Jóvenes por la Transparencia

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Ignazio de León y Sandra Galicia
Igneo95@hotmail.com y sandraegalicia@gmail.com
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Por años Guatemala ha sufrido una crisis en el sector de la educación pública, bien sabida, conocida, comentada y juzgada por todos los sectores de la población guatemalteca.

Año tras año, se han ido descubriendo alarmantes casos de corrupción y han salido a luz los actores que han permitido que ésta merme los esfuerzos que maestras y maestros realizan para cumplir con su labor educativa, procurando cumplir con el respeto al derecho de educación y cobertura, pero a su vez, sufriendo el olvido de las autoridades a cargo. Sin maestros suficientes para impartir las clases, con infraestructura mediocre, recibiendo poco material para elaborar sus herramientas pedagógicas y sin acompañamiento institucional para la mejoría de la calidad educativa, la educación pública en Guatemala se ha deteriorado en comparación a las pocas conquistas de mejora que se tuvieron en décadas pasadas.

Sonados son los casos de escuelas sin pizarras, sin láminas ni pupitres, algunas hasta sin aulas. Basta con visitar más de un centro educativo público en las áreas rurales y urbanas del país para saber que esto no es mentira. En esas mismas visitas se pueden encontrar escuelas en las que hay un solo maestro para varios grados y centenares de alumnos, algo que impide que los alumnos aprendan bien. Dentro de la falta de acompañamiento institucional es necesario evidenciar que no se han percibido a nivel nacional esfuerzos para la educación intercultural y abordaje de temas sobre identidad, racismo y discriminación. La falta de capacitación y formación para los maestros que no poseen las herramientas pedagógicas adecuadas para comprender y enseñar sobre temas de diversidad es otra de las carencias que han afectado negativamente al corazón de la sociedad guatemalteca como tal. Por años se han denunciado estas carencias y se ha evidenciado el mal que han causado, pero hay un tema álgido que no se ha abordado por completo: la identidad, específicamente la identidad cultural y étnica.

Parte de las reivindicaciones de los pueblos indígenas de Guatemala ha sido la reapropiación de las indumentarias tradicionales, empezando por la niñez y juventud, lucha que se trasladó a las escuelas al exigir que se les permitiese portar su indumentaria en lugar de un uniforme. Además, gracias a los esfuerzos de varios actores de los pueblos indígenas, de educadores, negociadores y legisladores, se logró conseguir que se incluyera entre los recursos didácticos una parte de interculturalidad, con el idioma predominante de cada área. Sin embargo, aun realizando los cambios, niños indígenas siguen sufriendo de racismo y discriminación en las aulas, no sólo por parte de compañeros sino también por maestros. Esto ha sido un tropiezo para la recuperación y el fortalecimiento de la identidad y el respeto a una característica crucial de la sociedad guatemalteca: la multiplicidad de culturas, idiomas y creencias que la enriquecen.

Claro está, algunos maestros se han acomodado a este régimen del tráfico de influencias y corrupción, mientras otros, buscan suplir las carencias para transformar la calidad de vida de las nuevas generaciones. Ahora le toca a la juventud guatemalteca pasar de la identificación y denuncia de estas carencias a liderar los esfuerzos para el fortalecimiento de la educación pública y del énfasis que se debe poner al tema de identidad y racismo, problemas torales de esta sociedad que se deben combatir desde la educación.

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