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La Conferencia Episcopal se pronuncia sobre el actuar de los tres poderes del Estado. De momento, la presidencia de Alejandro Giammattei rechazó el análisis realizado. Foto La Hora/Presidencia

A pesar de sus constantes coqueteos religiosos para encubrir tanta porquería, el gobierno no pudo ocultar la enorme molestia que les causó el certero y preciso comunicado de la Conferencia Episcopal de Guatemala que reúne a la más alta jerarquía de todas las diócesis del país. Y es que sin tapujos ni lenguaje alambicado, que se ha usado en algunas ocasiones, los prelados señalaron el efecto terrible que la corrupción tiene en la generación de pobreza y sufrimiento para los guatemaltecos.

Les gusta que algunos líderes religiosos se presten a las maniobras propagandísticas del gobierno y hasta se entusiasmen aplaudiendo en la tarima, como lo hicieron el Nuncio de Su Santidad y el Arzobispo cuando se proclamó que Guatemala era la Capital de la Vida y de la Familia. Prelados que no ven a tanta gente que muere no solo en los hospitales porque la corrupción los tiene hundidos, sino literalmente de hambre por la desnutrición y no digamos la violencia. Tampoco repararon esos religiosos en las familias que se desintegran por la migración que es forzada por las carencias derivadas de la ausencia de políticas públicas para promover desarrollo humano.

Precisamente de eso hablaron ahora los Obispos en el último comunicado de la Conferencia Episcopal y eso los sacó de sus casillas, al punto que el vocero dijo que estaba “lleno de elucubraciones” que el gobierno “aclaraba y rechazaba” ese documento que habló de la desnutrición infantil, de los índices de violencia, de las inequidades económicas y, con énfasis, de la necesaria aplicación transparente de la justicia.

Los obispos dijeron que “Guatemala sigue mal y en muchos sentidos se deteriora. El funcionamiento del Estado y de la democracia depende de la objetividad en el orden constitucional y los órganos en los que éste se expresa, como también de las leyes subalternas y ordinarias que regulan su funcionamiento y el de la sociedad.” Todo ello es imposible cuando la institucionalidad ha sido capturada por los corruptos y los Obispos lo hacen ver con mesura, pero con firmeza, y la alusión al control del orden constitucional es un claro mensaje sobre el papel de la CC.

Disponiendo de un sólido coro religioso que aplaude lo que hace el gobierno, dentro de quienes destacan ese Arzobispo y un Nuncio que empaña la representación del Papa Francisco, tan claro en su condena a la corrupción, les molesta que la mayoría de los Obispos se preocupen seriamente por lo que sufre un pueblo en el que la esperanza se traduce en la búsqueda de un Coyote que ayude a escapar de la triste realidad.

Redacción La Hora

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