Jóvenes por la Transparencia

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Norah Sophia Bolivar

Estudiante de Ciencia Política y Periodismo
Bolivarnorah@gmail.com
fcccmarcodeaccion@gmail.com.
Instagram: @nrhsph

¿Por qué usted, querido lector, y yo, estudiante que escribe, vivimos de la manera en que lo hacemos?

Me he cansado lo suficiente de querer levantarme de la mesa en un almuerzo familiar, hacer oídos sordos y visualizar qué tiene de interesante la pared de enfrente. “¿Esa mancha de humedad es nueva o ya estaba?”, Pensar que, si no opino, pronto acabarán de hablar el tema. De repetirme cuál niña de prepa que no escucho y soy de palo, que mis orejas son de pescado. Porque una vez se mediatiza la conversación, mi tía evangélica bendice al presidente: “pobrecito, si tiene los ojitos cansados”. Mi primo, el que sobre todo opina, dice que necesitamos un presidente que convierta nuestros quetzales en bitcoin, que eso nos hará progresar: ¡Se acabarán las mafias! Mi hermana pequeña ve un poco más el teléfono y voltea los ojos: “ahí van otra vez”, murmura. Yo le digo que en una de esas hasta se podría quedar bizca.

Mi abuela tampoco se ha querido quedar atrás, ella dice que necesitamos un presidente que tenga: “las bolas bien puestas”, todavía no descifro a qué se refiere. Mi abuelo le sigue el juego diciendo que es un hijo de tantas. Mi papá no se involucra y permanece callado, los demás parecen seguirle y en una de esas quizá hasta se conviertan en pescados. Y yo… yo, bueno, había visto tanto esa mancha en la pared que hasta parecía que tenía forma. Han pasado algunos meses desde ese día, ¿Que cómo terminé estudiando la ciencia más sucia de Guatemala? Sinceramente, no lo sé.

Si el mensaje aún no ha sido claro, este texto habla sobre la política. La bendita política que rompe amistades, cruza frontera y penetra en el alma de los tíos derechistas. Y no me mal entiendan, no está mal, independiente a su comulgación ideológica, es necesario hablar de política; porque a todos nos concierne. Es el nudo central del Estado en el que se habita. No vamos a dejar de tener la misma sangre por pensar diferente, por cuestionar y preguntar. ¿Qué es eso de la política? ¿Por qué nadie quiere hablar de ella? ¿Qué tanto daño nos ha hecho para llamarla una de las innombrables?

Lo entiendo, hasta cierto punto, pero ¿por qué pretenderíamos tapar el sol con un dedo? No se trata de un “si no lo vemos no existe”. A veces es intermitente, pero está viva y perenne y… es un problema. No por ser y existir como el verbo to be, sino por lo que hacemos con ella. Una ciencia sobre la que muchos opinamos, pero pocos han tenido la valentía de concebirla. No se trata de privar del tema a las nuevas generaciones, ni de pretender que la pared está muy interesante o procurar ser pescados de los sordos que nos hacemos.

Es momento de hablar de política, de aprehender y cuestionar, de incomodar. No sólo ahora y cada cuatro años, debemos tomarla de la mano y guiarla. Ser responsables, críticos, e involucrarnos hasta el cambio. Porque yo no sé ustedes, pero no me veo en algunos años en nuestra ciudad del futuro, manejando cuatro horas diarias para llegar al trabajo. O colapsada porque el sistema nos oprime. O perseguida. Violada. Amenazada. Aterrada. Perdida. ¿Se entiende? Que no nos llegue la factura de nuestras propias decisiones con otro gobierno fallido más. Y sí, la culpa es de ellos, por corruptos y ladrones, pero debemos aceptar que tampoco somos la sociedad ideal. Vivimos tan absortos en nuestro propio cuento sufrido, que nos olvidamos de nuestros deberes ciudadanos.

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