Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La humanidad entera se ha hundido en una polarización sin precedentes y las divisiones se producen tanto por temas profundos como por los que no tienen ninguna importancia pero que se abordan desde la perspectiva de la más absoluta intolerancia. Abundan las expresiones que demuestran que todo mundo tiene que aceptar la postura del otro sin chistar, simplemente porque a él se le da la gana y lo vemos desde los comentarios sobre la copa del Mundo y la preferencia por algunos equipos o jugadores, hasta en asuntos de mayor trascendencia como el rumbo que lleva nuestro país.

Algo tan sencillo y elemental, dicho por Benito Juárez en 1867, es lo que nos hace falta a todos. En efecto, el respeto al derecho ajeno es la paz y si tan solo hiciéramos un mínimo esfuerzo por tener ese necesario respeto por las ideas, actitudes o expresiones de los demás, se evitarían muchísimos problemas y el mundo podría caminar por un mejor rumbo. Tanto entre las naciones como entre los individuos, la certeza de paz deriva de que unos y otros aprendamos a hablar, respetando las discrepancias que ocurren en la vida diaria y también aquellas diferencias de criterio que pueden tener orígenes tan profundos como la religión o la política.

No se puede pretender la uniformidad de pensamiento porque ni siquiera en las más férreas dictaduras se puede lograr que todos piensen y actúen igual. La libertad es la esencia misma del ser humano y siempre hay diferentes puntos de vista sobre cualquier tema que pongamos sobre la mesa de discusiones. ¿Por qué no podemos sentarnos a platicar sobre las distintas vías que se presentan para resolver los problemas nacionales o para entendernos sobre nuestras preferencias en una cosa tan sencilla como los deportes?

Lejos de abonar el camino para que la tolerancia nos permita un diálogo en el que se puede demostrar que nadie tiene la verdad absoluta y que, aun en los más opuestos a nuestra línea de pensamiento, hay elementos valiosos que se deben discutir y aprovechar. Pero preferimos tirarlo todo por la borda, simplemente porque nos hemos vuelto tan intolerantes como caprichosos, pretendiendo que todo mundo respete MI derecho a ser como se me da la gana, pero sin tener ni siquiera una pizca de respeto al derecho de los demás para también pensar o actuar como quieran.

Por supuesto que puede haber muchas cosas que causen molestia o desagrado, pero eso no debe ser jamás motivo para que entremos en una disputa irracional que no pretende resolver nada, sino tan solo dar rienda suelta a desahogos o enojos que, si recapacitáramos, nos daríamos cuenta de lo infantil de muchas de las posiciones que generan las más tremendas disputas.

Insisto en que la solución es tan sencilla que basta tomar en cuenta el consejo que nos dio a los individuos y a las naciones Benito Juárez para poder convivir sin entrar en esos conflictos que pueden llevar a tanta gente al odio que es tan destructor. ¿Por qué no podemos abordar nuestra realidad sin ver en el otro a un enemigo? Tristemente han triunfado los que se encargaron, maliciosamente, de armar esta polarización que ahora domina a la humanidad y nos hemos dejado llevar por esa terrible manipulación.

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