Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez

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@ppmp82

El fin de semana pasado fue de lujo para los amantes del futbol. El sábado 10 la final soñada de la Copa América entre Argentina y Brasil y el domingo 11, la final de la Eurocopa más esperada de la historia (se retrasó un año por el COVID) entre Inglaterra e Italia.

Conforme pasan los años uno vive de forma distinta su fanatismo y además entiende que a través de esas vivencias se forma a los hijos y por eso ante la pregunta de, ¿papá por qué no estás triste que perdió Brasil?, la respuesta fue sencilla: en la vida, a veces se gana y otras se pierde y hay que aprender a vivir con ambas situaciones y ahora, hay cosas más importantes y muchas más para solo darle gracias a Dios”.

El sábado Messi le puso fin a su sequía y por mucho que el argentino no es Santo de mi devoción, supe apreciar su euforia porque solo los que hemos estado abajo, pateados y dados por muertos, entendemos lo que se siente cuando uno logra lo que muchos pensaron que era imposible.

Y así como Leo acabó con su maldición, Inglaterra podía hacer lo propio al día siguiente y la final de Wembley se presentaba como la gran oportunidad para una selección inglesa que se había caracterizado por la unidad de sus jugadores y por el apoyo de las causas justas, entre ellas la lucha contra el racismo.

El futbol no es de merecimientos si no de meter la bola en el arco e Italia hizo lo propio lo que tiene un mérito enorme porque solo hace unos años ellos empezaron su proceso de renovación con más dudas que certezas y cuando Gianluigi Donnarumma paró el penal, fue la culminación de una larga y dura pero satisfactoria etapa.

Y así como fue la culminación de una para Italia, para Inglaterra supuso el comienzo de una más cruel: luchar contra el racismo a sus jugadores. Los tres futbolistas que fallaron los penales ingleses son afrodescendientes y cuando se tenía la oportunidad de forzar la muerte súbita en los penales, Bukayo Saka caminó hacia el manchón del penal, sin saber lo que se le vendría encima.

Una avalancha de los comentarios más racistas que pueden existir y que fueron amplificados por aquellos en el mundo que siguen usando la raza como medio para descalificar a pesar de saber los efectos que eso genera en las personas que son víctimas de tales abusos.

Fieles a su estilo, los jugadores de Inglaterra se lanzaron en su apoyo y luego vino la avalancha de regreso con el apoyo que busca situar a los desubicados sociales como lo que son.

Pero uno de los puntos que hizo Saka cuando apareció en las plataformas sociales, giró en torno a lo que pueden hacer las mismas redes para detener conductas como esas y por ello surge el debate de si las redes deberían hacer algo con aquellos que buscan denigrar a la persona por el color de su piel, como han hecho con las publicaciones relacionadas al COVID.

“A las plataformas de redes sociales, yo no quiero que un niño o un adulto tenga que recibir los comentarios hirientes y llenos de odio que yo, Marcus y Jadon recibimos esta semana”, dijo Saka. “Supe en el instante el tipo de comentarios de odio que estaba a punto de recibir y es una triste realidad que sus poderosas plataformas no están haciendo lo suficiente para detener estos mensajes”, se lee en una parte de su post de Instragram.

 

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 Los guatemaltecos somos parte de una sociedad que en muchos casos sigue viendo la vida de los indígenas como un lastre y cuando uno ha platicado con alguien que ha vivido ese racismo en carne propia, se entiende los impactos y las dimensiones de la irracionalidad.

En este planeta todos estamos llamados a asumir nuestro papel. Los ciudadanos del mundo tenemos la harta obligación de detener las formas de racismo y discriminación. Siempre es bueno pensar, ¿qué diríamos si uno de nuestros hijos estuviera en los zapatos del que sufre por el racismo?.

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