Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Aunque no se trata de un concepto totalmente nuevo, porque ya desde 2019 el presidente de Francia Emmanuel Macron había hablado del concepto de “autonomía estratégica” como algo que convenía a la propia Unión Europea, lo que sí es novedoso es que ahora, en su reciente visita oficial a China –por cierto, acompañado por la presidenta del Consejo Europeo, la alemana Ursula von der Leyen– se haya referido a él y que además –en entrevista con la prensa de su país– se haya destacado que la postura de Macron contrastaba con la de la señora Von der Leyen quien (según Les Echos) “se empecinó en defender la política secesionista de Taiwán azuzada por Estados Unidos”. Por el contrario, Macron afirmó que, sin autonomía estratégica Europa se estaría arriesgando “a salir de la historia” pues ésta es necesaria para que Europa pueda “proteger sus intereses y valores en un mundo cada vez más multipolar y competitivo” y, especialmente en el campo de la defensa, ser estratégicamente autónomos significaría construir una capacidad de la Unión Europea para defenderse por su propia cuenta, algo que si bien por el momento se antoja cuesta arriba, dada la supeditación en que han caído los europeos respecto a la política de Estados Unidos (o de la OTAN que viene a ser lo mismo) debido a la guerra en Ucrania, no es imposible para Francia, gracias a su posición como miembro permanente del Consejo de Seguridad y al hecho de ser el único país de la UE que posee su propio armamento nuclear.

Por cierto, el muy conocido analista mexicano Alfredo Jalife ha señalado que en buena medida Macron está retomando los principios soberanistas de las políticas de Charles de Gaulle cuando puso en marcha la “force de frappe” nuclear francesa desde los años 60. Además cita a un nieto del general, Pierre de Gaulle, quien en declaraciones de prensa dijo que “si Rusia pierde en Ucrania, el mundo pierde”. Para Jalife, que se confiesa “gaullista” esto le recordaría incluso a Vercingetorix, el legendario guerrero galo, cuando enfrentaba a las legiones romanas conducidas por Julio César, comentando también las “feroces” reacciones de la prensa occidental como las del propio Consejo Editorial del Wall Street Journal por decir que la postura francesa “debilita la disuasión contra la agresión china socavando el apoyo de Estados Unidos a Europa” y acusando a Macron de creerse “el De Gaulle del siglo XXI” por buscar “el distanciamiento de la Unión Europea de Estados Unidos”. En cuanto al periódico izquierdista inglés The Guardian “Macron encendió el enojo al decir que Europa no debe ser vasallo en el conflicto entre Estados Unidos y China” agregando que las declaraciones de Macron “han encendido las alarmas a los dos lados del Atlántico” por decir que Europa debería evitar involucrarse en cualquier conflicto en relación a Taiwán. Para Jalife lo que explica la postura francesa no solo son los negocios con China –como la venta de aviones Airbus y la búsqueda de su propia autonomía tecnológica y económica– sino principalmente la inflación provocada por la guerra de Ucrania, más la crisis energética y la ausencia de resultados militares en el campo de batalla.

Por otro lado, la visita del presidente Lula de Brasil a China dejó como resultado un comunicado conjunto en que se destaca la yuanización (el empleo de la moneda china) en los intercambios comerciales, prescindiendo del dólar, algo que además se podría extender a otros países miembros del CELAC dada la indudable influencia del país más poblado (220 millones de habitantes) y económicamente más poderoso de América Latina (su PIB es el doble del resto de países del subcontinente). El Financial Times tituló en primera plana (con la fotografía de Lula) “Brazil’s calls for an end to dollar trade dominance” (Brasil hace un llamado para terminar con el dominio del dólar en el comercio) criticándolo por su “izquierdismo” –que para Jalife es anacrónico porque hoy en día más bien se debería hablar de “globalistas” contra “soberanistas”– cuando el presidente brasileño se preguntó ¿Por qué no podemos comerciar con base en nuestras propias divisas? ¿Por qué todos los países tienen que basar su comercio en el dólar? ¿Quién decidió que el dólar era la divisa después de la desaparición del patrón oro? ¿Quién decidió que nuestras divisas eran débiles y que no tenían valor en otros países?

Jalife dice que el muy capaz asesor de Lula, Celso Amorin (y ex Canciller brasileño) podría haberlo ilustrado en la respuesta a esa pregunta, comenzando por recordar que fue el triunfo de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial así como la supremacía adquirida por Washington gracias al armamento nuclear, más la disolución de la URSS en 1991, lo que condujo a la “hegemonía del sistema dólar-céntrico y su monopólico SWIFT”. Además recomienda leer el libro de Giovanni Arrighi –alumno de Inmanuel Wallerstein– “Caos y Orden en el Sistema Mundo Moderno” para comprender mejor cómo los americanos, triunfadores en las contiendas bélicas del siglo pasado, supieron imponer su divisa al resto del mundo. También hay que mencionar dentro de los puntos sobresalientes del comunicado conjunto de los dos países, además de lo referente a la declaración de que existe una sola China y que Taiwán es parte de ella así como las cuestiones culturales dentro de las cuales destaca la enseñanza del mandarín en Brasil y del portugués en China, asuntos de orden económico como la invitación a inversionistas chinos para “concesiones de activos de infraestructura incluyendo los ambientales” al igual que el fortalecimiento del programa satelital CBER-6, de la exitosa cooperación para combatir las hambrunas y la pobreza extrema en el marco del exitoso foro China-CELAC. Jalife recuerda que en relación con la pobreza los éxitos de China son notables, pues logró sacar de ella a unos 800 millones de chinos mientras que Brasil hizo lo propio en tiempos de Lula, cuando unos 50 millones de brasileños también lograron mejorar su situación social.

Jalife concluye su análisis hablando de la “audaz acrobacia geopolítica de Lula a sus 77 años” que ha tenido favorables repercusiones en las cotizaciones del real (la moneda brasileña) y en el índice Bovespa de la bolsa de valores, lo cual indica también que “Estados Unidos se queda solo frente a Rusia y a China” como ha dicho el propio Larry Summers, ex rector de Harvard y ex Secretario del Tesoro estadounidense. Finalmente se refiere a lo que dice el rotativo Asia Times para quien la China de Xi Jinping aparece llevar la delantera a Estados Unidos en ese “gigante tablero de ajedrez mundial que es la economía global” pues parece claro que para Biden ha resultado muy difícil articular e implementar una visión para la economía americana como “el lugar más adecuado para los inversionistas en este momento clave de la geopolítica mundial”. En síntesis, todo parece indicar que además de la multipolaridad política, la multipolaridad económica que se vislumbra en el horizonte es otra tendencia lo suficientemente poderosa como para ir marcando el fin de la pretendida (pero nunca realizada plenamente) hegemonía mundial norteamericana.

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