Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Por Luis Alberto Padilla

La fotografía de Daniel Núñez del lago de Amatitlán que capta los efectos perniciosos y contaminantes del alga llamada microcystis dándole tonalidad verde claro a la superficie acuática en contraste con los techos multicolores de los chalets abandonados por la gente rica – ganadora de una mención del Museo de Historia Natural de Londres como una de las mejores fotografías de vida silvestre en 2022 y que fue objeto de un reportaje de la BBC el pasado 14 de noviembre – en realidad debió llamarse de “muerte silvestre” pues se trata de la imagen de un “ecosistema dañado” por el crecimiento exagerado de dicha microalga, a su vez consecuencia de los residuos sólidos y de las aguas negras que arrojan sobre el lago las municipalidades del área metropolitana de la capital al negarse a construir plantas de tratamiento. La contaminación del lago por el nitrógeno de la urea y heces fecales de la población urbana pone en evidencia que, a pesar de haber recibido dinero del presupuesto nacional para construir plantas de tratamiento esto no se ha hecho porque los corruptos alcaldes dilapidan los fondos en obras de tipo clientelar buscando la reelección en sus cargos. A ello habría que agregar los desechos industriales que se descargan en el lago pues buen número de empresas irresponsables prefieren pagar multas a dejar de hacerlo. La doctora Evelyn Rodas, directora científica de una ONG dedicada al estudio de esta problemática sostiene que si el proceso de sedimentación lacustre continúa en menos de 20 años Amatitlán estará convertido en un pantano maloliente. Sin embargo, según la doctora Rodas, existe una tecnología alternativa que ha dado muy buenos resultados en Japón y que podría ayudar a su descontaminación utilizando “nanoburbujas”, un dispositivo técnico que genera burbujas ultramicroscópicas con oxígeno puro para romper las membranas de las células enfermas, devolviéndoles su capacidad de fotosíntesis. La misma SENACYT otorgó a la doctora Rodas un premio a la innovación en materia de salud aunque, obviamente, más que premios lo que necesitaría este proyecto es de financiamiento estatal, cosa que no parece interesarle a quienes elaboran y aprueban el presupuesto, más interesados en saquear el erario que en destinar fondos destinados a disminuir la crisis ecológica provocada por el capitalismo salvaje que padecemos.

Pero lo peor de todo esto es que la tragedia que está acabando con el lago de Amatitlán se podría reproducir en Atitlán, nuestra “joya de la corona” nacional y principal atractivo turístico – junto a Tikal – de nuestro país. El activista medio ambiental Sergio Izquierdo, que ha realizado impresionantes documentales acerca de la monstruosa contaminación que el río Motagua (comparable al perjuicio que causa el río Villalobos en Amatitlán) está provocando en la Bahía de Omoa perjudicando no solo los ecosistemas marinos del mar Caribe sino también a Honduras, ha elaborado documentales denunciando la gravedad de la contaminación con plásticos y basura de todo tipo en Atitlán. Por otra parte, en un texto que habla del plástico como fuente de la “violencia instaurada silenciosa y dispersa” que está matando Atitlán, la señora Nancy González del Colectivo Comunidad Tz’unun Ya’ de San Pedro La Laguna, con motivo de un evento realizado por Manuel Chavajay y Samuel Cumes conmemorando el día internacional contra el cambio climático celebrado el pasado 24 de octubre, se dice lo siguiente: “Las últimas lluvias y la tormenta tropical Julia han arrastrado mucha basura al lago. Principalmente plásticos de un solo uso, imágenes publicadas en distintos medios de comunicación y plataformas virtuales mostraban cómo cientos de plásticos flotan sobre las aguas del lago, que en un futuro no muy lejano la mayoría de este material se desintegrará en partículas peligrosas que se mezclarán e invisibilizarán en las aguas, otros, se hundirán en las profundidades del lago, mientras el resto seguirán su tránsito a las riberas de los distintos pueblos para ahogar la vida de las especies que dependen del sagrado Atitlán, este hecho es recurrente durante el invierno de cada año. Esta escena se convierte en el espejo que refleja las inconsistencias del consumismo que nos impone este sistema capitalista, que nos está llevando a la destrucción de los recursos que nos proporciona la Madre Naturaleza… El plástico de un solo uso, es el símbolo por excelencia del confort y facilidad de la vida moderna, sin embargo, esto ha traído consigo desequilibrios en el ambiente y en las comunidades, destruyendo ecosistemas completos y deteriorando la salud de la población alrededor del lago. El pasado 2018 la bióloga Ninoshka López, de la Universidad del Valle de Guatemala evidenció que el lago está contaminado en un 70% por partículas de plástico -micro plástico-, que son nocivos para la salud de las comunidades, tanto como para el lago y las especies que de él dependen; esto se trata de un tipo de violencia que… se vuelve difícil de observar por su dispersión silenciosa. No podemos enfrentar el problema del deterioro ecosistémico del lago, obviando las causas que la han originado. En este momento ya no podemos seguir maquillando el deterioro, menos con propuestas que se dirigen a exigirle a las poblaciones todos los compromisos económicos para reparar problemas que ellas no han creado en absoluto. No podemos seguir simplificando la complejidad, con grandes inversiones en la reclasificación de desechos sólidos y sacrificando zonas con ecosistemas únicos para convertirlos en vertederos, para satisfacer solamente mandatos técnicos sin consulta a los pueblos indígenas. Las propuestas de saneamiento no deben convertirse en factor de ganancias para la propia industria que contamina”, agregando que el lago de Atitlán “…en distintos momentos ha sido el centro neurálgico de la imaginación desarrollista, que en otras épocas ha experimentado con sus aguas: en 1862 el gobierno de la dictadura de Rafael Carrera manifestó sus intenciones de drenar el Lago Atitlán hacia costa sur; en los años 60s el gobierno de Ydígoras introdujo la lobina negra y la carpa para la pesca ociosa; en 2017 un fallo de la Corte de Constitucionalidad le prohibió a la empresa Agropecuaria Atitlán S.A., propiedad de los Torrebiarte, dejar de extraer los millones de litros de agua diarios para el riego de sus cultivos; más recientemente, se difundió por distintos medios la propuesta de una infraestructura hidráulica que buscaba controlar la vida, y poner a disposición del mercado los derechos tanto al agua como al saneamiento. Cualquier propuesta de revitalización del lago, no debe centrarse únicamente en posturas técnicas, deben de tomar en cuenta los consensos políticos, y sobre todo, el vasto conocimiento milenario de los pueblos”.

Y, a propósito de la importancia de contar con los consensos políticos (vía las consultas ordenadas por el Convenio 169 de la OIT que es ley de la república por haber sido debidamente ratificado, en su momento, por el Congreso) así como tomar en cuenta el “vasto conocimiento milenario de los pueblos” – como dice la señora González – para “…representar y visibilizar la realidad compleja de la violencia visible e invisible que genera el plástico” tanto flotando en su superficie como el que se diluye como microplástico, con las representaciones artísticas de las comunidades se busca recrear las peregrinaciones de la fruta que tienen su origen en la celebración Wayeb del calendario maya, que dan gracias a la Madre Tierra por la fertilidad agrícola, pero al mismo tiempo denuncian la “violencia sigilosa y letal” que la está destruyendo. Además, para las mujeres “guardianas del lago” sus reclamos también van dirigidos contra la industria del plástico, que trata de evadir su responsabilidad habiendo llegado al cinismo de oponerse a las decisiones de prohibición de plásticos de la corporación municipal de San Pedro La Laguna interponiendo recursos ante la CC. Por tales razones, se concluye que “la procesión de la basura, las Mujeres y los Artistas pretenden revelar nuestras contradicciones como sociedad de consumo e invitarnos a reinterpretar nuestra relación y vínculo con la Abuela Lago, además de despertar la conciencia dormida de las industrias y exigirles que estas toneladas de plástico ya no fluyan hacia nuestro municipio, que se busquen alternativas de sustentabilidad real, que se reconozca a la Naturaleza como sujeto de derechos y que se mandate al Estado a protegerla a través de su ordenamiento jurídico y sus políticas públicas”. Y por nuestra parte también manifestamos nuestro acuerdo con las comunidades lacustres destacando la importancia de redefinir el concepto de sustentabilidad para hacerlo compatible con la vida mediante el tránsito del antropocentrismo al biocentrismo o, bien, dicho en otras palabras, del Antropoceno a la sostenibilidad ecológica.

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