Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Ayer, al recibir la donación de vacunas que hizo Estados Unidos, Giammattei se mostró confiado porque, según él, entre hoy y el lunes se conocerá el cronograma de entregas de la vacuna que se compraron a Rusia en un negocio más oscuro que la visita del Canciller Brolo a Moscú, ratificando así el enorme interés que hay en el gobierno por mantener vigente un contrato amparado por la cláusula de confidencialidad que permite ocultarlo prácticamente todo. Y ese entusiasmo presidencial hay que verlo en el contexto de muchas cosas que han pasado en días pasados, especialmente en el ámbito de la investigación penal porque, por alguna misteriosa razón, tras una reunión en Casa Presidencial, la Fiscal General se pasó varios días espulgando entre los expedientes de la FECI para ver si había en marcha algún asunto que pudiera implicar al mismo Presidente o a personas de su más estrecha confianza.

Si uno va viendo la cadena de temas relacionados tiene que entender cuán válida es la expresión de “piensa mal y acertarás”, porque resulta que en esos días también se supo del súbito viaje de Miguel Martínez, quien fuera el director del Centro de Gobierno que tuvieron que cerrar por la presión pública, pero también de las instrucciones giradas a las distintas comisarías de la Policía Nacional Civil en las que se advertía que no se debe hacer ningún operativo conjunto con el Ministerio Público, salvo que la misma Fiscal General, Consuelo Porras, estampe su firma de autorización.

Obviamente algo llegó a oídos del mandatario y por ello ese tipo de precauciones para impedir que se pudiera dar un cateo en el que, Dios guarde, apareciera algo similar a las maletas encontradas en Antigua Guatemala o algo más que pudiera incriminar a ciertos personajes. Fue entonces cuando se dispuso enviar al pobre Canciller a hablar con los rusos, aunque quedara en terrible evidencia al volver con las manos tan vacías que no sabía ni qué decir y terminó enredándose en su propia pita.

Milagrosamente, al mismo tiempo, la Contraloría General de Cuentas de la Nación que nunca mueve un dedo para investigar nada relacionado con los corruptos, presenta denuncia penal contra la ministra de Salud Pública por el contrato con los rusos, lo que permite intuir que el Contralor recibió instrucciones “superiores” para una acción que saca del foco a los que realmente promovieron y cerraron el negocio con los rusos, es decir el mismo Presidente y su ministro de Relaciones Exteriores.

Y así como hace Giammattei calificando de especulaciones y conspiraciones cualquier crítica que se formula en su contra, viene el Embajador ruso a emitir un comunicado que no hace más que dejar en claro que entre ellos hay una especie de pacto de sangre y que se van a jugar el uno por el otro. Si Rusia quería aclarar algo del negocio turbio la solución hubiera sido enviar las vacunas que se pagaron, pero en cambio lo que el diplomático ofrece es que aquí en Guatemala se pueda fabricar la vacuna Sputnik. Si aquí se puede hacer esa vacuna, a saber qué jodidos nos están mandando porque solo ese embajador puede suponer que aquí tenemos la capacidad de producirla.

Esos y otros factores hacen que el olor a podredumbre se sienta cada vez más fuerte.

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