Luis Fernando Bermejo Quiñónez

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Lic. Luis Fernando Bermejo Quiñónez
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«Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. «Papa Juan Pablo II, Encíclica Centessium Annus, 1 de mayo 1991.

En su columna en Prensa Libre del 4 de agosto del presente año el Doctor Eduardo Mayora hace una relación del ciclo de persecución y venganza política que percibe en la política guatemalteca de unos años para atrás. Él hace un llamado a reflexión a que las élites de Guatemala a que, con sus actos, más que con sus palabras apuesten por: “…un régimen en el que, bajo unas reglas administradas por instituciones judiciales independientes, llegan al poder quienes ganan unas elecciones válidas y lo ejercen dentro del cauce de la Constitución del Estado y de sus leyes. En lugar de persecuciones y venganzas a la vuelta de cada ciclo, cada propuesta ideológica procura persuadir a la mayoría ciudadana y los vencidos ejercen, pacíficamente, una oposición parlamentaria fundamentada. Los medios de comunicación social ejercen la función que les corresponde en libertad y los ciudadanos gozan de la tutela judicial efectiva de sus derechos.” Estoy de acuerdo con él. La vía liberal en la política es la mejor apuesta para generar mayor prosperidad y estabilidad en Guatemala. Es la apuesta por lo que los teóricos políticos llaman en inglés “procedural liberalism” (o democracia procedimental) que se nutre de las ideas de Montesquieu, Locke y, en forma elocuente también, de Benjamin Constant. En cambio, nuestro quehacer político cada vez está más infectado de las ideas de Carl Schmitt, uno de los teóricos políticos del Nazismo. Explico lo anterior en esta columna.

Benjamin Constant fue un pensador liberal clásico franco suizo del siglo XIX que fue un fuerte crítico de la Revolución Francesa. En sus escritos él hacía la distinción entre la “Libertad de los Ancianos” y la “Libertad de los Modernos”. En la primera, los ciudadanos tenían la posibilidad de influir directamente en la política y gestión de negocios públicos. En cambio, en la Libertad de los Modernos, los ciudadanos tenían libertades civiles, el Estado de Derecho y la libertad de no ser afectados por interferencia estatal excesiva. La participación directa sería limitada como una consecuencia necesaria de la vida moderna, el tamaño del Estado moderno y del comercio existente. Según Constant, en dicha “libertad” los votantes elegirían representantes que deliberarían en el Parlamento por el pueblo permitiéndole a los ciudadanos no dedicarle el tiempo a la política y liberar su tiempo para actividades productivas.

En sus escritos Constant reflexiona sobre los abusos de la Revolución Francesa y razona que los individuos tienen derechos, protecciones explícitas contra la intromisión de los políticos en su esfera privada, que deberían estar explicitados en constituciones escritas. Según Constant, las mejores constituciones eran aquellas que separaban poderes en los cuales cada uno servía de contrapeso al otro, limitando su poder. Una idea central de su pensamiento político es que en el quehacer político las “reglas” eran más importantes que los “valores”. Los procedimientos debían ser fijos y ser comunes, mientras las “ideologías” eran sujeto a debate y a contestación en los debates parlamentarios “pacíficos”. Constant atribuía a que este sistema traería “paz” al sistema político. En este, con el sistema de pesos y contrapesos, nadie, y especialmente ningún dictador, podría perseguir sus objetivos solamente. En este sistema, el hombre debía ser gobernado por constituciones y no por “emociones”.

Claramente Constant y otros pensadores liberales que divisaron el sistema republicano de pesos y contrapesos “nominalmente” están presentes en nuestro andamiaje constitucional. Sin embargo, de 1950´s a la fecha, periódicamente, ha existido una visión de la política basada más en las ideas de uno de los teóricos políticos del Nazismo, Carl Schmitt, con sus fuertes críticas al liberalismo procedimental y, en particular, impulsor de la idea o concepción del “amigo” – “enemigo” en las relaciones políticas de un país. En particular, creo que esta visión política ha infectado el discurso político y algunas élites políticas y económicas con efectos perniciosos a largo plazo.

Para Schmitt, el lento y engorroso proceso de debate parlamentario le parecía débil y además una quimera. Para él, la esencia de las relaciones políticas es el antagonismo originado a partir de lucha entre facciones. Lo político es, entonces, una conducta determinada por la correcta distinción entre amigos y enemigos. El medio político es, por ende, un medio de combates concretos. En Schmitt en su libro “El Concepto de lo Político” define al enemigo como “…simplemente el otro que está en contra de mi posición.” En las ideas de Schmitt la lucha política partidaria, no tiene sentido de objetividad, sino todo es visto por el prisma “amigo” o “enemigo.” Antagónico al debate parlamentario y la discusión política, sino ferviente creyente del uso del poder real para manejar los asuntos públicos, no es extraño que él haya sido crítico de la Constitución de Weimar de Alemania y que haya favorecido los movimientos políticos del Nazismo por hacerse del control total del poder a través de un Organismo Ejecutivo fuerte con poderes de limitar los derechos individuales por “estados de excepción”. Carl Schmitt es uno de los intelectuales que dio sustento teórico al nazismo.

En Guatemala, la polarización artificial creada a través del discurso público de congresistas de la alianza oficialista, de medios de comunicación afines al gobierno y en redes sociales ha infectado el discurso público. Cada vez es más común ver la visión del “amigo” y “enemigo” entre nosotros. Los motes de “izquierdista” o “derechista” o “chairos” y “fachos” son expresiones reales de estas dicotomías simplistas. El que no está conmigo está contra mí y es justificable que, por cualquier medio, incluso la manipulación del poder punitivo del Estado, destruir las ideas y posiciones contrarias al interés de ciertos sectores. De facto se ha tolerado la destrucción de la separación de poderes y la operación de los pesos y contrapesos a través de la manipulación del orden constitucional sin que exista consecuencia alguna. Algunos lo aplauden “porque son los nuestros”. Esto nos está llevando a una dictadura amorfa, pero dictadura al fin, donde el debate político no existe sino únicamente la imposición de la fuerza, en donde conforme al movimiento del péndulo, unos tendrán el poder y otros serán vasallos del poder, todos momentáneamente. Lo anterior no beneficia ni siquiera a los que ahora detentan el poder y siembra los caminos a los movimientos anti-sistema que ven que nuestro sistema republicano y democrático no sirve sino es “instrumento” de venganza y retribución y proponen una alternativa a la enfermedad que objetivamente es peor. Otros países ya pasaron por este camino. Debemos internalizar el tránsito a la inviabilidad al que nos dirigimos. La apuesta debe ser por reconducir el rumbo para fortalecer la democracia, el Estado de Derecho, la independencia judicial y la cuentadancia, en fin, apostarle a la solución liberal que muchos del diente al labio profesan. Despertemos. Constant fue testigo de las violencias del movimiento del péndulo y los excesos de las facciones. Tomemos acervo de su legado.

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