Mario Alberto Carrera
¿Qué impulsa enérgico a Ángel Manuel López Obrador a atacar tan ostensiblemente a España hoy desde las magníficas trincheras de los Estados Unidos Mexicanos?
El viejo nombre de México es Nueva España. Pero el presidente de México no quiere en sus territorios aztecas (no sin que se doblegue de algún modo) al antiguo imperio de Carlos V quien, con justificado orgullo, dijo que en sus posesiones no se ponía el sol, hasta que llegó el Desastre de 1898 cuando España perdió sus dos últimas joyas americanas: Cuba y Puerto Rico.
Con orgullo y altivez chontal (y su ascendencia negra e indígena por el lado paterno) López Obrador no ceja en su intento porque Pedro Sánchez –presidente del Gobierno Español, de creencias socialistas- o el rey Felipe VI, pidan perdón a México y a sus tribus adoradoras del apolíneo Sol y de la Madre Tierra, por el mil veces consumado genocidio en América y por toda la barbarie que los “descubridores” y conquistadores perpetraran en el otrora virreinato de Nueva España o en el de los incas del Perú.
No logró que los españoles, encabezados por Sánchez –con cuya ideología socialista debería empatizar- pidieran perdón a los aztecas, olmecas, toltecas o mayas (o sus descendientes). Y entonces ahora mismo enristra la lanza incansable y ataca a España por otra razón. Porque la España de hoy, mediante empresas hispánicas como Repsol, ha cometido grave corrupción en México cosa que, puestos a registrar y a ahondar, seguramente encontraríamos muchos casos internacionales similares en el continente como el de Odebrecht –sonado asunto-, por ejemplo.
Esto último (lo de la corrupción bilateral hispano mexicana) ha tenido un efecto mucho más devastador que lo del perdón (por el genocidio) aún no obtenido, aunque, dicho sea de paso, espontáneamente el Papa Francisco sí haya pedido perdón a todos los latinoamericanos por los horrores que los curas doctrineros cometieron, sometiendo con la muerte a los indígenas y torturándolos. Vejación que culminó con la Santa Inquisición ante la que ningún derecho a la libre emisión del pensamiento tenía cabida. Todo era censurado y castigado hasta con la muerte en pavorosas condiciones.
Sería interesante someter a psicoanálisis a Andrés Manuel López Obrador para bajar hasta los estratos más oscuros o retorcidos de su inconsciente y recuperar así las causas más recónditas de este resentimiento por España, porque puede ser que sus traumas de dolor y no perdón irremisible se deriven de una mera situación de testigo de la sumisión chontal –por ejemplo- o de humillantes situaciones directas y personales que él hubiera experimentado en su sencilla vida de hijo de pequeños comerciantes en un Tabasco degradador, avergonzante y abatidor de las clases poderosas a los estratos bajos.
Como licenciado en Ciencia Política, como apreciado escritor influido con plenitud por Carlos Pellicer y León Tolstoi, como gran político y trascendente intelectual, AMLO merece mis más altas ponderaciones, pero como entregado yo al psicoanálisis me queda en el tintero su resentimiento y lo dejo como asignatura pendiente.
Más lo que no quedará pendiente es la “pausa” que él mismo marcó en las relaciones bilaterales entre las dos naciones. Después de Estados Unidos, el mejor socio comercial de México es España. De modo que no es de poco calado el “conflicto” que se confronta.
Lo del perdón que el hijo rebelde y resentido –que no conoce el perdón ni menos el olvido- exige a su “madre” patria, puede quedar pendiente y sin resolución, porque no significa dinero y para muchos no tendrá la menor importancia. Pero lo de Repsol, la “pausa” y el choque no de dos culturas, pero sí de dos grandes economías tiene que discernirse y pronto y creo que será L.O. el que tenga que echar marcha atrás porque, de nuevo, es el menos armado en todo sentido.