En el mundo se está viviendo una nueva ola de contagios del Covid-19 con sus ya muchas variantes y Guatemala no es la excepción, aunque hay que tomar en cuenta el déficit de vacunación existente aquí, como consecuencia de la incapacidad absoluta de las autoridades para llevar la inmunización a todos los rincones. La vuelta a la normalidad que tanto esperamos se dio hace ya algunos meses y se volvió a vivir la vida como antes del 2020, dejando atrás todo tipo de precaución y cuidados, sobre todo confiando en que, aunque todavía hay cepas nuevas en el ambiente, el efecto de las mismas no es tan mortal en el mundo, en lo que tiene algo de influencia el hecho de la vacunación que llegó a ser masiva en tantos países.
En esta última semana hemos visto la proliferación de casos que, para la mayoría de los contagiados, no pasa de ser como una gripona, tal y como dijo aquel que les conté en mal momento. El caso es que para los vacunados y que no tienen alguna de las dolencias que contribuyen a hacer más grave la enfermedad, rápidamente se sale de ella sin complicación alguna y con un poco de reposo, la vuelta a la vida normal es relativamente rápida.
Pero hay que tomar en cuenta que siendo los síntomas tan leves, mucha gente no se aísla ni deja de realizar sus actividades normales sin siquiera ponerse una mascarilla, lo que hace que la posibilidad de contagio sea mucho mayor que con aquellas otras cepas que tiraban a todos los pacientes en la cama. Personalmente creo que la mascarilla sigue siendo una molestia pero que es un mal menor y que vale la pena, sobre todo cuando se produce una nueva ola de contagios, volver a utilizarla no sólo para no contraer la enfermedad sino también para proteger a otros, porque hasta los que no sufren síntomas pueden propagar el virus.
Seguir usando la mascarilla es tan válido como el dejar de hacerlo puesto que no hay ninguna norma que obligue, pero tampoco alguna que la prohíba. Y queda en cada quien, en ejercicio de su libertad, decidir si la sigue usando, aunque no faltan los que pretenden imponer su criterio, cuestionando a quien usa mascarilla o criticando al que no la usa. En este mundo lleno de intolerancia no llegamos a respetar las decisiones de los otros y muchos pretenden imponer su criterio hasta de manera grosera. Recientemente, en un funeral, una odontóloga llegó a dar el pésame usando su mascarilla y un médico impertinente empezó a criticarla airada y de forma impertinente. Por supuesto que lo hizo con una mujer, porque con un hombre no se hubiera atrevido a comportarse de manera tan vulgar.
Para vivir estas fiestas en paz tenemos que convivir en medio de esas diferencias de criterio y respetarnos mutuamente. Tanto derecho tiene alguien a usar mascarilla como otros a no usarla y ganamos mucho siendo tolerantes ante quienes tienen otros puntos de vista.