Mario Alberto Carrera
Patriotismo, nacionalismo a ultranza y unidimensionalidad ideológica es lo que se mal vivirá en la sobre ortodoxa ex Rusia -de la Unión Soviética y de los zares- que por similitud se asimila a la de Vladímir Putin.
Mucho de lo que ocurre en el planeta parece converger en un solo punto: el del absolutismo y no el de la democracia. Pero también antes de entrar en el tema deberíamos definir qué entiende cada uno por democracia y por democracia plena.
Para el lado que observemos veremos saltar nuevos o viejos regímenes de posturas extremas -generalmente dictatoriales- de derecha o de izquierdas populistas. Y las cosas parecen tomar el color ardiente y fogoso de un volcán en llamas -por su amor a la metralla en Rusia- donde se convence -con educación tortuosa a las juventudes- inculcándoles en las aulas que la guerra contra Ucrania tiene valores positivos, que nadie en Rusia debe vetarla o condenarla y que quienes lo hagan han de abandonar la patria y refugiarse en otro país. Ninguno ha de estar contra las guerras rusas de ocupación, porque Rusia es por esencia conquistadora.
Insertar en la mente de la actual juventud rusa el “valor” de que la guerra es una acción generosa y patriótica -y además digna- es lo que persigue Putin y su troupe de pervertidos “educadores”. Así, por tanto, se perfila como un nuevo dictador absoluto. Ya lo era, pero con la medida de introducir en los planes y pénsum de estudios asignaturas o cursos que hagan el panegírico de la guerra contra Ucrania y la apología de un país de corte cesarista que no respeta los derechos humanos, ha terminado de hacerse –él mismo- el perfil del autócrata apreciado acaso en el interior de su patria, pero despreciado en el de países demócratas que, por desgracia, son un poco más de dos decenas (democracias plenas) y entre los que no se hallan ni Guatemala, ni Nicaragua ni Cuba. Guatemala es sólo una caricatura fofa y bofa de dictadura donde priva la apariencia falsa de poder absoluto (en la configuración de un títere) pero que radica realmente en la oligarquía.
Putin está dispuesto a secuestrar la mente de las juventudes -cuyos padres fueron ayer los baluartes juveniles de la Unión Soviética- y por eso parece condenado a repetir la misma Historia. En el pretérito, con las acciones autócratas del Sóviet Supremo y hoy con la dictadura directa de Putin, nuevo Stalin.
Rusia cambia su cartografía social volviéndose más autocrática y llevado al país a posturas anti demócratas estatalmente -con una educación dirigida- y contra el bienestar de la mayoría de la población sin que ésta parezca darse cuenta del daño que recibe (y que se hace) con la apariencia de estar armoniosa dentro del sistema. Y quizá lo esté.
Dar la vida por la patria debe ser uno de los axiomas (que por tal indiscutibles) escolares y universitarios en la nueva Rusia, lo que no sólo incluye el estar dispuesto (ciego kamikaze) a dar la vida por ella, sino además el sentimiento militarista que la idea bélica encierra y que inclina a suponer que toda guerra rusa de conquista se justifique, en el marco de una Rusia arrasadora.
Putin no solo quiere fortalecer y vigorizar sus posiciones internas de dictador sino que anhela fortalecer esa misma imagen en el exterior: la de un autócrata todo poderoso que además es capaz no sólo de lanzar a Rusia contra Ucrania y otros países sino la de insertar esa inyección de ¡conquistador patriotismo! en las juventudes rusas para que estas estén dispuestas a inmolarse por la patria y esto lo logrará apoderándose de la educación, esto es, de la juventud que es el punto coyuntural que todo dictador o dictadura civil o religiosa intenta secuestrar.