Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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La izquierda asegura (digo la izquierda para no referirme a nombres propios o familias) que la intención no era ejecutarlo sino apresarlo solamente pues el Congreso lo destituiría ese mismo día 18 de julio de 1949 y sería enviado al exilio (México o Cuba).

El avión hacia el exilio o la muerte lo pilotearía el coronel Cosenza, de quien se dice ya estaba de acuerdo para hacerlo y algunos argumentan que el coronel Franco Javier Arana sería lanzado al mar en pleno vuelo.

Pero ¿por qué era tan peligroso el mencionado militar? Pues porque él -y los suyos- exigían a Arévalo y a Árbenz que fuera Arana el próximo presidente cuando Arévalo Bermejo dejara la presidencia.

Por lo menos dos acuerdos se habían celebrado al respecto. El primero llamado convenio o trato del “Barranco” o del “Rusbalón” -que pronto se descartaron y quedaron sin vigencia- y otros en los umbrales del 18/7/1949, celebrados y firmados vanamente en  Casa Presidencial, residencia de Juan José Arévalo.

El primero -apodado “del Rusbalón” por el ingenio guatemalteco- hace referencia a cierta bailarina dizque rusa que por aquellos días se accidentó en un auto con Arévalo yendo a parar al fondo de un barranco los dos. De allí su nombre: “Rus”/resbalón.

Entre los hombres que detuvieron a Arana aquel 18.7.49 estaba el chofer de María Vilanova de Árbenz (la que andando dos años llegaría a Primera Dama) de quien se decía que era quien mandaba en las decisiones de su marido (que estaba tras o delante de las de Arévalo Bermejo) en una trama que bien habría convenido a la de una novela de acción y de pasiones. Acaso es por eso que como novelista hago recuento y recensión de los avatares de la “Revolución de Octubre”, porque acaso –inconscientemente- lo realizo cual un ejercicio preliminar a la escritura de una novela que podría ir de 1944 a 1957: decenio de la “Revolución del 44”, pero que abarcara hasta el asesinato de Castillo Armas en 1957: de atentado  en atentado

De alguna manera esto ya se realizó pero arrancando del crimen del finado coronel Castillo Armas. Lo hace Mario Vargas Llosa en “Tiempos recios”, novela entre la realidad y lo inventado (como se estila hoy) que arranca del asesinato de Carlos Castillo Armas, se enrolla con algunos hechos que le narran a él sobre Guatemala y Gloria Bolaños (narrado sobre narrado) para escribir  y publicar una novela que ha tenido mucho éxito comercial empleando algunos segmentos de la historia guatemalteca de las últimas décadas. Pero también hace énfasis argumental -Vargas Llosa- en el golpe de Estado que dio Castillo Armas en 1954 a Jacobo Árbenz, hecho que le permite introducir datos rocambolescos de aquellos días en Guatemala donde el “Ejército de Liberación” ocupa el territorio guatemalteco, lo que permite la intromisión de aviones derechistas que bombardean territorio nuestro.

Volviendo a los hechos que rodean la muerte de Francisco Javier Arana  (olvidado hoy pero que pudo ocupar la presidencia de Guatemala en 1951 y no Árbenz) se afirma que su ejecución (que no su detención) era observada por el coronel Árbenz Guzmán con anteojos de larga vista potentísimos (como que pertenecían al  Ejército) desde el mirador del parque de las Naciones Unidas, supuestamente porque él era el autor intelectual del asesinato, ergo María Vilanova quien -como he dicho- lo mandaba y ordenaba y -a ella- las células comunistas que ya pululaban desde la época arevalista.

También se afirma que -en la confusión de la “detención”- a alguien del  grupo armado -que habían enviado para el apresamiento- se le fue una bala y allí comenzó el tiroteo que dio con el cuerpo de Arana sobre el volante de su coche. Mario Alvarado Rubio afirma -en su libro “El asesinato del coronel Arana”- que al mando del grupo armado iba el capitán Alfonso Martínez Estévez en quien cayó toda la carga de la responsabilidad de la muerte de Arana, que por acuerdo de Arévalo-Árbenz-Arana debería ser el próximo presidente de Guatemala, que tomaría posesión en 1951.

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