Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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En Estados Unidos hay varios escándalos políticos que captan la atención no solo de los medios sino de la opinión pública. El más reciente es el de los documentos secretos que debieran estar en el Archivo Nacional y que fueron encontrados en las oficinas privadas de Joe Biden, lo que lo coloca en idéntica posición a la de Donald Trump con lo encontrado en Mar-a-Lago, por mucho que los abogados de Biden se apresuraran a devolverlos al encontrarlos. El principio relacionado con el trato que debe darse a esos documentos es el mismo para quien fue Vicepresidente y los guardó en su oficina o para el que fue Presidente y los llevó a su residencia en Florida.

Pero el escándalo de moda actualmente es protagonizado por George Santos, un joven político republicano que fue electo para la Cámara de Representantes por un distrito históricamente demócrata del Estado de Nueva York. Y es que una investigación del New York Times mostró que todo, absolutamente todo, lo que presentó como su historial de vida fue un descarado invento, no obstante lo cual él afirma que no piensa siquiera en renunciar y el recién electo líder de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, le ha dado su aval para que continúe para mantener la raquítica mayoría de su partido.

Santos mintió sobre su vida personal afirmando que su abuela murió en el Holocausto de los judíos, que su madre murió en el ataque del 11 de septiembre, además de falsear todo sobre sus estudios, sus éxitos profesionales, su matrimonio y preferencias sexuales, entre otro montón de cosas. Según lo que ha podido esclarecer el escrutinio de la prensa y de otros políticos, de todo lo que presentó en las varias hojas que contenían su historial de vida, lo único cierto es que George Santos tiene 34 años de edad. Todo lo demás es pura mentira, pero, a pesar de la abrumadora evidencia del engaño y de que los mismos republicanos del distrito donde fue electo piden su renuncia, él seguirá en el Congreso.

Y digo que es el político por excelencia porque tristemente cada vez más se confirma aquello que algún día dijo Alfonso Portillo en una entrevista radial después de entregar la presidencia. Político que no miente no gana elecciones, dijo el exmandatario y cuando vemos el récord y la historia de nuestros políticos nos damos cuenta de esa triste realidad. Basta repasar lo que fueron las tantas campañas de Giammattei para llegar a la presidencia para ver que Santos no es algo extraordinario, sino simplemente uno más dentro de la caterva de quienes se han adueñado de la política en el mundo. Si le aguantaron a Trump ser presidente después de haber dicho que podía agarrar a cualquier mujer de sus partes íntimas, por qué no van a quedarse con un Santos que dijo estar casado con una mujer y en realidad lo que tiene es un “esposo”.

Aquellos viejos valores que hacían prestigiosos a nuestros políticos hace un siglo han pasado a la historia y ahora los valores ya no son un mérito sino un lastre que impide moverse en las procelosas y turbias aguas de la política. Muchos de los nuestros deberían mandar a hacer un pin con la foto de Santos y colgárselo orgulloso en la solapa, porque su descaro y cinismo lo elevan a la categoría de héroe.

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