Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Anoche, viendo noticias del condado de Collier en Florida, me enteré de la captura de un médico en la ciudad de Naples, acusado de defraudar a sus pacientes ordenándoles exámenes de diversa clase y elevado costo que no eran en absoluto necesarios, pero por los cuales los laboratorios y centros de diagnóstico le pagaban mensualmente una “comisión” de lo que cada uno de esos pacientes pagaban.

Y digo que me llamó la atención que en Estados Unidos se persiga a los médicos que incurren en esas prácticas porque me consta que es algo totalmente “normal” para algunos profesionales de la salud en nuestro medio y que muchos laboratorios, con algunas muy honrosas excepciones, remuneran a los galenos que bondadosamente les remiten a sus pacientes para que se hagan toda una batería de exámenes.

Hace muchos años, unos cuarenta por lo menos, mi suegro, el doctor Carlos Pérez Avendaño, recibió en un sobre un cheque que le enviaron de un centro de diagnóstico a donde uno de sus pacientes había ido a hacerse exámenes en lo que sin duda eran los primeros tanes de la práctica. Inmediatamente se comunicó con el dueño del laboratorio, a quien conocía y trataba como amigo, para decirle que estaba enviando de vuelta el dinero porque le parecía incorrecta esa práctica que, de manera directa, afectaba a su paciente porque era más que obvio que los exámenes le salían más caros porque del precio se estaba apartando una cantidad para “gratificar” al médico.

Pero algunos colegas suyos, inclusive algunos muy cercanos, no tenían ni tienen tal remilgo y hasta se dan el lujo de no cobrar por las consultas, lo cual agradece el paciente que, además, se siente en muy buenas manos porque “se nota que este médico es dedicado y va a fondo ordenando una retahíla de exámenes”. Lejos están de saber que la “caridad” del galeno no tiene nada que ver con eso que llaman juramento Hipocrático, sino que es más bien el comportamiento hipócrita y ambicioso lo que los lleva a actuar de esa manera.

Desafortunadamente el tema de la corrupción carcome a la sociedad y no solo se da entre los políticos y las mafias, sino también entre profesionales que se dicen honorables pero que extienden graciosamente la mano para recibir lo que no puede sino calificarse como mordida que dan, en este caso, los laboratorios para asegurarse no solo el flujo de pacientes, sino para garantizar que esos médicos sobornados ordenen muchísimos exámenes sabiendo que mientras más explotan al paciente, más dinero recibirán a fin del mes.

El problema mayor es que se ha creado una especie de cultura que favorece esas prácticas y deja de verlas como algo malo porque son tan comunes que ya no molestan. Cuando Jimmy Morales tuvo que explicar en un canal gringo lo de las facturas falsas que habían dado sus parientes al Registro de la Propiedad, dijo cabalmente que eso era parte de “nuestra cultura” y la verdad que es fácil encontrar en la vida cotidiana y en muchos de los oficios esa tendencia a recibir lo que se califica como comisiones o compensaciones y no como lo que realmente son, es decir mordidas que, cuando se dan entre periodistas se conocen como fafas.

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