La municipalidad de San José, capital de la República de Costa Rica y la familia Árbenz han circulado una invitación “para la develación de un busto en honor del excelentísimo ex presidente de la República de Guatemala, el coronel Jacobo Árbenz Guzmán a celebrarse el 22 de marzo del 2024 a partir de las 10 horas en el costado sureste del Parque Nacional de San José” – como reza textualmente dicha invitación – algo que nos ha permitido reflexionar acerca de las razones por las cuales en su propio país, Guatemala, es poco lo que se ha hecho en su honor, hasta donde llega nuestro conocimiento: un busto en el parque de San Miguel Tucurú, en el departamento de Alta Verapaz; en tiempos del gobierno de Álvaro Colom – a sugerencia del fallecido exdirector de campaña de Semilla, Ronaldo Robles, según nos dicen– se le haya dado oficialmente su nombre a la carretera del Atlántico y tenemos entendido que además existe un monumento en su honor Puerto Barrios, pero en la ciudad capital o en Quetzaltenango (de dónde el expresidente era oriundo) hasta ahora no existe algo comparable a lo realizado por la municipalidad de San José, en Costa Rica.
La coyuntura actual –que se ha llamado de retorno a la “primavera democrática” aludiendo a los 10 años de los mejores gobiernos que hemos tenido en este país, los de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz– parece ser una circunstancia propicia para honrar a ciudadanos que se han distinguido por su honorabilidad y servicio a la nación. Es por ello que en anteriores artículos hemos sugerido que la máxima condecoración nacional, la Orden del Quetzal, debería otorgarse en forma colectiva a las Autoridades Ancestrales de los Pueblos Originarios así como a los 48 Cantones de Totonicapán como un reconocimiento a la enérgica movilización social que durante meses contribuyó decisiva y pacíficamente a que la voluntad popular, expresada en las urnas, fuese respetada, impidiendo que grupúsculos golpistas desconocieran el triunfo electoral del partido Semilla y sus candidatos, Bernardo Arévalo y Karin Herrera –ahora ya ocupando la Presidencia y Vicepresidencia de la República–. También hemos propuesto nombres de distinguidos ciudadanos como la abogada Virginia Laparra, el periodista José Rubén Zamora (ambos perseguidos judicialmente de manera injusta) o el doctor Alfredo Mackenney, médico, gran conocedor de la cultura y civilización maya, cineasta y deportista destacado. Esto nos lleva a considerar la posibilidad que una personalidad como la del expresidente Jacobo Árbenz pudiese recibir un homenaje póstumo similar al que la municipalidad de San José, capital de ese entrañable y fraterno país centroamericano que es Costa Rica, le está otorgando.
Estamos plenamente conscientes del hecho que, a pesar de las siete décadas transcurridas desde la violenta defenestración del expresidente, su figura y realizaciones políticas continúan siendo controversiales. Sin embargo, la presencia en el Poder Ejecutivo de un hijo del expresidente Juan José Arévalo podría ser un factor propicio para que las autoridades municipales, de Guatemala o de Quetzaltenango, estuviesen anuentes a considerar la posibilidad de realizar un homenaje póstumo análogo al que le hacen los ticos.
Esto contribuiría, sin duda, a la causa de la reconciliación de nuestra nación, todavía sufriente por las viejas heridas causadas por el golpe de Estado de 1954 que derrocó a un presidente constitucional legal y legítimamente electo y que, a pesar de errores o aciertos, tenía derecho a terminar su mandato en el marco del ejercicio de la democracia y respetando el Estado de derecho. Sabemos que su renuncia fue motivada por la falsa creencia que el Gobierno de Estados Unidos terminaría su intervención cuando esta se produjese. No ocurrió así, pero lo importante es tener presente que el expresidente fue fiel a sus principios, que en obras que se propuso llevar a cabo (la reforma agraria, la construcción de la carretera al Atlántico, la construcción de obras de infraestructura hidroeléctrica por mencionar algunos ejemplos) se buscaba llevar a cabo lo que, para él y su equipo de gobierno, eran realizaciones de beneficio nacional. Y todo esto se puso en marcha sin que haya sido señalado de lo que en nuestros días se ha convertido en parte de la “normalidad” (como la dijo en alguna ocasión el expresidente Jimmy Morales) es decir, la corrupción. El debate sobre la gestión del expresidente gira en torno a cuestiones ideológicas que hoy en día, han sido del todo superadas (o deberían serlo) si es que deseamos encaminar a nuestro país por el rumbo de la paz y la democracia.