Alguna vez escribí sobre un gran amigo con el que disfrutamos siempre de momentos inolvidables y de un cariño extraordinario que no se vio jamás afectado por nuestras diferencias de criterio político, exacerbadas cuando apareció en el escenario político Donald Trump. Conocimos con María Mercedes a Philip (Skip) Heffelfinger y su esposa Joyce hace muchos años y desde el primer día hubo algo que nos unió mucho. Cuando mi hijo José Carlos y su familia salieron al exilio ellos vivían enfrente de la casa que alquilaron por varios años y fueron, en muchos sentidos, una especie de abuelos postizos para nuestros nietos mostrando no sólo cordialidad sino profundo cariño por toda esa familia.
Skip era un republicano de toda la vida que había dedicado gran parte de su vida a servir a los demás como bombero en New Jersey y posteriormente se convirtió en empresario, vendedor de equipo sofisticado para los cuerpos de bomberos, quien viajaba por todo el país y a muchos lugares del extranjero para colocar, entre otras cosas, modernas motobombas. Pero, además de ello tuvo otros negocios, siendo uno la administración de las carreras de lanchas que patrocinaba Donald Trump, lo que le permitió tratar bastante al magnate con quien tenía varias fotos que adornaban su oficina casera. Nos las mostraba orgulloso cuando Trump no era político y, por supuesto, cuando se lanzó al ruedo fue uno de sus más fervientes seguidores.
Por muchos años departimos en casa de ellos, en nuestra casa o en paseos en lancha a lo largo de la costa oeste de Florida. Aficionados a las “happy hours” eran conocidos y apreciados en muchos de los más concurridos lugares, a donde íbamos con frecuencia a tomar un par de tragos vespertinos. Bebedor de escocés y asiduo viajero en diferentes cruceros alrededor del mundo, disfrutaba comprando lo más sofisticado que pudiera encontrar y cuando íbamos a su casa era todo un rito la presentación y explicación de lo que tenía para la ocasión.
El año pasado fue terrible para Skip porque sufrió complicaciones cardíacas que lo tuvieron hospitalizado casi cuatro meses, tiempo en el que nosotros no pudimos viajar por la pandemia y nos enterábamos de su situación por los mensajes que Joyce nos enviaba. A finales de diciembre volvió por fin a Marco Island y nosotros estábamos allí por lo que fuimos a visitarlo y nos impresionó el deterioro que había sufrido. Delgado y débil, se apreciaba el efecto de tan larga y compleja enfermedad. Volvimos a verlo antes de regresar a Guatemala y quedamos preocupados por su condición.
Hace tres semanas volvimos a verlo y su recuperación fue sorprendente. El mismo Skip chispudo, con un doble sentido del humor no muy común entre los gringos, estaba de vuelta y recuperado físicamente. Dos días después salió a pasear a su perro y sufrió una caída que le provocó una hemorragia, por lo que le llevaron al hospital y su condición se deterioró rápidamente, muriendo esta semana justo cuando lo veíamos repuesto. Un gran amigo, de esos con los que las ideas políticas no dividen sino que entretienen, como debiera ser siempre en la vida, deja viuda a su mujer de tantos años y sin la agradable chispa y sus chistes, diariamente enviados por email, a sus amigos, entre ellos yo a quien Joyce llamaba “el mejor amigo de Skip”.