Meylin Guisela Mendizabal *
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¿Qué gano aislándome de la vida política y social? El descontento que existe hacia el funcionamiento del sistema político no es de ajeno conocimiento. El asunto está en que éste produce rechazo e indiferencia en la población, lo que genera incertidumbre e intranquilidad porque desestructura nuestra manera de percibir el mundo y las relaciones sociales. Y les pregunto, nuestro silencio y pasividad ¿vale la pena? Al no tomar acciones, lo único que logramos es favorecer la ilegitimidad, potencializar la desigualdad y la segregación social. Ser ciudadano implica aprender a asumir compromisos y derechos de libertad e igualdad para materializar la democracia, la inclusión y la preservación de la paz.
La construcción de una cultura ciudadana fortalece el desarrollo integral y equilibrado entre el Estado y la sociedad civil. Como jóvenes, nuestro deber como ciudadanos tiene un significado exorbitante, el problema es que a veces nos cuesta comprender que nuestra participación cívica y política es clave para lograr vínculos eficientes en la solución de los problemas. No nos centremos solo en cuestiones específicas de interés personal, seamos una generación que con entrega, interés y empeño busca mejorar la calidad de vida de nuestro entorno.
Quiero enfatizar algo que en una cátedra de la universidad me enseñaron y que marcó mi percepción, cambiando mi forma de actuar. La ciudadanía no está sujeta a un documento que nos indique ni registre en un determinado territorio. Si bien antes se aludía, en exclusiva, a la pertenencia en el sentido de nacionalidad; hoy en día se ha llegado a comprender que nuestra identidad trasciende las fronteras nacionales, que la población en cualquier parte del mundo está siendo amenazada por diversos factores interdependientes y que nuestras acciones repercuten a nivel mundial.
Con lo anterior, no quiero decir que este enfoque busque la alineación hacia nuestra identidad local, más bien pretende que desarrollemos actitudes de empatía y compromiso hacia las diferencias históricas, geográficas, sociales y políticas, el medio ambiente y la diversidad que converge en el mundo. Como estudiante de Relaciones Internacionales, yo creo en la ciudadanía mundial; considero que nuestro deber está relacionado con actitudes que van más allá de nuestro origen y condiciones de vida en pro de la defensa de la igualdad de derechos para toda la humanidad, con esto, me refiero a la construcción de una consciencia sin discriminación de raza, género, religión o ideología que fomente el respeto personal y el respeto entre personas, sociedades y entornos de todo el mundo.
Quiero citar las palabras que Miguel Ángel Revilla, en su libro La Jungla de los Listos, escribió, “son los ciudadanos comprometidos con un mundo mejor los que impulsarán los próximos cambios. Y ese mundo mejor no solo es necesario, también es posible”. Entonces ¿por dónde iniciamos? Informémonos, comprometámonos y seamos reactivos con respecto a las cuestiones mundiales en los planos local, nacional y global. No seamos indiferentes, nuestra responsabilidad no tiene límites geográficos.
Hoy, la oportunidad de reparar el mundo la tenemos nosotros, la juventud, quienes, con la experiencia en los errores cometidos por las generaciones anteriores, lo podemos lograr. Con el cúmulo de conocimientos actuales y, el manejo de nuevas tecnologías, tenemos una vasta cantidad de recursos para un mundo mejor, en todos los aspectos, solo debemos aceptar el reto con convicción y responsabilidad. Desafiemos la ignorancia e intolerancia, desarrollemos argumentos y expresemos nuestras opiniones.
– *Soy estudiante de Relaciones Internacionales y he asumido mi responsabilidad de acciones en dirección de una mayor igualdad. Creo firmemente que, intercambiando ideas, todos podemos alcanzar la libertad y justicia anhelada.