Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.gt
@ppmp82
Entre el presidente Alejandro Giammattei y el diputado Aldo Dávila se han dicho muchas cosas y ahora estamos frente a la tramitación de un proceso de antejuicio en contra del congresista toda vez que la Corte Suprema de Justicia (CSJ), afín al oficialismo, le dio trámite a la petición del mandatario.
El ir y venir ha sido de ambas partes porque todos nos acordamos del “famoso” esperpento que Giammattei le dijo a Dávila en cadena nacional, luego de que el congresista refiriera que había un subregistro de enfermos de COVID.
Después de eso se han dicho muchas cosas. El Presidente en su querella hizo referencia al tema de las preferencias sexuales y dijo que Dávila asume cosas de él en función de eso. Dávila también tiene una preferencia sexual que no es secreto para nadie y por eso hay muchos que dicen que este es más un pleito personal que un tema de Estado.
Ahora el Gobierno refiere que el Presidente tiene derecho de defenderse porque lo que dice el congresista le afecta como persona y es aquí donde se abre el debate de manera profunda porque Giammattei es famoso por sus expresiones de hijo de tantas para arriba en llamadas y reuniones.
Lo que pasa es que si alguien no es parte del oficialismo, nada les caminará en las cortes que Giammattei y su Centro de Gobierno dominan. Nadie debe, sin importar su cargo, aguantar actos que le deshonren.
Dejando eso claro, tanto derecho tiene un Presidente como lo tiene un ciudadano que ha recibido las madreadas y gritos de un mandatario que “madrea” cuando se le da la gana. En Guatemala, no hay delito cuando alguien se exprese de los actos en el ejercicio de un cargo público.
El uso de la libertad de expresión y de las prerrogativas de los funcionarios deben ejercerse con responsabilidad, pero eso nos aplica a todos y por eso que no deja de llamar la atención que Giammattei busque un refugio legal cuando él se dedica a despotricar con quien se le ronca la gana.
Guatemala es un país “conservador” cuando conviene y ahora somos espectadores de una situación entre dos políticos que se dicen cosas más personales por sus coincidencias en las preferencias que por temas de país, como si no tuviéramos suficiente para hablar y debatir.
No comparto muchas de la formas de Dávila pero tampoco comparto que ahora Giammattei se quiera hacer el que nunca ha denigrado a nadie. Un Presidente debe liderar con el ejemplo e incluso hay quienes dicen que este asunto se debe tramitar de manera transparente y objetiva porque de lo que se resuelva en esto, dependen muchos derechos y las maneras en las que los ciudadanos los ejerzan.
El país tiene tantos retos y la gente tantas necesidades, que la verdad es que el debate no debería ser cómo se expresa el uno del otro, sino lo que significa tener cortes aliadas al oficialismo y la manera en la que abordamos los retos nacionales para darles soluciones integrales y desde la raíz.
Al ciudadano que hoy está viviendo sus últimas horas en el país porque sabe que mañana emprende camino a Estados Unidos a buscar mejor suerte o la familia que vive un una montaña y no sabe que comerán en unos días, les vale madre qué se digan y que preferencias tengan pues ellos necesitan que los políticos jueguen su rol.
Debemos ejercer los derechos con responsabilidad y debemos ser consecuentes. Si alguien no le gusta que lo denigren no debe denigrar a nadie, por muy Presidente de la República que sea y por mucho que el diputado tenga sus formas, debe también liderar con el ejemplo y el respeto para con las personas porque con malas formas solo complicamos más el país.