Jóvenes por la Transparencia

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Por: Raúl del Valle 
hrdelvallem@aol.com

La resiliencia puede ser vista como una aptitud o una capacidad, aunque realmente no importa la perspectiva bajo la que sea vista, lo que trasciende es poderla desarrollar para sobrellevar situaciones adversas y superarlas. 

Ahora bien, los problemas y adversidades son muy variados, tanto que, de ser humano a ser humano son distintos, sin olvidar también las complejidades a nivel personal, familiar, colectivo, comunitario, municipal, departamental, regional, nacional e internacional. 

Para poder desarrollar la resiliencia, cada uno lo hace como puede, es válido y natural, sin embargo, dentro de las muchas formas de gestionar la frustración que históricamente se han visto, la sátira y la comedia han sido de las más efectivas para poder aliviar espíritus agobiados por las tribulaciones que implica el simple hecho de existir. 

Personalmente estoy a favor de llorar para liberar presiones del corazón, pero también de reír para liberar las penas que pesan en el alma, y afortunadamente, he de reconocer que tengo un entorno, una comunidad y un círculo de amigos que, aunque la oscuridad me abrume, logran sacar una sonrisa en medio del agobio. 

Guatemala se presta y provee suficiente contenido para poder transcurrir en esta vida, siempre con nuevos sujetos de la comedia, así como también eventos que, si bien rozan la tragedia, si no se les humaniza por medio de la risa, la preocupación, el estrés y la rabia son capaces de consumir al más fuerte de los mortales. 

Construir la resiliencia desde la aceptación y la risa abre una perspectiva, creo yo, muy distinta a la que se construye a través del dolor. Puede ser una frustración personal, sentimental, académica, profesional, familiar, o que involucre a la decadente política guatemalteca, pero con seguridad si se les permite, todas se van a unir para tratar de hundir al espíritu más valiente y altivo. 

Laissez faire, laissez aller, laissez passer, son un conjunto de expresiones en francés que significan dejar ser, dejar ir, dejar pasar, que de la mano con la frase del Premio Nobel de Literatura de 1997 Darío Fo “la risa libera al hombre de sus miedos”, nos permiten verlas como herramientas que no son una verdad absoluta, pero que, si se consultara a la sociedad en general, serían popularmente aceptadas para lidiar con todo lo que sucede en el país y con la vida misma.

No se trata de ser indiferentes y dejar pasar las cosas, mucho menos ponerse en el estereotipo que “el guatemalteco se ríe hasta de sus desgracias”, no obstante, si seguimos permitiendo que el actuar de las y los funcionarios públicos nos afecte tanto desde el dolor y la ira, los esfuerzos colectivos para generar cambios van a seguir quedándose cortos.

Tampoco se trata de insultar o ridiculizar para denigrar, hay que ser objetivos con la sátira que se desarrolla y prospectivos con la comedia que se vive, si, es un chiste de administración publica la que gobierna el país, y si, hay que reírse a carcajadas de la forma ridícula en la que pretenden seguir manejando las riendas de Guatemala, pero ante todo se debe hacer para generar consciencia e informar sobre lo que sucede, reducir las brechas de la información a la que tanto temor le tienen las élites que lucran con la ignorancia.

La desgracia y la injusticia se alimentan de nuestro dolor y nuestro enojo, e incluso las desgracias llegan a tener nombre y apellido, tienen un cargo público, tienen un título universitario o tienen algún grado de consanguinidad con nosotros; a veces toman forma de vicios, de impedimentos naturales o de limitaciones artificiales, en otras ocasiones el mayor problema somos nosotros mismos, siendo crueles, déspotas e inmisericordes con nuestra propia humanidad.

“Transforma en bromas la congoja y el llanto; en una mueca los sollozos y el dolor”, poderosa estrofa que en la voz de Luciano Pavarotti le hace chiquito el corazón a cualquiera y nos demuestra que, si bien la tragedia sucede, ha sucedido y va a suceder, la labor más noble que podemos hacer con nosotros mismos es la de un arlequín, un payaso, brindando luz y risas en medio del dolor.

Tomen los recursos que sean necesarios, ya sean memes, cantar al ritmo de “Mi Primera Chamba” o disfrutar bailando en medio de una avenida principal, reír para no llorar no se trata resignarse, consiste en poner un alto, darse un respiro, levantar la cabeza, y con paso firme decir como “Conito”: ¡Mañana a las 6!

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