Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Es más que obvio que en el tema de las vacunas rusas hubo mano de oso y que nos estafaron de manera burda y descarada, pero del lado ruso las reacciones que hemos conocido son las de la Embajada de ese país que emite comunicados que no responden a ninguna de las interrogantes, mientras en Guatemala seguimos sin saber con quién realmente se negoció la adquisición, fallida por cierto, de la cantidad de vacunas que ya fueron pagadas. En cualquier país del mundo donde haya una pizca de interés por siquiera guardar apariencias ya se hubieran dado suficientes explicaciones si es que el negocio hubiera sido transparente, pero ese silencio impuesto por la supuesta confidencialidad de un contrato que sirvió para que alguien se embolse una millonaria mordida no permite ni siquiera al mismo Putin meter su cuchara en el asunto.

Y es que luego de ver el comportamiento del Canciller Pedro Brolo en Moscú, seguramente que allá se formaron la idea de que aquí todos somos igual de pasmados o de cínicos y que con que nos hablen de que en el futuro alguna de las mafias rusas va a invertir en Guatemala ya nos vamos a quedar contentos y hasta celebrando el “maravilloso ofrecimiento”, como hizo el pobre ministro a cargo de las relaciones exteriores de nuestro país. Por lo menos esa fue la imagen que trasladó Brolo porque le comunicó a la población guatemalteca ese su logro y no dijo ni pío de la estafada que nos pegaron los que, junto a él, participaron en la negociación.

Cualquier país del mundo que esté tratando de ganar respeto e influencia entre otras naciones no puede incurrir en una estafa como la que los rusos nos hicieron a los guatemaltecos. Por supuesto que desde el punto de vista geopolítico se trata de un enorme bochorno el que por culpa de una negociación con ellos, un pueblo esté pidiendo la renuncia a su corrupto presidente, pero a juzgar por el tono de los comunicados oficiales que emite la Embajada rusa, como que allá les importa un pepino el que se les vea como encubridores, por lo menos, de uno de los más detestables actos de corrupción que hayan podido cometerse, puesto que es un hecho que por este negocio sí que está muriendo mucha gente y los hospitales están atiborrados.

Los médicos que atienden pacientes de Covid en los centros asistenciales están rebasados por las circunstancias y trabajan en condiciones no sólo precarias y peligrosas sino además frustrantes para cualquier galeno que entiende el sentido de su profesión. Y seguramente indignados también de ver que quien es responsable del colapso se hace llamar médico aunque no le importe un pepino lo que está pasando con decenas de miles de personas que se enferman semanalmente.

El hecho de que el dinero siga siendo poderoso caballero puede explicar la postura de los rusos, pero el caso Guatemala se ha de convertir en uno de los que expresan el paradigma del nuevo modelo político que rige en esa parte del mundo donde, por lo visto, las mafias son igual de cínicas y poderosas que las nuestras.

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