Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Luis Fernández Molina

Ensoberbecidos en la ola de la tecnología y la post modernidad íbamos a galope tendido campeando por las praderas de la existencia pero el virus nos ha bajado del caballo en brusca e inesperada caída. Nos ha recordado que la realidad virtual es relativa y ficticia, que nunca podremos despegarnos de la “realidad real”. Que por larga que sea nuestra inmersión en el mundo de las otras realidades debemos volver a respirar el aire de la superficie y a pisar el duro suelo bajo los pies. En varios aspectos se revela ese inesperado “retopón”:

1. Historia. Encaramados en la butaca preferencial de la Historia nos solazábamos analizando a todas las demás épocas; cada cultura, un expediente. Cada descubrimiento era objeto de estudios y discusiones científicas. Nuestros lejanos antepasados, Lucy, los neandertales, los cromañones, el homo sapiens. Luego sumerios, los caldeos, hititas; los egipcios y sus muchas dinastías al igual que los chinos e hindús. Hablábamos de las muchas pestes, las plagas de Egipto, las del siglo XIV que diezmó la población europea, las pestes en Las Indias españolas, la fiebre española de hace un siglo, la viruela y la vacuna, etc. Pero pasábamos por alto que nosotros somos otra hoja más de ese gran libro que es la humanidad, que pertenecemos a la historia, que en el siglo XXIII los estudiosos van a referirse a la pandemia que hubo a principios del siglo XXI. Vivimos el tiempo presente, obvio, pero pronto pasará y seremos otro capítulo de esa gran saga de la humanidad.

2. Animales. Nos recordó el virus que, en el fondo somos animales: mamíferos, vertebrados, bípedos, etc. Nos debemos vacunar, y lo hemos venido haciendo hace más de un siglo, igual que se hace con el ganado vacuno, porcino o aviar. Allá los componentes de dichas vacunas actuarán sobre nuestras cédulas, mapas genéticos, glóbulos blancos, etc. todo con el propósito de que esos pulmones sigan respirando oxígeno y que por ese complejo sistema circulatorio siga corriendo el vital líquido rojo.

3. Humanidad. Relacionado con el punto anterior nos percatamos que la humanidad somos un conjunto que conforma una especie de entidad en la que todos estamos incluidos. Todos somos iguales en el fondo; más allá de las diferencias culturales, etaria, étnica, etc. formamos parte de un todo. No caben las distinciones y discriminaciones por pobres, negros, mestizos, campesinos, obreros, etc. no hace diferencia. Por eso aceptamos sin rechistar y bien asimilamos el concepto de “rebaño” que a todos aplica: “inmunidad de rebaño”. Nos sentó muy bien.

4. Conectados. Estamos conectados por unos lazos más profundos que la conexión inalámbrica, las redes, las audiencias virtuales. Nuestra unión depende de ese rasgo común que nos hace seres humanos, tan diferentes pero también tan iguales. Este virus ha puesto en relieve que no hay lugar lejano: lo que pasa en el centro de China, Sumatra, Tombuctú o en Valparaíso tarde o temprano nos va a afectar a todos. Nos ha insinuado también una frontera entre el individuo y la colectividad, en vacunarme o no, en usar mascarilla o no. Lo que hacen los individuos en la aparente esfera particular nos puede afectar todos.

5. Vulnerables y mortales. Prácticamente todos tenemos miedo, por eso las prevenciones, los cierres, las vacunas. Mal haya que alguien resulte contaminado; recuerda las escenas bíblicas con los leprosos. Nos da pánico que nos contamine, es que en el fondo nos sabemos vulnerables, débiles, acaso impotentes frente a un mal que no podemos descifrar (variante alfa, delta, gama, etc.) Y nuestro mayor recordatorio: que el virus nos cause la muerte.

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