Cervantes y don Quijote vivieron en tierras y aldeas en su mayoría de hidalgos pobres, como don Alonso Quijano el Bueno y su fiel servidor Sancho Panza, tan lejos de los lujosos palacios de Toledo, el Escorial o Madrid y tan cerca –en cambio- de una pobreza económica que a ratos toca los linderos de la miseria especialmente en el caso del escudero y de su esmirriada familia –en el borde el lumpen- sin exagerar.
En tales espacios miserables en que le tocó vivir toda su vida, es donde Cervantes, además de convertirse en el escritor más importante del español, se doctora en Ciencias Políticas y Sociología. Y acaso asimismo en Psiquiatría. Porque para desembuchar –sagaz y astutamente- todos los señalamientos y condenas sociales que se propuso en el Quijote, emplea el ardid de hacerlo mediante un personaje –en ciclos de psicosis y de esquizofrenia paranoide- ¡tan perfectamente!, que a veces nos hace creer que leemos a un psicólogo por la perfección patológica con que crea al Quijote. O tal vez ¿y por qué no?, que el mismo haya pasado por delirios y extravagancias como las del Caballero de la Triste Figura.
Cervantes encontró (gracias al insensato perfil de su antihéroe) la mejor fórmula para transgredir los límites de una sociedad marcadora de prejuicios sociales, de orden implacablemente antidemocráticos, y comandados por políticas absolutamente absolutistas, emanadas desde “El Príncipe” de Machiavelli que además alimentó –desde entonces hasta nuestros días- lo que llamamos y configuramos como la doble moral, porque es Machiavelli quien va a instruir a los poderosos sobre el derecho que estos tienen a asumir una ética diferente, esto es, a pecar sin que sea pecado. Porque los ricos no pecan: el fin justifica los medios –y además y en última instancia- nunca un rico va a la cárcel a menos que otro rico u otro con más poder así lo disponga.
La otra vertiente de la doble moral maquivélica es la de que, en cambio, el pueblo, la burguesía, el proletariado deben someterse e inclinarse ante otra moral: la de una sola dimensión institucionalizada por la Iglesia y la Corona. De esto s e va convenciendo paulatinamente Cervantes: de que hay una moral y unas leyes para la nobleza y otras para los oprimidos y condenados de la Tierra. Y en esto coincide plenamente con Lope de Vega cuando –el Fénix de los Ingenios- crea y estrena “Fuenteovejuna”. Una obra que, como todos sabemos, confronta también por primera vez, en la Historia de la Literatura Española, al Comendador que es la voz del Rey contra el pueblo –que se hace justicia por su propia mano-y ejecuta extrajudicialmente al Comendador violador de Laurencia.
Actualmente conviven y coinciden varias escuelas o corrientes de crítica literaria. Desde el formalismo ruso, hasta las más diversas expresiones del estructuralismo pasando por la fortísima semiología y el deconstructivismo. Algunas de estas tendencias ven de menos –para realizar sus análisis casi completamente formalistas- la biografía de X o Y autor para interpretar esta o aquella obra literaria. Yo por el contrario (y tras muchos años de ejercer como crítico, profesor y escritor) creo que casi siempre –por no decir siempre- el conocimiento de la vida del literato es una frondosa herramienta para interpretar y aclarar sus textos y –en el caso de Cervantes- instrumento imprescindible. Sobre todo si el enfoque analítico se va a centrar en los valores (literarios y extra literarios) del Quijote, en cuanto a sus asuntos políticos, sociales e incluso psicológicos. Por lo que he dicho (y en función de que lo que intento decir alcance más y mejores planos) le haré, lector, una síntesis biográfica de nuestro homenajeado y así celebrar el 23 de abril que es día de Cervantes y también es Día del Idioma.