Hace 28 años, en la fiesta de Pentecostés de 1993, asistí a la misa dominical en el Santuario de Guadalupe cuando La Hora estaba cercada por la policía que nos impedía circular porque no aceptamos la censura impuesta por Serrano Elías. Y quizá de tanto pensar en el Espíritu Santo sentí claro el panorama y lo que tenía que hacer. Ayer me pasó lo mismo durante la celebración de la Eucaristía y al escuchar la reflexión del sacerdote explicando cómo esa manifestación de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad provocó un gran efecto en los discípulos. Por cierto, siempre hemos platicado con mi esposa sobre cómo el Espíritu Santo, quizá por su figura etérea, queda como en segundo plano frente a Dios Padre y Jesucristo, a quienes dirigimos cotidianamente nuestras oraciones, siendo desde el punto de vista teológico una figura tan importante.
El caso es que nuevamente nos toca vivir una etapa crítica para La Hora justo cuando se celebra la fiesta de Pentecostés y, otra vez, quizá por coincidencia inexplicable, vuelvo a sentir la misma paz y determinación que nos llevó hace 28 años a ser una pieza importante para contener la dictadura que se instalaba en el país controlando a los otros poderes del Estado y asegurando el ejercicio autoritario para garantizar impunidad que ayudara a expandir la corrupción. En aquella ocasión me tocó tomar la decisión de romper el cerco policial, imprimiendo La Hora con el titular “Clamor para que renuncie Serrano”. El subdirector de la Policía, coronel Fernández Ligorría, me advirtió que reprimirían a quienes salieran del edificio con ejemplares luego de que vieron entrar a varios personajes de la sociedad civil, encabezados por Rigoberta Menchú, para salir a la calle a repartir la edición. Por alguna razón que nunca supe ni entendí, Fernández Ligorría en el último minuto retiró a los agentes y pudimos circular para dar a conocer todas las condenas nacionales e internacionales contra el Serranazo.
Hoy vivimos otra embestida del poder que trata de asfixiarnos económicamente. Nuestra lucha contra la corrupción se tradujo en que muchos anunciantes que por años habían pautado en La Hora retiraron sus anuncios, pero nosotros nos habíamos ganado, con prácticas empresariales de eficiencia y buen servicio, todo el nicho de los avisos legales. Todos los otros diarios compitieron con nosotros porque no había ningún privilegio, más que el de servir a los clientes, pero porque nos habíamos especializado y esmerado mantuvimos e incrementamos nuestra clientela.
Sabíamos que tras el retiro de los anuncios comerciales vendría esto. Ya en tiempos de Arzú se había dado el primer paso con una ley que eliminó la necesidad de publicar cierto tipo de avisos y con mensajes a los anunciantes para que nos cortaran el agua. La legislatura anterior fue a fondo y emitió una ley absolutamente dedicada que, además, comprometía la seguridad jurídica porque en el diario oficial se pueden hacer micos y pericos. La impugnamos y fue provisionalmente dejada sin efecto, pero la nueva CC tenía entre sus prioridades asestar, según ellos, el golpe mortal a La Hora.
Sabíamos qué venía y nos preparamos. Logramos un proceso para certificar digitalmente los avisos legales garantizando certeza jurídica y hay gente de gobierno que sabe cómo lo hicimos. Hoy estamos mejor que en tiempos de Serrano y en tiempos de Arzú, listos para seguir creciendo e innovando en el área digital con nuestra participación decidida y el apoyo de socios que creen que una Guatemala sin corrupción es posible.
Ayer, en el Día de Pentecostés, vi el panorama más claro todavía.