Marco Tulio Trejo

mttrejopaiz@gmail.com

Soy periodista, comunicador social y un soñador creador de opinión pública, para hacer conciencia que permita mejorar los problemas sociales, económicos y políticos que nos aquejan y nos mantienen inmersos en una sociedad con pocas oportunidades de vida para las nuevas generaciones. Estoy convencido de la importancia que tiene la prensa, en el fortalecimiento de la democracia, para coadyuvar a la consolidación de un Estado de Derecho con una certeza jurídica y el lema de mi señor padre siempre fue: “la pluma no se vende, ni se alquila”.

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Aunque en la página web del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social -IGSS- existe una pestaña habilitada para el área de denuncias, sugerencias y felicitaciones la realidad es otra y la mala atención priva en la emergencia del Hospital General de Accidentes, El Ceibal, zona 7, donde se denota que los jubilados son vistos como un “estorbo” para el seguro social.

La Subgerencia de Integridad y Transparencia Administrativa -SITA- es la encargada de ver este tipo de hechos relacionados con el servicio que presta el IGSS a sus afiliados, pensionados y jubilados, pero a los empleados administrativos y personal médico les importa “un comino” tal situación, porque tratan de una manera inhumana a los pacientes, especialmente a los de la tercera edad.

Esta semana recibí, en mi correo electrónico, tres quejas de pacientes de la tercera edad, quienes, tienen algo en común, un trato inhumano en la emergencia del hospital de la zona 7, donde los médicos atienden como les “viene en gana”, incluso una de las personas, pasó de pie, agarrada de la orilla de una camilla, por más de dos horas, cuando ella requería le prestaran una silla de ruedas.

Cuenta la usuaria del seguro social que no es posible que después de pagar por años sus cuotas, sea tratada de una manera tan despreciable y que sí ella buscó la atención médica, fue porque la necesitaba, pero que la doctora que la vio, puso en su reporte que la atendió, lo cual no es cierto y lo único que hizo fue darle una pastilla para “taparle el ojo al macho” y le sugirió que se fuera a casa.

La otra paciente, de 83 años, sufrió una caída en su residencia y se golpeó la cabeza, por lo que sus familiares la llevaron a la emergencia de El Ceibal, donde fue tratada igual o peor que el primer caso. La paciente pasó más de ocho horas en una camilla en la sala de emergencia y cuándo le toco su turno le tomaron un par de radiografías y al día siguiente fue dada de alta, eso si los parientes tuvieron que firmar un documento para eximir de responsabilidades al seguro social.

La jubilada fue regresada a su hogar, pero seguía sintiéndose mal por lo que los familiares optaron por llevarla de nuevo al mencionado hospital y esta vez fue peor la situación, los médicos indicaron que no la recibían, porque ya había sido dada de alta dos días antes y sugirieron que la internaran en el hospital de la zona 9.

En este caso, ni los trabajadores sociales, mucho menos alguno de los directores dieron señales de vida y la seguridad del nosocomio evitó a toda costa que fuera escuchada la petición de auxilio. El trato siguió siendo inhumano y empeoró porque en el hospital de la zona 9, indicaron que en la zona 7 la tenían que recibir, lo cual no fue posible y volvieron a indicar que si se quedaba era como “huésped”, pero que solamente le podía ofrecer agua pura.

El resultado final es que una persona que pagó toda su vida laboral las contribuciones correspondientes, tuvo que buscar la atención en la vía particular, con tal de recibir la atención debida, pero ahora los familiares, andan en busca de un préstamo, para pagar la cuenta en el lugar donde fue internada la paciente.

El tercer caso, en la misma emergencia del hospital de El Ceibal, no solamente llora sangre, sino que es más cruel. Los familiares llevan a su familiar, quien pasó dos días en una banca, para que no la atendieran y le dieran cita para dentro de tres meses.

Es notoria la deshumanización del personal médico y administrativo de IGSS, no les importa ver que las personas, quienes han pagado sus cuotas por años, con menosprecio y lo peor es que no cumplen el juramento hipocrático: “es nada más y nada menos, que un acto simbólico que realizan los médicos al terminar sus estudios, con el fin de recordar y jurar, el cumplimiento de los valores morales y éticos de la profesión de cara a sus futuros pacientes”.

Es lamentable que este tipo de casos sucedan, incluso en el capítulo primero del código de ética del IGSS se encuentran los principios básicos, en el segundo los principios institucionales, el tercero cuenta con seis valores institucionales: la responsabilidad, honestidad, actitud de servicio, lealtad, excelencia y decoro.

¿Pero qué dice el artículo 10? “Las personas servidoras públicas deberán brindar un trato igualitario a todos los individuos, evitando cualquier acción u omisión que menoscabe la dignidad humana, derechos, libertades o constituya alguna forma de discriminación”.

No podemos “tapar el sol con un dedo”, es de todos sabido que el IGSS ha sido mal administrado y las altas autoridades solamente llegan a servirse de la noble institución y que se olvidan que han sido nombrados para servir con honestidad, actitud de servicio, lealtad y excelencia a las personas que han contribuido, con su esfuerzo y trabajo, para que el seguro social tenga los fondos necesarios para mantenerse vivo y que los trabajadores puedan tener sueldos decorosos para tratar mal a sus jubilados.

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