Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Luego de casi un año de promesas de la OMS, gobiernos y compañías farmacéuticas, lo que si queda clarísimo es que no se están desarrollando suficientes medicamentos y vacunas para hacer frente a la gran amenaza para la salud pública planteada por el virus: Su recombinación y mutación que en algún momento puede volver ineficiente las vacunas. Por otro lado, el alto grado de corrupción de los gobiernos [¿estamos incluidos?] al «negociar» con empresas coimas y beneficios ajenos al proceso de vacunación, pone en riesgo la ansiada inmunidad de rebaño.

La OMS ha pedido constantemente a gobiernos ayuda económica para fortalecer la producción, distribución y acceso justo de la vacuna, para abordar con igualdad y equidad la demanda, pero sus pedidos se han pasado por alto, pues constantemente llega a la prensa del mundo que distribución y aplicación de la vacuna, son inadecuados o no llegan a los que debe llegar y mientras, se engrosan las cifras de muertos y complicaciones pos-coronavirus.

A lo anterior se suma, que no existe, un informe mundial, una descripción completa de producción de la vacuna, que permita establecer una agenda de desarrollo de vacunas y cruzarla con las necesidades de salud pública. Silencio en ello de la OMS, silencio de las farmacéuticas y en medio de esa brecha y falta de información para la debida planificación y desarrollo de estrategias nacionales pertinentes, la danza de los negocios baila a un ritmo desaforado, que se suma a lo que se conoce de este negocio: investigación desarrollo producción y comercialización farmacéutica, basada en un sistema de incentivos impulsados por el mercado que se fundamenta principalmente en patentes y precios protegidos como mecanismo de financiación comercial. Ello explica en buena parte, la renuencia a liberar patentes a pesar de que a estas alturas, posiblemente las farmacéuticas ya han recuperado con creces sus inversiones.

No podemos seguir así, y menos pensar un futuro a mediano plazo. No solo se necesita para ello de más investigación para prever y prepararse a futuras pandemias, sino de desarrollar nuevas estructuras de desarrollo y producción de vacunas y medicamentos y la agilización de su distribución y uso. Se hace más que evidente, la necesidad de un diálogo más constructivo entre gobiernos y compañías farmacéuticas, que ponga el énfasis en la salud y no el negocio como fin central. El manejo de la pandemia actual, pasará a la historia como un real fracaso gobierno-farmacéuticas, que serán vistos como los causantes de gran parte de la morbimortalidad, por los niveles de desatención mostrados y de falta de solidaridad para los pueblos.

En el 2004, el Dr. Harvey Bale, director general de la Federación Internacional de Asociaciones y Fabricantes de Productos Farmacéuticos, dijo viendo solo un lado de la moneda que «la responsabilidad no solo recae en las compañías farmacéuticas sino también en las autoridades sanitarias para asegurarse de que se receten y utilicen nuevos medicamentos» y añadía: «Asegurar la aceptación de nuevos medicamentos es tan importante como establecer políticas adecuadas a favor de la innovación. Esto requiere considerar los nuevos productos farmacéuticos como una inversión y no solo como un costo”. Diez años después, la visión era más incluyente: «Los sistemas para la autorización del mercado y para la toma de decisiones están estrechamente interrelacionados. En combinación, estos sistemas deben funcionar de tal manera que equilibren la necesidad de nuevos medicamentos «seguros», «eficaces» y «asequibles». Esa recomendación aún duerme el sueño de los justos.

No podemos dejar que siga creciendo la brecha entre objetivos económicos de la industria farmacéutica que, se enfrenta en forma adversa, con los objetivos de la política sanitaria.

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