¿Para quién escribimos en un país de cuasi analfabetas (donde abunda el analfabetismo y no digamos el analfabetismo funcional) sumidos en una profunda y oscura cueva que llamamos Patria?
Lo hacemos para muy pocos (porque el analfabetismo ha sido abultado en Guatemala) y hoy nos enfrentamos a la cómoda y confortable competencia de la televisión y las redes sociales -mediante el Iphone- que cada vez tienden menos a la lectura y más a lo iconográfico -y otros distractores- la mayoría de ellos de baja estofa intelectual.
Los poetas –la mayoría de ellos (ellas) divorciados de su realidad, de la realidad nacional- se quejan de que las pocas y enclenques editoriales que sobreviven en la aldea no publiquen sus versos (auto subvencionados) y se quejan aún más de que nadie lea poesía en este territorio tomado por los tiktokeros. Por eso dijo alguna vez Julio Fausto Aguilera: “Si escribo no me leen/ y si me leen se hacen los babosos”.
Este apasionante tema (en el que se entrecruza la enardecida línea de la libertad de expresión) tendríamos que desglosarlo en dos vertientes de discusión, una nacional y la otra internacional.
Si analizamos el tema general veremos que poesía se lee muy poco (hoy) en cualquier parte del mundo porque la poesía (que es la más terminada, acabada y redonda de las expresiones literarias) exige del aficionado al TikTok un esfuerzo de comprensión y de penetración que muy pocos están dispuestos a realizar. Porque además de la superficialidad ambiente hay que tener muy en cuenta que la poesía roza la filosofía. El teatro, como el género de la representación, ha sido desplazado casi completamente por el cine y la televisión, sucedáneos absolutamente plebeyos y espurios del género dramático, pero preferidos por la masa. Es mucho más candente ver una serie de televisión mexicana como “El señor de los cielos”, que “Edipo, rey”. Eso ni qué dudarlo. Lo que sobrevive es la novela, el cuento, es decir el relato, cuya sobrevivencia se da en un entorno de élite.
Pero si analizamos el mismo tema sólo que internamente –nacionalmente- el cuadro pasa de dramático a esperpéntico. Los escritores en Guatemala no hemos pasado a la condición de los dinosaurios, sólo porque existen diarios (impresos y digitales) y revistas de la misma condición donde publicamos textos medio literarios, medio periodísticos que nos mantienen en contacto con la comunidad. Puesto que el libro no sólo es un artículo de súper lujo, para la miseria en que viven las mayorías, sino un objeto mudo y silente para la inmensa masa de los compatriotas que 1. No saben leer y 2. No saben casi español o lo entienden muy mal.
Pero en vez de quejarnos y lamentarnos de nuestra conspicua condición de ilustres escritores anónimos ¿no sería mejor que lucháramos por la alfabetización masiva y la masiva costumbre de leer en vez del Iphone? Muy pocas y raras veces veo que los colegas publiquen artículos haciendo conciencia no sólo de que la extinción de la palabra escrita es un proceso irreversible en este mundo de la informática-Internet, sino que tampoco veo artículos locales sobre el problema de la alfabetización. Pasaremos –en Guatemala- como ya lo expliqué en una ponencia en un congreso de la Real Academia Española: de lo iconográfico a la imagen. Toda vez que no transcurrimos por la galaxia de Gutenberg. Permitimos tranquilamente que el espíritu encomendero sobreviva y se enquiste más en la ignorancia ambiente.
Sin embargo, hay que reconocer que algunas actividades como FILGUA e imprentas como Editorial Piedra Santa o Editorial Cultural (del Ministerio de Cultura) hacen milagros por mantener vivas la impresión, distribución y ventas de nuestros libros mientras otras como la Editorial de la Usac duermen ya el sueño de los justos-injustos.