Jóvenes por la Transparencia

post author

Por: Norah Sophia Bolívar
Estudiante de Ciencia Política y Periodismo

Las elecciones por suerte tendrán pocos inconvenientes en una verdadera democracia” 
Rousseau

Cuando las democracias atraviesan crisis políticas no es responsabilidad del pueblo recuperar la institucionalidad. ¡Corrupción!  Nos han quitado tanto, que esos ladrones creen que su poder es legítimo y que puede ser perpetuo. Como no les bastó impedir de manera ilegal la participación justa de oponentes “punteros” de las encuestas electorales, ahora, que se les ganó en las urnas, tienen miedo. Con credenciales de vicepresidenta y presidente electos en mano, pretenden impugnar la elección popular y hacer del aparato gubernamental la siempre cloaca de ratas privilegiadas.

Pareciese como si estuviésemos saliendo de una aristocracia para, ahora sí, encaminarnos a la democracia de la que tanto aludimos, como si lo fuéramos; pues cuando ésta pueda ejercerse por voluntad del pueblo, lo será. Porque ahora, después de tanta cooptación, los corruptos se vuelven golpistas de Estado, porque su legitimidad montada, que por tantas décadas les ha sido servil, hoy está cayendo. Porque tienen miedo.

Se pretende que en la “República democrática” de Guatemala haya balance de poder. Con proporciones equilibradas del control de autoridad, con el fin de que no se sobrepase la institucionalidad y al Estado mismo, que funcione adecuadamente. En ese contexto, una de las labores del Ministerio Público debería ser prevenir, cuidar y procurar que no exista ese abuso de poder, pero ¿Quién les custodia a ellos cuando su función más eficaz es incriminar la legitimidad de una elección popular? 

Ni soberanía, ni independencia. Porque Guatemala merece la lucha. Salir de este juego espurio y colonial de burgueses que, en mi opinión, se deberían abolir. 

Consideremos que hemos estado sumidos en una estructura histórica de falsa institucionalidad. Una que parece haber sobrevivido a la colonia y concebido, en su defecto, un intento de país, “la finca”, como le dicen. Con una Constitución creada por criollos para beneficiar a los criollos, sin nosotras y nosotros, sin el pueblo. Obsoleta. Que no está pensada para las mayorías, sino que bajo su manto de sacro-leyes, sólo le llena cada vez más el bolsillo a los nuevos permitidos.

¿»Independencia»? Yo creo que no. Porque nunca les convino hacer partícipe a la sociedad, a la de a pie. Vivimos en dependencia de lo que los criollos, en su momento, impusieron, porque se aprovecharon y lo siguen haciendo, todo a su favor. A cualquier costo mientras les sea útil. Y ahora nosotros estamos encarcelados en una sociedad patriarcal, clasista, machista y racista y quebrantada tanto como para no comprender la necesidad de la plurinacionalidad.

Que esos y tantos más eventos normados hoy permiten que se vulnere el legado ancestral por el que tanto se enaltecen y gritan ¡Mi patria! Y nuestro siempre hartazgo social sobrevive a la espera de que el clamor popular se ejecute. Levantemos las banderas si eso queremos, pero seamos conscientes que hacerlo no quebrantará a esos bastardos que hoy se disfrazan de morales y vigorosos. Porque no son más que individuos irrespetuosos de sus propios juegos sucios, a los que no les importamos ni quitamos el sueño. 

Quizá podamos empezar desde nuestros espacios a gritar que Guatemala, la que conocemos y pretendemos, se abate desde hace tanto, que ni siquiera fuimos conscientes. 

Nos toca darle la mano, y ¡Que se haga la patria!

Artículo anteriorCNE: MP perdió legitimidad por vulnerar votos; exige a la CC restaurar el orden
Artículo siguienteLa función dirimente de la Corte de Constitucionalidad y la crisis política