Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Luis Alberto Padilla

Ahora que fuimos excluidos de la Cumbre de la Democracia convocada por el presidente Biden, que dio lugar al viaje del presidente Giammattei a Washington quejándose ante los republicanos de no haber sido invitado por los demócratas conviene reflexionar sobre la naturaleza misma de la democracia y preguntarse si en Guatemala existe la democracia representativa, esa que requiere elecciones libres multipartidarias, pesos y contrapesos para mantener la independencia de poderes, etc. En efecto, se puede constatar que la misma se ha querido poner en marcha por lo menos desde 1823 cuando se estableció la República Federal de Centroamérica. Sin embargo, como sabemos, las guerras civiles entre liberales y conservadores dieron al traste con este primer intento e igual ocurrió con la revolución liberal de 1871 y gobiernos sucesivos en que una fachada “democrática” ocultaba autoritarismos despóticos tipo Barrios, Barillas, Reyna Barrios, Estrada Cabrera, Orellana, Chacón o Ubico, exceptuando el tímido intento de 1920 cuando los “unionistas” llevaron al poder a Carlos Herrera. Es hasta la década 1944-1954 que se hace otro intento, esta vez mucho más serio, pero que duró muy poco dada la intervención norteamericana y el golpe de Estado que derrocó al presidente Jacobo Árbenz.

El otro intento de “transición a la democracia” se hizo en 1985, con el ánimo de acabar con la dictadura institucional del ejército y de poner fin al Conflicto Armado, algo que se logró hasta una década más tarde, en 1996, con la firma de los Acuerdos de Paz. Se crearon instituciones como el Tribunal Supremo Electoral y la Procuraduría de Derechos Humanos que han sido decisivas para garantizar elecciones sin fraudes electorales así como coadyuvar en el respeto a los derechos humanos. Sin embargo, desde la administración de Jimmy Morales dicha transición está retrocediendo hacia una restauración del autoritarismo como se ha puesto de manifiesto con la cooptación de las Cortes y del Organismo Legislativo, con la persecución de jueces independientes y de periodistas (Juan Luis Font, José Rubén Zamora o la suspensión de avisos legales que obligó al cierre de la edición impresa de La Hora) todo lo cual pone en evidencia que el gobierno se empeña en prácticas sólo comparables con lo que ocurre en Nicaragua.

Sin embargo, paradójicamente los repetidos fracasos de la democracia representativa en Guatemala contrastan con el éxito centenario de una forma de democracia participativa como lo demuestra la democracia comunitaria, que funciona desde hace siglos en los 48 Cantones de Totonicapán. Iripaz organizó recientemente un evento virtual en el que se buscaba comparar esa democracia comunitaria guatemalteca con la democracia comunitaria en Suiza. El evento contó con la presencia del embajador de Suiza en Guatemala, Hans-Ruedi Bortis y de los destacados dirigentes mayas Juan León y Álvaro Pop. La democracia comunitaria guatemalteca elige autoridades por períodos anuales, sin posibilidad de reelección y como parte de un servicio social gratuito. Todas las decisiones se toman en asambleas comunitarias en las que hombres y mujeres participan en pie de igualdad. Por su parte el diplomático suizo explicó que la democracia directa se practica en Suiza por medio del referéndum, que no debe confundirse, por ejemplo, con la consulta popular prevista en nuestra Constitución actual, porque ésta última en realidad es un plebiscito, es decir, una consulta que se propone desde el Estado hacia la ciudadanía (como en la reciente consulta sobre Belice), mientras que los ciudadanos suizos pueden oponerse desde la sociedad civil a leyes promulgadas por el Parlamento o proponer reformas constitucionales mediante peticiones suscritas por 100,000 ciudadanos o a bien, a escala local, a toda decisión que tomen las autoridades cantonales o municipales. La democracia representativa es pues, adecuadamente complementada por una democracia participativa (o directa) en el país alpino, que por cierto, a pesar de ser sede de Naciones Unidas no se hizo miembro de ésta sino hasta 2001, precisamente porque los adversarios de la adhesión veían un riesgo para su tradicional neutralidad y votaron en contra en sucesivos referéndums populares. Esto explica también que Suiza no sea miembro de la Unión Europea, ya que las normativas supranacionales de Bruselas no se pueden imponer a las reglas que rigen la democracia directa de cada cantón.

Otros puntos de comparación con los 48 Cantones de Totonicapán radican en el funcionamiento colegiado del Consejo Federal, ya que los siete miembros conforman un colectivo el cual, en su conjunto, constituye la jefatura del Estado confederal. El presidente es un primus interpares que dura en sus funciones un año, aunque el Consejo es electo para 4 años en el seno del Parlamento. En el caso de los 48 Cantones también se trata de un Consejo colegiado con duración de un año de las autoridades comunitarias incluyendo al Presidente, aunque la diferencia con los suizos es notable, porque aquí se trata de trabajo gratuito anual de servicio a la comunidad bajo el nombre de k’ax k’ol . Por supuesto, el origen de la democracia directa en Suiza son las asambleas comunitarias (landsgemeinde) practicadas por los habitantes de los 26 cantones suizos. Estas asambleas comunitarias se llevan a cabo también, desde tiempos de la colonia, en los Cantones de Totonicapán. Así se explica la rebelión de Atanasio Tzul en 1820 para oponerse a la restitución de tributos por la corona.

Por otra parte, siendo el Estado confederal suizo plurinacional, pluricultural y plurilingüístico (como es el caso también de otros Estados europeos como el Reino Unido, Bélgica o España) es notable constatar cómo la democracia comunitaria y representativa ha logrado integrar a los cuatro pueblos que integran a la Confederación Helvética, cuya nacionalidad es de origen (e idioma) francés (21%), alemán (64%), italiano (10%) y romanche (0.8%) algo que contrasta con Guatemala en donde una minoría criolla ha sido incapaz de hacer funcionar la democracia representativa desde 1821 y tampoco ha podido integrar a los 4 pueblos que constituyen nuestra nación (mayas, garífunas, xincas y mestizos). En síntesis, y volviendo a la cumbre de la democracia convocada por el presidente Biden, bien se hubiese podido invitar a Martín Toc, presidente de los 48 Cantones, así como en el caso venezolano se invitó al líder opositor Juan Guaidó.

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