Tras la bulla que hizo la congresista Norma Torres con lo de una nueva lista de corruptos que serían señalados por el Departamento de Estado lo que hubo en Guatemala fue una sensación de gran alivio porque no hubo nada nuevo y simplemente fue una recopilación de lo que ya Washington ha dicho sobre oscuros personajes de nuestro país. El período entre el anuncio de Torres y la publicación final fue de angustia para mucha gente que sintió verdaderos pasos de animal grande, pero al conocerse el famoso listado, los meros meros se calmaron entendiendo que, por el momento, pueden seguir cometiendo sus fechorías sin que ni siquiera les caiga el sambenito por ladrones.
Es cierto que a lo único que le temen los que se encargan de saquear al país es al señalamiento que les pueda hacer Estados Unidos porque ya se ocuparon con mucho esfuerzo y detenimiento en asegurar la impunidad en el país. La eterna ausencia de la Contraloría de Cuentas es el primer paso, que se vio reforzado cuando el Ministerio Público pasó a modo de vigilancia y no digamos con lo que ha ocurrido con las Cortes, especialmente con la de Constitucionalidad, lo que asegura la elección de una Corte Suprema y la conformación de las Salas de Apelaciones al gusto del cliente para destruir todos los esfuerzos que se hicieron por realmente combatir la corrupción.
Y al ver que el último listado es un producto ya reciclado, por supuesto que sienten el incentivo de ir para adelante, de seguir con sus acciones porque sienten y reconocen que aquí la sangre de horchata que mostramos los guatemaltecos es un cheque en blanco para que pueda avanzar hasta donde quieran.
En condiciones ideales ningún país debiera andarse preocupando por lo que hagan otros en su propio país, pero cuando existe una relación tan directa y estrecha entre corrupción y migración es comprensible que Estados Unidos se preocupe por el tema, sobre todo si tomamos en cuenta el mensaje de la Embajada, citando a la vicepresidenta Harris, en el sentido de que de nada servirá armar una especie de Plan Marshall para asistir a la gente necesitada en estos países porque mientras haya corrupción el dinero nunca llegará a donde se manifiestan más las dramáticas condiciones de pobreza.
Y es que la migración hace que la corrupción sea un serio problema para Estados Unidos y por ello el interés que han mostrado en el tema. Pero es de suponer que ante la petición de Norma Torres, de que el Departamento de Estado hiciera público un listado de los corruptos de aquí, prefirieron agarrar nombres de “cuetes quemados” para satisfacer a la congresista en espera de lo que con el correr de los días se decida para hacer coherente ese mensaje de Kamala Harris que fue tan categórico y definido.
Sigo insistiendo que en Guatemala ser corrupto no es un estigma y que muchos admiran la astucia de quienes cínicamente se enriquecen con el dinero público. De hecho, sabemos quiénes son los actores de la corrupción, en todos los estratos, y los toleramos sabiendo que día a día roban y acumulan privilegios.