En la Historia de Guatemala hay numerosos acontecimientos que se minimizan o se tratan de esconder por su carácter vergonzoso y mañana 5 de Enero se celebra uno de ellos, posiblemente de los más terribles porque de paso hace añicos tanta babosada que se habló del otro bicentenario, el que celebramos el año pasado y que conmemora la gloriosa Independencia lograda cuando los llamados Próceres suscribieron el acta liberándose de la corona española apresuradamente para impedir que el pueblo lo hiciera por propia mano. Pues varios de esos individuos fueron los que suscribieron también la anexión al Imperio de Iturbide, evidenciando la falsedad de sus aires independentistas.
Confieso que no tenía en el radar esta otra “celebración”, pero un artículo del historiador Mynor Carrera Mejía, profesor e investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala, que será publicado en el Suplemento Cultural, me recordó que mañana se cumplen los doscientos años de la Anexión a México. Y es que la fecha obviamente no es exaltada y al estudiar nuestra historia apenas si se menciona con más pena que vergüenza y por ello creo que será muy importante para nuestros lectores el artículo de referencia porque es un brillante escrito sobre los acontecimientos que se dieron menos de cuatro meses después de que se concretara la famosa Independencia, esa que el año pasado se celebró en medio de la pandemia y con el detalle curioso de que fue la Embajada de España la más interesada en la conmemoración, tanto así que el Embajador se desmarcó de sus colegas que cuestionaron retrocesos en el Estado de Derecho promovidos por el gobierno actual.
La falsedad de la llamada causa independentista fue evidenciada por ese sometimiento que durante año y medio nos mantuvo como parte del Imperio Mexicano, situación que no cesó hasta que el Imperio terminó desapareciendo. En otras palabras ni siquiera fue que volviéramos a nuestra calidad de independientes porque algunos o muchos trabajaron para lograrlo, sino simplemente ocurrió que cuando se desplomó Iturbide quedamos como huérfanos sin otro camino que el de regresar a nuestra cacareada soberanía.
Ese origen pesa y marca. Tanto así que al entenderlo también podemos entender esa famosa sangre de horchata que llevamos en las venas y que no nos permite aires con remolino ni siquiera cuando estamos viendo y sufriendo la debacle. Como pueblo dejamos que una élite se apresurara para robar el mandado y declarar la independencia que, entre otras cosas, les permitiría librarse de pagar impuestos a la Corona. Nada se dice de la represión que hubo contra los enemigos del anexionismo que provocó muertes y de esa cuenta no disponemos de héroes a los cuales admirar en esa lucha por lograr la real y completa independencia de la que ahora presumimos con fantochadas como el tal Bicentenario.
Entender lo que pasó en el 5 de enero de 1822, mañana hace 200 años, es importante para terminar de comprender cuál es nuestro origen y lo que significó que tan poco tiempo después del “glorioso acto” del 15 de septiembre termináramos anexándonos al Imperio, ahuevados por la fuerza de Iturbide y carentes de dignidad y vergüenza.