Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.gt
@ppmp82
Estamos en plenas elecciones y poco hemos podido conocer de cómo los candidatos a diferentes puestos planean enfrentar el rosario de retos que como sociedad tenemos.
Para los medios resulta un verdadero reto cubrir estas elecciones con información que agregue valor, porque son demasiados los candidatos, los partidos y no alcanzan las manos para cubrirlo todo en tan poco tiempo.
Pero una de las cosas que yo siempre he creído que la sociedad debe evaluar a la hora de votar es entender de qué han vivido los políticos en estos últimos 4 años.
A muchos no se les conoce una empresa que lideren o de la que forman parte, un empleo o servicios que puedan haber prestado y la mayoría de candidatos viven de forma muy cómoda y por tanto a mi juicio es un cuestionamiento válido.
Saber cuáles son las fuentes de ingreso de quien estará a cargo de manejar (vía sus ministros) tantos millones de quetzales, es clave porque quien no es eficiente o cabal en lo poco, jamás lo será en lo mucho.
El modelo del partido empresa es real en nuestro sistema porque muchos pagan millones a los “partidos” y/o sus autoridades para acceder a las candidaturas (principalmente de diputados y alcaldes) y otros usan sus partidos como vehículos para que sea la vaca lechera de su grupito y en ambos casos, los espacios para la gente más capaz quedan comprometidos porque pocos se quieren meter a un mar que quema y mucho.
Dicho lo anterior, una de las posibles fuentes de ingresos de esos políticos que se pasan en la llanura 4 años es aquel fruto de la venta de candidaturas, de los negocios que sus diputados hacen desde el Congreso de la República y en especial aquellos que entran a los círculos de confianza de quienes reparten las obras como que fuera dinero propio.
Los candidatos, especialmente los presidenciables, deberían tomar la iniciativa de mostrar de qué han vivido estos últimos 4 años porque eso debería ser un signo que la sociedad busque para entender si la gente llega a servirse o a servir.
Siempre he creído que el político que se pasa “preparando” 4, 8 o 12 años para llegar al poder, debe ser transparente en cómo se ha sostenido todos esos años. En Guatemala debemos mejorar en las inversiones en capital democrático (financiar un partido o un político por ejemplo) para hacerlo de forma abierta y contribuir así al fortalecimiento democrático.
Más ahora cuando sabemos que el dinero del narcotráfico es el gran elector en un sistema en el que no hay institucionalidad suficiente para lidiar con este fenómeno, debemos hacer los mejores esfuerzos para encontrar a futuro los mejores caminos para reformar el tema electoral y recuperar la dignidad en el qué hacer político.
Poca gente quiere participar porque nadar en ese mar tan turbio es empeñar el nombre de la familia por el resto de la vida, pero si en realidad queremos tener una mejor sociedad y un aparato estatal con cultura de servicio, los ciudadanos nos debemos ponernos de acuerdo en el cómo, para presentar en conjunto las reformas que nos permitan mejorar el sistema y así lograr que la mejor gente se ocupe del tema político.