Luis Fernando Rivera Erazo
luisferiverae@gmail.com
fcccmarcodeaccion@gmail.com
Es trascendental situarnos persistentemente en varios contextos: históricos, sociales, culturales, políticos y económicos, porque eso define las valoraciones subjetivas que podamos exponer sobre un asunto que merezca nuestra opinión.
Históricamente nos encontramos en el bicentenario de los gobiernos representativos, en la jurisdicción de Guatemala, en la que convergen varios grupos sociales: multiculturales y multilingües. Con una transformación que requirió 9 Constituciones, en el período comprendido entre los mil ochocientos y mil novecientos ochenta y cinco, para culminar con un aparato económico sostenido por remesas.
Resulta curiosa la actualidad, porque hasta ahora ninguna forma de Estado fue ejercida más allá de 200 años. Ningún sistema de gobierno fue tan ejercitado como el representativo, ni Guatemala había tenido una Constitución que hubiese durado tanto. No es de extrañarse que se den estallidos sociales, un aumento en la participación ciudadana y un descontento de la población.
Éste es el momento perfecto para negociar entre los diversos grupos sociales, realizar cambios de fondo y principalmente discutir un modelo económico que nos beneficie a todos los guatemaltecos. Uno como el que se discutió en los Acuerdos de Bretton Woods, de mínimos y máximos; mínimo de horas trabajadas, mayor cantidad de producto, de la mejor calidad, con el salario máximo.
Los ideales y herramientas diseñadas para el progreso de los grupos humanos, aplicadas según las características de cada grupo, en la ironía de su contexto. Como las seis reformas generacionales al Código de Comercio, la transformación del Yo Individual, el Yo Social y el Yo Político, y de interrogantes como ¿qué importancia tengo yo ante la sociedad? ¿en qué momento? ¿cuáles son mis responsabilidades?
Pero en cuanto enfrentamos estas interrogantes, las sentimos fuera de lugar. Parece que los dos párrafos preliminares no pertenecieran a una columna sobre actualidad. Nos familiarizamos con conversaciones pendulares, tendientes a polarizar, formar bandos, enfrentar posturas sin precisar que no existe un punto medio que provea soluciones.
Temas como la elección a fiscal general y jefe del Ministerio Público, la agenda legislativa del Congreso de la República, los acuerdos y reglamentos tomados por las distintas entidades descentralizadas en materia fiscal y tributaria, denotan un Estado sediento de recursos, de falta de capacidades técnicas, herido de profundidad por no estar preparado para ningún tipo de elecciones. Esta es la carga que tiene hoy día la Comisión de Postulación, tomar la decisión de contribuir o no a alejarnos del tipo de discusiones que debieran darse en el espacio público, a elegir si ignorar todos los contextos para emitir sus propias valoraciones subjetivas.
No me refiero a afiliarse a un bloque, equipo o grupo social, al momento de valorizar candidatos, tachas o emitir su voto, sino a aportar a que exista un espacio de discusión libre entre sus miembros, dar el ejemplo para que se replique con nosotros los jóvenes esos mismos principios de libertad. A que nos dejen percibir que existe una luz más allá del revanchismo de grupos que no representan a la población. Cada Comisión de Postulación es el ejercicio técnico del electorado y son un sinónimo del dicho: “los gobernantes son el reflejo de su pueblo”.
Mientras no se vea un cambio allí, no existirá en la población. Situémonos como observadores de los procesos de elección, comprendamos su importancia y que sientan la presión del cargo que están ejerciendo al tomar decisiones. Hagámonos la pregunta: ¿cuáles son nuestras consideraciones previas?