Luis Fernando Bermejo Quiñónez

@BermejoGt

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Recientemente ha existido una innumerable cantidad de comentarios acerca de las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad que confirmaron el estatus de independiente del partido Movimiento Semilla y que llevaron a que se tuviera que repetir las elecciones de la Junta Directiva del Congreso. Sin embargo, igual cantidad de comentarios se han recibido en pro y en contra de la Junta Directiva del Congreso que se consensuó por el partido ahora oficialista con otras bancadas para poder dirigirla sin que estén presentes en ella. En particular, los que yo llamo “puristas políticos”, trataron de desvirtuar la “entereza” de la conformación simplemente porque existen miembros de la coalición formada de miembros cuestionables a sus ojos o que anteriormente eran vistos como aliados del exoficialismo de Giammattei. Lo anterior me dio la idea de escribir sobre nuestro sistema electoral y nuestro sistema de representación de minorías ya que es una característica “de cajón” de este sistema que se tenga participación en escaños y consecuentemente en la dirección del Congreso a más partidos políticos, deseables o no, con figuras cuestionables o no. La discusión de estos temas es importantísima con miras a una reforma electoral futura.

Guatemala es un país con un sistema electoral “proporcional” según la ciencia política. Esto implica que los escaños al Congreso se asignan por el porcentaje de votos que obtienen los partidos, más que por obtención de mayorías relativas en distritos pequeños (sistemas “mayoritarios”). Nuestro sistema electoral vigente en la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) establece en términos generales que el Congreso de la República se compone de 160 diputados y que la fórmula de asignación de escaños es el sistema de representación proporcional de minorías con la fórmula D´Hont. Esta fórmula es una de las que se adoptan en sistemas proporcionales para traducir votos en escaños que buscan la representación de grupos minoritarios en el Parlamento. 

La idea central detrás de los sistemas proporcionales es que debe primar la “representación” de la amplia gama de intereses y vertientes de pensamiento político en el Parlamento, más que buscar la “gobernabilidad” del país que es típico de los sistemas mayoritarios, que buscan en el fondo cierta representatividad pero primando el interés de hacer lo más funcional y coordinado el actuar del Organismo Legislativo con los Ejecutivos. En este sistema se busca la creación de “consensos” entre las diferentes expresiones, movimientos y corrientes de pensamiento de la sociedad. La diferencia “normal” que se puede apreciar en estos sistemas es la cantidad de partidos políticos existentes en uno u otro sistema ya que, en general, en los sistemas mayoritarios el número de partidos políticos se reduce y, en cambio, en los proporcionales o de representación de minorías, el número de partidos es mayor. Nuestro sistema de representación de minorías “fuerza” – por diseño –  que tengamos un congreso más fragmentado y que se tengan que tener más acercamientos con diferentes partidos para buscar mayorías para cualquier proyecto de ley, y adicionalmente, para conformar la Junta Directiva del Congreso. Pareciera que eso no lo entienden los “puristas” de la política. 

El Congreso actual está compuesto de 160 diputados. De estos 39 son del partido VAMOS, 28 de la UNE, 23 de Semilla, 18 de Cabal, 11 de Viva, 7 de Coalición Valor Unionista, 6 de Todos, 5 de Valor, 4 de Bien, 4 de Vos, 3 de CREO, 3 de Nosotros, 3 de Victoria, 2 de Partido Azul, 1 de Cambio y 1 de URNG-WINAQ. En el Congreso anterior hubo representación de diecinueve (19) partidos políticos que fueron electos en los veintidós distritos, en el actual hay quince (15). Como se puede apreciar el Congreso saliente y el actual están “fragmentados” en exceso. Eso conlleva, nuevamente, a tener que tener alianzas con distintas expresiones políticas para avanzar agenda y acceder a puestos en la Junta Directiva y comisiones de trabajo.

¿Cómo se puede reducir o eliminar la “fragmentación”? ¿Qué se puede hacer para que no se tenga que hacer consensos con tantas “fuerzas políticas” incluso las indeseables? Depende de qué se quiere. Uno de los temas que más está en la agenda política es la falta de representatividad de los diputados en el Congreso, sobre todo en distritos grandes como Guatemala (19 diputados), Distrito Central (11), Huehuetenango o Quiché. Se aboga por algunos la adopción de distritos pequeños donde los candidatos se elijan por “nombre y apellido” acercándonos a un sistema mayoritario. Otra solución más congruente con el sistema de representación proporcional de mayorías es reducir el número de diputados al Congreso como lo propuso Cabal en la campaña electoral. Otra pudiere ser establecer un “umbral” o porcentaje de votos mínimo (3% como en Colombia) para poder acceder al Congreso, reduciendo la posibilidad que partidos pequeños accedan a escaños, pero logrando desfragmentar el Congreso. 

Para hallar soluciones en ciencia política se tiene que plantear correctamente la necesidad que se quiere abordar. Queremos movernos hacia una mejor “representatividad” y elegir por “nombre y apellido”, pues entonces hay que adoptar soluciones más afines a un sistema mayoritario. Eso causará aplanadoras y menos partidos políticos. ¿Queremos mantener el sistema proporcional? Entonces, se debe aceptar que la representatividad es una las debilidades de este sistema. ¿Queremos reducir la fragmentación? Ir en la dirección de un sistema mayoritario ayudaría a esto, pero reduciría la pluralidad en el Congreso. Reducir el número de congresistas no soluciona todo como explico ahora. Un “umbral” ayuda en la desfragmentación, pero afecta en la pluralidad y no hace nada sobre representatividad.

A manera de ejemplo, reducir el número de congresistas, quizá no solucione el tema de las prebendas y negociaciones políticas debajo de la mesa, pero sí puede reducir la cantidad de actores que lo hagan en beneficio de la gobernabilidad del país. Hay que recordar que los Congresos del gobierno del PAN electo en 1995 tenían 80 diputados y que existían grandes bancadas como la del PAN de 43 diputados y 21 del FRG (con 8 partidos representados) y luego el Congreso electo en 1999 tenía 113 diputados y el FRG tuvo 63 diputados y 37 del PAN (con 6 partidos representados). En dichas legislaturas la agenda legislativa era más fluida y los partidos de gobierno tenían más maniobra para impulsar su agenda de gobierno.

Claro está que en los ejemplos de los Congresos electos en 1995 y 1999 no está la panacea. Claramente hubo “aplanadoras” que también abusaron de su poder mayoritario y además hubo de la más abyecta corrupción. Sin embargo, creo que el ejemplo de cómo un Congreso más reducido (80 y 113 diputados) pudieron tener una mayor posibilidad de impulsar agenda debe analizarse más a fondo. Sin embargo, cambiar la realidad del Congreso implica discusiones más profundas que cambiar su número. La reforma debe ser integral. Como sociedad tenemos que tener las grandes discusiones que no se han abordado, sobre todo, cuando se pueden tener “demandas contrapuestas” como lo traté de explicar arriba entre un sistema de mejor representatividad de los diputados en sus distritos con la demanda o necesidad de incluir mayor pluralidad de intereses, grupos o corrientes de pensamiento en la sociedad en el Congreso. Pero la discusión debe tenerse sobre bases técnicas para asegurar los resultados que se quieren, no parchar la LEPP como ha sido la costumbre.

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