Atendiendo una invitación del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, Alejandro Giammattei partió sin grandes aspavientos para dirigirse a ese país que se encuentra envuelto en una feroz guerra con la Rusia de Putin, a la que pertenecen no solo los que vendieron la vacuna Sputnik V a Guatemala, sino también los generosos donadores de la célebre alfombra que no perseguía precisamente mejorar la decoración de la residencia del gobernante y su especial compañía.
En el concierto internacional es masiva la solidaridad con Ucrania ante la terrible, violenta y poco efectiva agresión del ejército ruso y Guatemala se ha sumado, expresando de diversas formas su respaldo al país objeto de una de las más brutales invasiones de los últimos tiempos y, desde luego, hace bien su presidente de viajar para expresar su solidaridad no únicamente con Zelenski sino, sobre todo, con el pueblo ucraniano que está resistiendo, bajo un acertado liderazgo, al todopoderoso ejército heredero de todo lo que acumuló en sus tiempos soviéticos.
Por supuesto que cuesta creer en la sinceridad del apoyo a Ucrania y de repudio a Rusia y a Putin cuando es tanto lo que el mandatario y el centro de su gobierno le deben a las mafias rusas que invierten en Guatemala y hacen negocios no solo en el campo de la minería sino también en el de la venta de la inútil vacuna que ni siquiera mereció la aprobación de la Organización Mundial de la Salud y que vino a sumarse a las millonarias donaciones recibidas que terminaron por vencerse, sin llegar a la población. Todo ello gracias a la eficiencia de las campañas informativas que hizo el Ministerio de Salud para llegar a todos los rincones del país, exceptuando a la población indígena, tal vez porque el gobierno considera que el indigenismo es un instrumento de la dominación gringa.
Si tanta es la solidaridad con Ucrania, Guatemala debería adoptar medidas como las que han tomado en otros países con esos multimillonarios conocidos como los “oligarcas rusos” que han invertido alrededor del mundo y que han sido despojados de sus propiedades por los países que de verdad repudian la agresión ordenada por Putin.
Y es que apoyar a Ucrania pero seguir transando con los rusos es incompatible. Se es o no se es. En el caso de Guatemala es obvio que Giammattei no dirá absolutamente nada a su colega ucraniano de esos dos negocios que se hicieron públicos y que conoce todo el mundo. Uno, el de las vacunas, que costó un ojo de la cara al país que no denunció el contrato, ni siquiera cuando se hizo evidente que no lo iban a cumplir. No digamos el otro, el de la alfombra, que terminó obligando a la leal Consuelo Porras a despedir a Juan Francisco Sandoval porque la FECI había recibido una denuncia concreta sobre cómo llevaron el dinero a la casa de Giammattei.
Y a los rusos poco les importa el viaje presidencial porque lo que les interesaba con los sobornos lo han logrado, y con creces, por lo que se harán los papos de esa visita protocolaria que finalmente es un paseo turístico.