Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

post author

Es continua la tendencia al alza de los combustibles y de poco o nada ha servido el famoso subsidio porque, a pesar de todo, hoy volvemos a sentir el impacto del aumento que afecta tanto la economía familiar y la economía nacional porque prácticamente todo subirá de precio, por lo que se incrementa el costo del transporte de mercancías y de pasajeros. Y es cierto que se trata de un problema mundial del que Guatemala no se puede librar porque en la medida en que se mantiene alto o sube el precio del crudo, tanto la gasolina como el diésel seguirán con la misma tendencia.

Hay, sin embargo, un factor del que poco se habla y es el tema del valor del Quetzal frente al Dólar y que tiene tremendo impacto en el costo de todas las mercancías importadas, entre ellas los combustibles. La Banca Central tiene facultades para intervenir en el mercado de divisas para evitar cambios bruscos que puedan afectar a la economía nacional y, por ende, a la población, lo que se realiza por medio de la constante participación en la compra de divisas como instrumento para estabilizar el valor de nuestra moneda. Eso viene de hace muchos años y, efectivamente, se ha logrado mantener cierta estabilidad que hace fluctuar el valor del dólar ligeramente por debajo de ocho quetzales.

Pero en opinión de muchos economistas el creciente ingreso de divisas producto de las remesas familiares que se han convertido en uno de los rubros principales en esa materia, debiera traducirse en una disminución notable del precio de la moneda norteamericana y con ello los precios de los productos importados tendrían que bajar considerablemente, situación que no se da porque el precio de la divisa no está realmente sujeto a la oferta y demanda, como se supone que debería estar según la legislación vigente, puesto que esas constantes intervenciones, mediante la compra innecesaria y masiva de divisas, que sólo persigue estabilizar y en este caso mantener el precio del dólar, tiene tremenda influencia y distorsiona por completo lo que tendría que ser el precio real, atenidos a la idea de que mientras haya más oferta de dólares que demanda, el precio tiene que tender a la baja.

 

Alrededor del precio de las divisas hay abundantes intereses y gente que tiene suficiente peso político se beneficia de mantener alto su valor, aunque ello pueda castigar a quienes, por ejemplo, tienen que abastecerse de combustible sin que su nivel de ingresos mejore. Precisamente para evitar beneficiar artificialmente a algún sector en perjuicio de otro es que se planteó la idea de liberar el precio de la divisa para que las leyes de mercado fueran las determinantes y de esa manera alejarnos de las tendencias a establecer valores artificiales.

En todo caso siempre sería mejor dejar que fuera la oferta de divisas y la demanda de ellas lo que permitiera determinar su precio para mantener un valor real, pero cualquier intervención que se haga, aunque sea con la buena intención de “estabilizar” la moneda, destruye por completo ese concepto, creando un precio artificial que beneficia a unos y afecta a otros.

Artículo anteriorOtra peligrosa acción en GT del manual de Daniel Ortega
Artículo siguienteCredibilidad es la clave