las injusticias del pasado cometidas por estas personas que se creen intocables y como antes al ser denunciadas, eran silenciadas porque que una persona tenga características sobre una comunidad o grupo social, no indica que represente sus intereses, necesidades e ideales.

Se acerca el 8 de marzo y espero sea un día de reflexión sobre todos estos espacios que como mujer en algún momento te han afectado, en cómo siguen sin ponerse sobre la mesa verdaderos planes para acabar con esta violencia que nos ha perseguido durante años y que en algún momento nos levantaremos más fuertes de lo que ya somos y nos representaremos como nunca antes nadie lo había hecho.

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