Jóvenes por la Transparencia

post author

Gabriela Solorzano
IG: @gabrielasolorzano_
Twitter: @GabrielaSol__
Politóloga en formación y activista social.

El proceso de elecciones 2023 se encuentra marchando en la segunda fase, en la que ya es permitido que los candidatos de los partidos políticos pidan el voto a la ciudadanía.
Sin embargo, al estar a 80 días de emitir sufragio para elegir a las próximas autoridades para el periodo 2024-2028, se está viviendo una batalla crucial en el país ya que pareciera que el reinado de la “kakistocracia” no llega a su fin.

Primero, describiré el origen de la palabra kakistocracia, esta proviene del griego kákistos, superlativo de kakos (malo, vil, incapaz), y de krátos: poder o fuerza. Esta refiere a un gobierno formado por los más incompetentes, los cínicos y los menos calificados.
Así también, el Diccionario de Sociología de Frederick M. Lumley (1944) la describe como: “Gobierno de los peores, estado de degeneración de las relaciones humanas en que la organización gubernativa está controlada y dirigida por gobernantes que ofrecen toda la gama, desde ignorantes y matones electoreros hasta grupos astutos, pero sin escrúpulos”.
Guatemala encaja en este concepto al analizar los casos de los últimos gobiernos de turno. Tantos kakistócratas han ocupado investiduras gubernamentales y con esto no me refiero únicamente a los presidentes. Tomemos en cuenta que el gobierno está conformado por tres poderes y lo único que se ha logrado es que el caos y la impunidad estén al servicio de los peores.

La nación necesita a representantes reales que sean capaces de velar, accionar a favor del pueblo. Lamentablemente, estamos todavía con el síndrome de Estocolmo de esta kakistocracia.

Si nos guiamos por los acontecimientos vividos en las últimas décadas, ninguno de los que componen cualquiera de las funciones del Estado goza de prestigio, credibilidad, y valoración. Un legislativo que no ha gobernado en favor de los grandes intereses del país sino en beneficio de las empresas electorales en las que se han convertido los partidos políticos. Existe una crisis de debilitamiento, corrupción y cooptación dentro del organismo ejecutivo y judicial que garantizan la protección y favor de todos sus allegados.

Guatemala es un país que sufre de instituciones que se encuentran frágiles y escasamente pueden funcionar debido a la situación de su sistema. Pero aun así, esto no es impedimento para que sus representantes ejerzan desde la mediocridad. Al final del día, la kakistocracia se caracteriza especialmente por suponer que la realidad es “como a mí se me dé la gana que sea”, “no necesito de formación política”, “no requiero de asesoría con expertos”, “no es necesario respetar la tradición política o las reglas institucionales”. Ocupar una magistratura o la presidencia es lo mismo que un programa de comedia en el que improvisar tiene mérito. Esto encaja perfectamente con el caso de Jimmy Morales, que asumió la Presidencia en 2016 como un outsider de la política, y en 4 años de gestión destruyó los avances del país en la lucha contra la corrupción y abrió la puerta a la impunidad.

Dicho esto, el país no puede seguir improvisando en la administración o creer que las oraciones son suficientes y con ello las cosas van a cambiar. Más que palabras y promesas vacías, se necesitan planeación, discusión, criterio, porque lo político no es para cualquiera.
Pero ya basta de sufrir, el 25 de junio está en las manos de la ciudadanía guatemalteca votar responsablemente para frenar la angustia que tanto nos ha ocasionado la kakistocracia.

Artículo anteriorCierre parcial de estadio de Juventus por racismo a Lukaku
Artículo siguienteHablando de luces y sombras en la política