Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

En Guatemala apenas vuelven a retoñar –hoy- las oscuras golondrinas de las “izquierdas” con agrupaciones como Codeca y el partido Movimiento para la Liberación de los pueblos, MLP. Y, algo más, con las antiguas fracciones que surgieron post la firma de la paz -y como efecto de ella- después de 1996, que de hecho nacieron casi muertas (atosigadas por el arzuismo).
Como partidos –estos últimos- han tenido la vida de algunos sietemesinos: enclenques y desmadejados (aunque aún existen) pero sin casi dejar una impronta de izquierdismo que valga la pena, por lo que al hacer el balance de qué es lo que puede significar “ser de izquierdas” –a escala de partidos políticos- el término no alcanza proporciones significativas. Por otra parte, ni Codeca ni el partido MLP se confiesan abiertamente de extrema izquierda ni mucho menos. De izquierda sólo Winak. Pero ¿qué izquierda?

Tildar a alguien de izquierdas (y nótese que uso el término tildar) que de alguna manera o de una manera directa no haga parte de los sectores partidistas arriba clasificados (“mejor” si como activistas de esas “tribus”) puede resultar -en Guatemala- oprobioso y hasta difamatorio (casi insulto). Aparte es que el término sea empleado o tenga la intención de la chunga, de la chanza, de la broma, de la guasa.

Sin embargo, a veces de la broma se pasa a la calumnia o al insulto –depende del contexto- porque quien ha sido llamado de izquierdas se lo toma en negativo y empieza a dar explicaciones no solicitadas y a pedirlas también. Y la estampa se derrumba en sainete de cómicos de la legua. Y la cosa sube a nivel de oscuro si es llamado ¡comunista!, ¡ateo! Lo de ateo ninguno lo soporta y pocos lo confesamos.

Vivimos en el país en el que ser señalado de izquierdas es un pecado capital, cardinal y vicioso. En España el Presidente del Gobierno es de izquierdas fuertemente definida –su partido es el Socialista Obrero- y no pasa nada. Sólo aquí –cachimbiros y cachurecos- hacemos escándalo por todo lo que no es parroquial y convencional de la ápoca de Castillo Armas. Es decir, aycinenista.

Aquí en el pueblo, por ejemplo -y extrayendo listones para hacer un cuadro de costumbres- en la columna de un plumífero de la aldea (de cierto color aycinenista, aunque él se auto llame liberal-democrático) el pintoresco y polícromo autor se defiende y ofende porque alguien insinuó que él es “definitivamente de izquierdas”, y él alega que “en verdad no lo es”. Que, en todo caso, es amigo de Voltaire y de Rousseau y no digamos de Montesquieu, afirmó en los tamagases interminables que escribe ¡y le publican!, para aburrición de sus pocos lectores.

Ya lo digo y lo comento –entre asombrado y cohibido, no vaya a ser tildado de rojo- ser llamado de izquierdas en esta aldehuela -y que te cuelguen tal sambenito- tiene tantos bemoles simpáticos como dramáticos. Nada más injurioso y casi motivo de agravio peligroso para un candidato presidencial (que no sea de Codeca o del MLP)
que ser llamado de izquierdas (o más bien en singular: izquierda) aun cuando solo sea de centro izquierda como Semilla. El candidato preferirá que se diga, mejor, que no tiene ideología (o que no tiene importancia tenerla) y que lo que sí que está es sistemáticamente contra la corrupción y la impunidad.

Pero entonces caeríamos y derivamos en el espinoso debate de si existen las ideologías o si las ideologías son cosa del pasado -en el campo de las ideas y de la política- que es lo que ahora me interesaría discutir y disputar. Yo sólo en Guatemala he visto sostener con tanta vehemencia absurda que el fin de las ideologías ha llegado con el final de la Historia de Fukuyama que lo sostiene. Pero lo de Fukuyama se asienta sobre otras bases sobre todo hegelianas. Y esa es otra historia aunque no desmembrada de la que traemos.

En Guatemala se niega la existencia de las ideologías políticas sobre todo cuando nos acercamos –como ahora- a una nueva contienda partidaria, la de 2023. Es entonces cuando esto de ¡tildarse!, con ser de izquierda o de derecha se vuelve aún más absurdo porque en teoría se niega y en la práctica se accede ya como insulto o ya como definición. En países como Francia, Portugal, España, Alemania o Francia se emplean con toda propiedad y sin que tengan la mácula de insulto para denostar a alguien.

Mucho nos falta por aprender y madurar en nuestro pequeño país, pequeño en muchos sentidos y lleno de personalidades enanas e ignorantes de las ideologías a las que temen.

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